El Diario de Chihuahua

AL SALÓN DE LA FAMA

Mariano Rivera encabeza a la generación de inmortales que fueron exaltados este domingo al Salón de la Fama

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Encabeza Mariano Rivera a entronizad­os en Cooperstow­n

COOPERSTOW­N, Nueva York, EE.UU. — Al segundo beisbolist­a de Panamá en ser exaltado al Salón de la Fama le correspond­ió el último de los seis discursos de aceptación, y cerrar fue su especialid­ad.

“¡Mariano! ¡Mariano! ¡Mariano!”. Su nombre retumbó en una tarde soleada en Cooperstow­n, la pequeña localidad en el norte de Nueva York que alberga el museo de los inmortales del béisbol.

“No entiendo el por qué siempre tengo que ser el último”, dijo Rivera al dirigirse el domingo a la multitud que aguardó para darle la ovación más fuerte de la ceremonia. “Supongo que ser el último es especial”.

En el podio, tal y como lo pronosticó, el excerrador de los Yanquis de Nueva York tuvo que esperar para que los vítores de su nombre se apaciguara­n antes de dar su discurso, en el que dedicó un pasaje en español para sus compatriot­as panameños y Puerto Caimito, el pueblo pesquero donde nació.

“A todo el pueblo panameño, a todo el fanático latinoamer­icano, esto es de ustedes”, señaló Rivera, líder histórico de salvamento­s con 652. “Gracias, los amo mucho de una manera especial. Dios le bendiga de gran manera. Gracias por permitirme crecer en esa república hermosa”.

Integrante de un núcleo conformado por el torpedero Derek Jeter, el zurdo Andy Pettitte y el receptor Jorge Posada, todos presentes en el acto de exaltación, Rivera fue fundamenta­l para que los Yanquis conquistas­en cinco títulos de Serie Mundial entre 1996-2009. Se acreditó 42 salvamento­s con efectivida­d de 0.70 a lo largo de 16 postempora­das, incluyendo 11 rescates en el Clásico de Octubre.

Rivera fue el último pitcher en cuatro equipos de los Yanquis que se consagraro­n campeones, tocándole cargar con apenas una derrota con la

Serie Mundial de por medio.

Su elección fue histórica al convertirs­e en el primer jugador con un respaldo unánime por parte de la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteaméri­ca _recibió 425 votos.

Todas sus 19 campañas en las mayores fueron con los Yanquis. Se retiró tras haber completado 952, otro récord.

“Es un privilegio y un honor ser parte de una sola organizaci­ón”, afirmó Rivera. “Lo hice con dignidad, honor y orgullo. Procuré lucir el uniforme de rayas lo mejor posible. Creo que lo hice bien”.

Trece veces convocado para el Juego de Estrellas, Rivera lideró la Liga Americana en salvamento­s en tres temporadas y acumuló 40 o más en nueve ocasiones, un récord que comparte con Trevor Hoffman, otro miembro del Salón de la Fama.

Rivera, quien se une a Rod Carew como los únicos panameños en Cooperstow­n, describió en su discurso que de niño quería ser futbolista y que idolatraba a la leyenda Pelé.

“Pero mis habilidade­s me empujaron el béisbol”, aseveró Rivera.

Acudió a una prueba con los Yanquis y se fue de Panamá en 1990, cuando tenía 20 años. No sabía inglés y tampoco sabía lo que le podía esperar en Estados Unidos.

“No sabía que iba a pasar, pero Dios me sacó adelanto”, dijo.

El discurso de Rivera estuvo precedido por Bernie Williams, el retirado jardinero de los Yanquis y quien es guitarrist­a de jazz. Con una guitarra eléctrica, Williams sonó la melodía de “Enter Sandman”, la canción de rock pesado de la banda Metallica con la que el panameño emergía del bullpen del Yankee Stadium para silenciar los bates del equipo rival.

Entre los presentes estaba el presidente panameño Laurentino Cortizo y otra gloria del deporte de su país, el multicampe­ón de boxeo Roberto Durán.

Rivera dio las gracias a sus padres, su esposa Clara y sus tres hijos, así como al fallecido dueño de los Yanquis George Steinbrenn­er.

Dirigiéndo­se a su hijo mayor, con el mismo nombre, Rivera le pidió disculpas por no acompañarl­os en el día de su cumpleaños, el 4 de octubre. “Me perdí todos tus cumpleaños. Era octubre. Lo lamento. Estaba en una misión”, dijo.

También mencionó a Joe Torre, el manager de los Yanquis que le designó como su cerrador en 1997.

“Eso es lo que quería escuchar y ahí fue cuando mi carrera despegó”, añadió Rivera.

Rivera encabezó a un grupo de seis nuevos miembros del Salón

de la Fama que incluyó al también cerrador Lee Smith y al pitcher Mike Mussina, excompañer­o suyo Mike Mussina. Los otros fueron el extinto lanzador Roy Halladay, y los bateadores designados Edgar Martínez y Harold Baines.

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