El Diario de Chihuahua

“¿No hace falta la Alerta de Género? Qué tontería...”

- Piñón / El Diario)

A casi cuatro décadas de distancia, la hermana de Cynthia no ha podido superar lo ocurrido. Llegó a caer al Hospital de Salud Mental por varios intentos de suicidio, a causa de las secuelas que le dejó vivir la tragedia a tan corta edad.

“¿No hace falta la Alerta de Género? Qué tontería”, dice al criticar la opinión de la directora del Instituto Municipal de las Mujeres, Margarita Blackaller, quien eso consideró cuando le cuestionar­on lo que pensaba sobre la declarator­ia que exigen las comisiones de derechos humanos y organizaci­ones sociales. Quien dice eso, señala, es porque no conoce la indeleble huella que deja el feminicidi­o, que mata no sólo a una mujer, sino a toda su familia; y luego destruye pedazo a pedazo a la sociedad.

A la fecha la hermana recuerda hasta lo que llevaba puesto y cómo, por su edad, la invadió desde entonces un irracional sentimient­o de culpa que la llevó a pensar que se merecía haber muerto junto con Cynthia. Haber vivido el crimen a tan temprana edad generó en ella todo tipo de trastornos mentales, que hasta la fecha lucha por superar.

Los asesinos impunes dejaron más víctimas en su camino. Ni cuenta se dieron, y tal vez no les interese saberlo, pero mataron a esa niña y de alguna forma también mataron a su hermanita con el atroz crimen, así como al resto de la familia.

Si la cárcel para los responsabl­es verdaderos no hubiera servido para reparar el daño causado, su impunidad sí agravó las consecuenc­ias que vivió después, una vida de depresione­s, relaciones tóxicas, violencia de todo tipo, con el mismo origen de un brutal crimen sin castigo y sin atención.

Después de recorrer los infiernos de la depresión y la locura a causa de un luto no superado, ella se aferra impotente a la mica de llavero con la foto de su hermanita que tantas veces ha llorado.

Es el mismo llavero que cargaba Cynthia cuando la alcanzaron sus asesinos. El mismo llavero que encontraro­n en la escena del crimen, junto con la bolsita de papel y los chocolates Carlos V que medio derritió con el calor de sus manos, al apretarlos con fuerza por el miedo que debió haber sentido desde el rapto hasta su muerte. (David

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