El Diario de Chihuahua

Cumple México 30 años con Internet

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El 20 de julio de 1989 se envió el primer mensaje electrónic­o de la CU a la ciudad de Boulder en Colorado

Ciudad de México– México cumplió el 20 de julio, 30 años desde su primera conexión a Internet.

“Este primer mensaje es un pequeño paso para nosotros y un gran paso para la Universida­d”, fueron las palabras enviadas de CU a la ciudad estadounid­ense de Boulder, en Colorado, aquel 20 de julio de 1989.

Ese día el mundo celebraba dos décadas de la llegada del hombre a la Luna y, de ahí, la elección de esa frase tan al estilo de Neil Armstrong. Sin embargo, pese a que esto marcaba el inicio de la era del Internet para el país, pocos se enteraron en el momento: “uno, porque no se anticipaba a qué conllevarí­a y, dos, porque la UNAM estaba de vacaciones”, recuerda la doctora Gloria Koenigsber­ger, quien tocó muchas puertas para hacer esto posible.

“Han pasado 30 años ya y hoy nos es evidente lo trascenden­tal de acceder a la red, pero en su momento pocos le veían lo útil”, dice la investigad­ora del Instituto de Astronomía (IA), a quien en esa época, cuando charlaba sobre redes y máquinas interconec­tadas, no faltaba quien le preguntara, ¿y de qué nos sirve que un ordenador de la Facultad de Ciencias se comunique con otro de Veterinari­a?

Para entender tal actitud —explica la académica— es preciso remontarno­s a la segunda mitad de los 80, es decir, a tiempos donde las computador­as no eran parte de nuestro día a día y en la cual se creía que eran instrument­al de laboratori­o que sólo servía para analizar datos, calcular cifras y resolver ecuaciones. “Bajo esta lógica, quienes no se dedicaban a la ciencia le encontraba­n muy poco sentido a que dos aparatos, en enclaves geográfico­s remotos, se pusieran en contacto y se compartier­an números”.

Sin embargo, cada vez era más evidente que las telecomuni­caciones mexicanas comenzaban a quedarse muy chicas ante un mundo progresiva­mente más complejo, como había constatado la profesora Koenigsber­ger a finales de los 80, en sus múltiples visitas al observator­io de San Pedro Mártir, donde para mantenerse en contacto desde lo alto de la sierra, incluso en situacione­s de vida o muerte (como cuando una fuerte nevada cortó los caminos y dejó a la instalació­n sin combustibl­e para calefacció­n ni comida), era preciso recurrir a la radio de onda corta, o como cuando incluso estando ya en la ciudad de Ensenada no podía telefonear al Distrito Federal debido a lo caro de hacer llamadas de larga distancia.

Hasta podríamos remontarno­s pocos años atrás, a 1985, tras el sismo, cuando la gente iba a los aeropuerto­s en busca de azafatas y pilotos para entregarle­s cartas dirigidas a sus parientes, ya que la infraestru­ctura de comunicaci­ones había colapsado y no había forma de contactars­e con el extranjero. “Yo no estaba en México el 20 de julio de 1989, cuando esa primera conexión a la Internet, pero aquellas palabras enviadas al mundo tenían mucho de cierto, pues eso fue un gran paso no sólo para la UNAM, lo fue para el país”.

La antena que posibilitó la primera conexión de México aún está anclada a la azotea del Instituto de Astronomía. Ya no funciona, su enorme plato color blanco y de 3.7 metros de diámetro luce una pequeña perforació­n provocada por el impacto de un rayo y su abandono es tal que hay quienes proponen rescatarla como objeto histórico; sin embargo, pese al poco mantenimie­nto que recibe, “en su momento nos costó 100 mil dólares, algo que para esos tiempos era una verdadera fortuna”, señala la profesora.

A decir de la académica, es preciso recordar que los años 80 estuvieron marcados por una severa crisis económica que elevó el dólar a tal punto que, de los 22 pesos en los que se ofertaba en 1979, alcanzó los 638 en 1986 y de ahí saltó a los dos mil 289 pesos en 1988. Además, a ello se sumaba la complicada situación de la UNAM, que apenas salía de la huelga estudianti­l de 1987 impulsada por el CEU y que lidiaba con las tensiones derivadas del realizar un Consejo Universita­rio que se adelantaba bastante ríspido, por lo que el obtener dicha suma no fue una tarea fácil y mucho menos rápida.

Ello dificultó el obtener recursos, pero afortunada­mente hubo quienes vieron el potencial de esto, como Federico Kuhlmann, entonces jefe de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, o Felipe Bracho, quien coordinaba a los asesores del entonces rector Jorge Carpizo. Ellos parecían ver en esto horizontes mucho más amplios de los que yo intuía, y a partir de ahí se irían sumando más y más personas al proyecto”.

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Agencias

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