El racismo, la gran arma de Trump para ganar en 2020
Washington– Donald Trump habla. El público escucha atento. Donald Trump insulta. El público se vuelve loco y el griterío se desata: “¡Envíenla de regreso, envíenla de regreso!”, grita la muchedumbre en un mitin del presidente estadunidense en Greeenville, Carolina del Norte, el miércoles en la noche. Trump acaba de decir que la congresista demócrata Ilhan Omar, que nació en Somalia y emigró con sus padres a EU a los 12 años, está “orgullosa” del grupo terrorirsta Al Qaeda y que ha pedido “clemencia” para los yihadistas de Estado Islámico.
Por supuesto, eso es falso. Trump ha mentido tanto a lo largo de su vida que lo hace de manera natural, sin atisbo de titubeo o remordimiento. En el fondo, muy en el fondo, el público sabe que no hay congresistas en EU apoyando a Al Qaeda, pero poco importa. Al fin y al cabo lo esencial de las palabras de Trump es que pide expulsar del país a quien no tiene sus orígenes en EU. Da igual el contexto, si es ciudadano o no, si es residente legal o no, en el centro de la cuestión está el conflicto racial que la nación más poderosa del mundo nunca ha logrado sanar. Nosotros contra ellos. Los de aquí contra los de fuera.
JALEO RACISTA
Mientras el público gritaba exigiendo que Omar regrese a Somalia, Trump callaba y sonreía, cómplice. El jueves, sin embargo, el mandatario dijo que no le gustaron los gritos y que no está de acuerdo con ellos, y que por eso se apremió para volver a hablar y así acallarlos. De nuevo, mentira: Trump calló durante 13 segundos mientras sus seguidores se extasiaban con sus gritos racistas.
Algunos republicanos condenaron este jueves lo ocurrido en Greenville, de la misma manera que sólo un puñado de legisladores conservadores mostraron su indignación cuando, en el inicio de la polémica, Trump invitó el domingo a congresistas demócratas a “regresar y arreglar los lugares totalmente rotos e infestados de crimen de donde vinieron”.
Trump no daba nombres, pero se refería a las legisladoras Ilhan Omar, Rashida Tlaib, de padres palestinos, Alexandria Ocasio-cortez, de ascendencia puertorriqueña, y Ayanna Pressley, negra. Las mujeres no tardaron en reaccionar y denunciar el racismo alarmante del presidente. Además, la gran mayoría del Partido Demócrata se sumó a las críticas. Fue el deleite para Trump. Era justo lo que quería.
SILENCIO REPUBLICANO
El presidente estadunidense sabe que tiene carta blanca
para decir las barbaridades que quiera; el silencio de sus compañeros de partido habla por sí solo, porque ninguno de los congresistas está dispuesto a jugarse su puesto ante sus votantes en su distrito a cambio de defender a EU del racismo del presidente.
ESTRATEGIA CONOCIDA
Así pues, sus declaraciones no le pasan factura en casa, pero lo que es más, le dan réditos. No es ningún secreto que Trump ascendió en las encuestas en las primarias republicanas para las elecciones presidenciales de 2016 cuando el entonces magnate celebrity neoyorquino empezó a elevar el tono contra mexicanos, musulmanes y todo aquel que no sea blanco, heterosexual, y, a poder ser, hombre. Y esta estrategia es la que planea usar de nuevo de cara a las elecciones de 2020, donde se juega su posible segundo —y último— mandato.
Con esta clase de comentarios, tan escandalosos como calculados, Trump logra el respaldo del Estados Unidos más racista, y trata de “convencer a los votantes blancos de que se enfrentan a un ataque masivo por parte de gente negra y café”, como escribió el presentador de radio Montel Williams, negro y exrepublicano, esta semana en un artículo para USA Today.