La nueva Mesa Directiva del Congreso
Hace un par de meses reiteré que los plazos de los períodos ordinarios de sesiones del Congreso Local son obsoletos y fomentan la ociosidad legislativa; motivo por el cual resulta urgente promover una reforma a la Constitución del Estado para ampliar la duración de los periodos ordinarios, a cinco meses cada uno.
Recordemos que, desde décadas atrás, los diputados locales sesionan dos veces a la semana, en dos periodos ordinarios: uno de cuatro meses y otro de tres meses. Y el resto del año, funciona la Diputación Permanente (DP), en la que sólo se tratan asuntos sin trascendencia política alguna.
A pesar de que la Constitución Local establece que los integrantes de la Mesa Directiva del Congreso (MDC) sean quienes conduzcan los ‘trabajos’ de la DP; en los últimos años, este órgano ocasional se ha degradado hasta convertirse en un mini-pleno, en la que los diputados acuden por un afán de protagonismo mediático.
Y durante estas largas vacaciones legislativas, de vez en cuando se autorizan periodos extraordinarios de sesiones; que se reducen a una sola sesión, en la que se aprueban aquellos asuntos que los gobernadores en turno consideran urgentes.
Ahora bien, en los próximos días, los dos grupos parlamentarios mayoritarios (PAN y Morena) deberán de ponerse de acuerdo en la conformación de la siguiente MDC; por lo cual resulta oportuno repasar los nuevos principios constitucionales relativos a su integración:
a) La presidencia de la MDC se ejercerá -de manera alternada- entre uno de los integrantes de los grupos parlamentarios, tomando en cuenta de manera prioritaria, a los diputados de los partidos políticos que constituyen la primera y segunda fuerza política.
b) Asimismo, quien sea el coordinador de un grupo parlamentario, no podrá presidir la MDC. La presidencia de la MDC, “en ningún caso recaerá, el mismo año, en un diputado que pertenezca al grupo parlamentario que presida la Junta de Coordinación Política” (Jucopo).
c) A su vez, la Jucopo “será presidida -de manera alternada- cada año, por quienes coordinen los grupos parlamentarios. El orden anual para presidirla será acordado por sus integrantes, considerando de manera prioritaria a los partidos políticos que representen la primera y segunda fuerza política”.
Tal y como lo mencioné hace un par de meses, de estas reglas constitucionales se avizora que, a partir del próximo primero de septiembre, un diputado de Morena sea quien presida la MDC; y que un diputado panista presida la Jucopo.
Yo me pregunto: ¿Será un diputado moreno el próximo presidente de la MDC? ¿Y quién será el diputado panista que presida la Jucopo?
Al respecto, la mayoría de los analistas políticos coinciden en la hipótesis de que dada la sustitución simultánea, tanto de la presidencia de la MDC como de la Jucopo, los coordinadores de los grupos parlamentarios del PAN y de Morena, Fernando Álvarez y Miguel Colunga están impedidos, por mandato constitucional, para presidir la MDC.
Otra hipótesis, que deriva de la prohibición constitucional consistente en que el mismo año la presidencia de la MDC, “en ningún caso recaerá” en un diputado que sea del grupo parlamentario que presida la Jucopo; genera la certeza de que, forzosamente, si acaso es un diputado panista quien presida este órgano de control político, de manera lógica, le corresponde a un diputado moreno presidir la MDC.
Sin embargo, al día de hoy, los legisladores de Morena no han demostrado tener la suficiente capacidad política para representar al Poder legislativo. Circunstancia fáctica que avizora una inminente ‘negociación política’ para que sea un diputado de los partidos ‘remoras’ quien, a partir del primero de septiembre, ocupe la presidencia de la MDC.
¿Se imagina Usted, amable lector, a alguno de los diputados morenos de la frontera (el ‘Pichuy’ de la Rosa, Benjamín Carrera o Ana Estrada) como presidente del Congreso? ¿O a la jovencita Luly Valle? ¿O al Profe Chávez de Saucillo?