De la comprensión y el conocimiento
A la memoria de mi querido hermano Dr. Antonio Campos Chacón, ingenioso hidalgo, generoso, universal…
En mi artículo del domingo pasado traté el tema de si el presidente López Obrador diagnostica los problemas nacionales con bases científicas para que las decisiones de gobierno sean eficaces y las soluciones correspondan a su naturaleza y dimensión.
La subjetividad ciega; la objetividad abre la comprensión.
No es ocioso insistir que el presidente aún no define qué sistema económico o filosófico político sustituyó al neoliberalismo que declaró formalmente extinguido, sólo referenciado como la Cuarta Transformación de la vida pública de México.
La economía dicta la política y el derecho, que, tengo la impresión, aquella no está diseñada con acierto por los funcionarios el gabinete, o les está impedido, ya que el presidente emite los criterios con su óptica personal del fenómeno económico, o quizás, aún no lo entiendo bien.
La comprensión del objeto de conocimiento es un concepto estudiado por sociólogos y politólogos; se acerca a ella en la primera etapa de la investigación, que es la observación, si ésta se oscurece por estereotipos y prejuicios, no se aprecia el extenso panorama social.
Entre el sujeto que pretende conocer y el objeto que busca conocer, debe actualizarse “empatía o afinidad psicológica”, enseña Wright G. H., en su libro Explicación y comprensión (Madrid.
1979).
El sentido que los autores dan a la comprensión se refiere a la comprensión interna de los fenómenos humanos “de naturaleza intencional”. Este es el punto, entender la acción como evento de voluntad para calibrar y medir, diríamos, la ruta social pactada para revalorizar el mundo de la vida cotidiana y su interpretación.
Un ojo agudo, oído fino y piel sensible, ayudan a la comprensión racional. No es suficiente ver el bosque, se necesita escudriñar en las cañadas, los senderos, los lomeríos y la llanura, correlacionarlos para saber cómo funciona y opera la vida en el bosque. Igual para descifrar porqué y cómo ocurren los fenómenos sociales y económicos, y cómo el derecho los regula, una vez interpretado el deseo colectivo.
La declaración política diaria no puede reñir con esas amplias complejidades de los nexos sociales y económicos, se incurriría en esquizofrenia política, en contradicciones entre el decir y el hacer; afirmando una cosa distinta a la que la sociedad, como síntesis de voluntades, necesita.
De ahí que los analistas resaltan la actuación del presidente y su gabinete: discordancia entre la forma y la gestión administrativa; baste recordar el recorte a las Estancias Infantiles.
Contra la mesura del buen consejo y el juicio ponderado, el mismo presidente López Obrador cultivó su propio descenso de aceptación en la población encuestada que, sea por riguroso análisis o mera percepción, infiere la discordancia entre ese deseo común y su comprensión por el presidente, quien replica que la corrupción e impunidad heredados son causa casi única de las desigualdades.
La población mira las opiniones sobre la economía nacional de las calificadoras de crédito internacionales, como Fitch Ratings y Moody´s, y el propio Banco de México que pronostican contracción, niegan que la economía del país alcance proyecciones positivas, mientras el presidente afirma lo contrario, es decir, unos niegan lo que el otro afirma, son enunciados contradictorios, uno de ellos es, necesariamente verdadero, y el otro falso. Es el principio lógico de contradicción.
Sabemos que desenredar la madeja de la corrupción, la violencia y la impunidad es acuciosa labor y lleva tiempo. Pero no toda la sociedad es corrupta y sí amplias franjas populares son víctimas de las evidentes desigualdades y la violencia.
Afirmo de nuevo que cumplir con el deber no es mérito alguno, por lo cual, investigar personajes corruptos, ejercer acciones penales y obtener sentencias condenatorias es una de sus atribuciones a cumplir, sin magnificación circense con fines políticos.
Especialistas sostienen que López Obrador no visualiza la realidad, lo que justifica valorar es si tiene la aptitud para comprender ese resorte humano que decide el proyecto de vida personal o comunitario.
No es suficiente visitar la casi totalidad de los municipios del país, lo valioso es entender cómo nacen, construyen y funcionan las conexiones económicas, culturales y sociales regionales, diferenciarlas con rigor, comprender los factores locales de identidad, nutridos por los dramas de seres humanos comunes que se esfuerzan por lograr un proyecto de vida.
Si la cosmovisión individual o colectiva, regional o por intereses, carece de información suficiente, se menoscaban los vínculos solidarios con el proyecto presidencial, es ahí donde es impostergable señalar, sin confusión, los rasgos de ese proyecto, como igual anticiparse a manifestaciones de grupos sociales, añadidos de empleados, policías federales, mujeres, campesinos o agricultores.
El presidente y muchos servidores públicos han de garantizar el más alto grado de bienestar de vida de la población, verificable y continuo.
Para lograr esa meta debe concebirse el qué, la estrategia, armonizada con el cómo y el conqué, la táctica y la logística. Enmarcarlas con los menores parámetros de error tomaría un año de diagnósticos en todas las áreas de la administración pública, programas sociales, de salud, educación, seguridad y demás.
Hecho eso, planear la ejecución de las acciones específicas para abocarse a solucionar problemas sin lesionar derechos humanos, redistribuir personal administrativo, reconfigurar organismos y, como premisa fundamental, informar a la población cuál es el gran objetivo, convocándola para lograrlo.
Las declaraciones diarias de López Obrador oscilan entre la improvisación y la duda, consejos morales en mixtura bíblica, contrarios a la naturaleza del Estado Laico, amenazas e intimidación al Poder Judicial de la Federación (SCJN), denuestos a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), decisiones unilaterales que trastocan la armonía jurídica y orgánica de las esferas de competencia de secretarías de Estado o entidades de la administración pública federal.
Los abogados sabemos que tales actitudes no son asertivas y ultrajan el estado de derecho. Preocupa que profesionales emocionales quedan silentes o respaldan los excesos, negando su calidad de científicos universitarios.
Al presidente López Obrador le beneficiaría la cordura, nadie sabe todo; sus pronunciamientos reciben respuestas de expertos que con datos duros lo desmienten y deteriora la imagen de la persona, no de la institución presidencial cuyas funciones las establecen la Constitución y leyes federales. El presidente de la República es una institución republicana, no estrictamente la persona física y su sentir.
Debe velar por 120 millones de mexicanos y tantos no nacionales, sin diferenciar.