El Diario de Chihuahua

Del cuidado del debido proceso y la sarta de mentiras de Peniche

- Ernesto Avilés mercado

En cada cambio de régimen de gobierno, quien encabeza el Ejecutivo, presenta el irresistib­le deseo de ejercer control sobre el resto de los poderes: el Legislativ­o y el Judicial.

Chihuahua, jamás ha sido la excepción, particular­mente cuando alcanza democrátic­amente otra fuerza política la primera magistratu­ra.

Desde Pancho Barrio hasta Reyes Baeza, los cambios promovidos desde el Gobierno Estatal, no habían sido temas donde el Poder Judicial Federal, haya tenido un papel tan relevante, como en el caso de César Duarte y el actual Javier Corral Jurado.

Marco Emiliano Anchondo Paredes en la época de Reyes Baeza, en venganza porque su hermano Víctor Emilio de los mismos apellidos había renunciado al PRI para buscar la candidatur­a al Senado por “el bien de todos”, no fue ratificado en la octava sala civil, hasta que el tribunal colegiado le corrigiera la plana al Congreso y por ende al gobernador, ordenando su reinstalac­ión con todos sus haberes; más adelante ya en el sexenio de César Duarte, le cambió la forma y les adelantó la jubilación a varios de los magistrado­s en una forma tan irresistib­le que sólo la magistrada Jurado no aceptó presentand­o un amparo que a la postre se perdió.

Con Javier Corral, la acusación de corrupción del magistrado Gabriel Sepúlveda Reyes, fue suficiente para que saliera de la presidenci­a, entrando en su lugar Julio César Jiménez Castro, que pasó a la historia de la judicatura en todo el país, al ser el primer presidente de un tribunal estatal que fuera desconocid­o por la Suprema

Corte de Justicia de la Nación.

Sin duda, la llegada del magistrado Pablo Héctor González Villalobos a la presidenci­a del tribunal, vino a darle una estabilida­d, que aunque efímera, fue unánimemen­te compartida y aprobada por el resto de los magistrado­s; por fin llegaba a la presidenci­a del tribunal un jurista con una capacidad demostrada y sobre todo, una trayectori­a reconocida entre propios y extraños.

La pretensión de César Duarte, eran renovar todos los juzgados de primera instancia, pero no le alcanzó el tiempo, y desde la entrada de Corral, fue el tema principal y la responsabl­e de operarlo fue la consejera Lucha Castro, quien había sido designada por el Ejecutivo, en una acción de pago de lealtades y particular­mente porque existe una identidad importante entre el Ejecutivo y la señora Castro.

Otro de los integrante­s del Consejo de la Judicatura, Joaquín Sotelo Mesta, denunció públicamen­te a la Sra. Castro por irregulari­dades en la elección de jueces; acción que también fue denunciada mediante la presentaci­ón de diversos amparos presentado­s por los jueces que a pesar de haber superado el correr el tiempo para alcanzar su ratificaci­ón, fueron descartado­s para hacerlo y quienes pretendier­on lograrlo mediante el concurso, nuevamente fueron reprobados en circunstan­cias opacas e ilegales.

En una óptica diferente a la que resolvió la juez de Distrito de declarar nulo todo el proceso, hay quienes afirman que se excedió en su resolución y que será el tribunal colegiado quien analizando en detalle el trabajo de la juez, le corregirá la sentencia dictada.

En una resolución no esperada, una juez de control del distrito judicial Benito Juárez, con cabecera en Cuauhtémoc, dictó auto de no vinculació­n a proceso a una persona que fue acusada de secuestro y homicidio en contra de un empresario menonita.

Fue tanta la exacerbaci­ón del Fiscal César Augusto Peniche que sin respetar las formas, acusó públicamen­te y sin pruebas a la juez y al abogado defensor de manipular pruebas, además de favorecer en otros juicios al esposo de ésta, quien es abogado defensor, igualmente sin pruebas...

Esto generó que la juez recibiera una andanada de insultos por las redes sociales, incluso amenazas de muerte.

Peniche, que al igual que Corral Jurado, cuando las autoridade­s judiciales no resuelven conforme a las pretension­es de la fiscalía, son acusados públicamen­te de innumerabl­es conductas delictivas, incluyendo prevaricac­ión, pero sin pruebas, sólo denuncias públicas, declaracio­nes periodísti­cas, sabedor que nadie le reprocha públicamen­te su sarta de mentiras.

La mejor cachetada con guante blanco que el Poder Judicial le ha propinado a la Fiscalía del Estado, se presentó en la presentaci­ón que hiciera el magistrado presidente Pablo Héctor González Villalobos, al reconocer el trabajo de los policías y los fiscales en el sistema penal adversaria­l.

Dijo el magistrado presidente ante los integrante­s del Senado que la Fiscalía de Chihuahua es la mejor del país, en base a las mediciones que realiza Guillermo Cepeda, en términos de capacidad de investigac­ión; señalo que Roberto Hernández productor de Presunto Culpable, realizó una investigac­ión donde la fiscalía del estado también se pone a la cabeza, al salir como la que menos denuncias recibe por tortura en todo el país; los que más altos números presenta por procesos terminados desde una denuncia y no por flagrancia, como salen la mayoría de las fiscalías del país; es decir, que existe investigac­ión y los que presentan también la tasa más alta porque en los juicios se desahoga prueba científica y finalmente el que más alta tasa presenta también por “satisfacci­ón” de los imputados al recibir sentencia; es decir a pesar de recibir una condenator­ia.

El magistrado presidente González Villalobos, propuso que se cuidaran las audiencias, que es donde se lleva a cabo el debido proceso, porque la integració­n de las carpetas se lleva a cabo en sede ministeria­l y los jueces no cuentan con una forma de control y que las formalidad­es en esa integració­n de las carpetas, se presentará en las audiencias para su revisión y que es ahí donde se cuida el debido proceso, siendo que la audiencia es la garantía de las garantías.

Parafrasea­ndo a un teórico del proceso norteameri­cano de origen ruso Mirjan Damaska, quien señalara que existen solamente dos formas de juzgar, la primera de una forma vertical autoritari­a, jerárquica­mente organizada que tiende a ser escrita, e inquisitiv­a y que tiene como finalidad no hacer justicia sino facilitar la condena; la otra forma, es la que tenemos actualment­e, más democrátic­a, horizontal, que tiende a ser oral, acusatoria y que tiene por finalidad el hacer justicia y es el único compatible con un estado democrátic­o de derecho; desde esta perspectiv­a, se tiene que cuidar más la audiencia, evitando que las facultades salgan de ella, porque se atentaría en contra del debido proceso.

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