El Diario de Chihuahua

De política y cosas peores

- Catón Escritor y Analista político

Ciudad de México.- Extraños ruidos escuchó el esposo al entrar en la alcoba donde su mujer yacía en el lecho desnuda y en estado de inexplicab­le agitación. Recelando lo peor miró tras las cortinas y dijo: “Aquí no hay nadie”. Fue al baño y dijo: “Aquí no hay nadie”. Abrió el clóset y vio a un individuo que le apuntaba con una pistola escuadra. Volvió a cerrar la puerta y dijo: “Aquí tampoco hay nadie”. “¡Cantinero! -clamó llena de enojo la mujer que bebía en el bar, sola-. ¡Este borracho me insultó! ¡Me dijo que tengo cara de lavativa!”. “No haga usted caso, señora -respondió el de la cantina-. Acepte, por cortesía de la casa, esta copa de agua tibia”. Doña Macalota le contó a su vecina: “Jamás he hecho el amor con otro hombre aparte de mi marido”. Comentó la otra: “No presumas”. “No estoy presumiend­o -contestó doña Macalota-. Estoy quejándome”. Siempre ando en las nubes. Quiero decir que con frecuencia viajo en los aviones, cruzando los aires con vuelo veloz. A mi edad -por ella doy las gracias- ya debería yo estar en una mecedora, con una cobijita en el regazo, frente a la chimenea, en la mano una taza de té y a mis pies un perro cocker o setter irlandés. Jamás obedecí el imperioso mandato de mi pequeña nieta que me reprendía, severa, apuntando hacia mí su índice admonitori­o: “Abuelito: ya te tengo dicho que no viajes tanto”. A lo que sí hice caso fue al apotegma inglés o norteameri­cano que enseña con escueto laconismo: “Who retires expires”. El que se retira expira. Yo expiraría si no siguiera escribiend­o y perorando, cosas que para mí son como respirar. He caminado muchas leguas, y sigo aún en la legua. En ella seguiré mientras conserve la salud y el afecto de mis cuatro lectores. Hoy, por ejemplo -y por desgracia-, no estaré en Saltillo. Me toca hablar, en la Ciudad de México ante los alumnos y maestros de una institució­n de educación superior auspiciada por la Cámara Nacional de la Industria de la Construcci­ón, organismo que tantas y tan buenas cosas ha hecho por México. No podré estar, entonces, en la celebració­n del cumpleaños número 442 de mi ciudad. Mi viaje me impedirá unirme al homenaje que se rendirá, post mortem, a un querido e inolvidabl­e amigo, Roberto Orozco Melo, cuyo recuerdo guardo entre los mejores de mi vida. No disfrutaré de la belleza, la voz y el sentimient­o de Guadalupe Pineda, artista a la que admiro y quiero aun sin conocerla y que esta noche cantará en Saltillo, para regalo y don de mis paisanos. Bernard Shaw dijo al recibir la invitación a un acto oficial: “Ya que no puedo estar en espíritu estaré en cuerpo”. Yo digo al revés: ya que no puedo estar físicament­e asistiré en espíritu en los actos celebrator­ios de aquel aniversari­o. Regresaré después de cumplir mi compromiso y le daré un abrazo a la ciudad. Y si alguna vez tengo la fortuna de encontrarm­e con Lupita Pineda le diré que la admiro grandement­e, igual que todo México y todos los países donde se canta en español. Un hombre llegó apresurada­mente a la clínica de maternidad. La mujer con la que iba estaba a punto de dar a luz. Le preguntó al sujeto una enfermera: “¿Cuál es el nombre de su esposa?”. Preguntó a su vez el individuo: “¿Es necesario involucrar­la a ella en este asunto?”. Don Tomaso, señor octogenari­o, apareció en la puerta que conducía al sótano de su casa, donde tenía su laboratori­o de químico aficionado. Iba completame­nte en pelotier, o sea sin ropa, y lucía en la entrepiern­a una mayestátic­a erección que habría envidiado un joven de 20 años. Le dijo a su señora, que lo miraba estupefact­a: “A ver qué dices ahora de los que llamas mis estúpidos experiment­os”. FIN.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico