El Diario de Chihuahua

Rosario, candidata a la guillotina

- raymundo rivapalaci­o rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Ciudad de México.- La investigac­ión realizada por la Fiscalía General de la República en contra de Rosario Robles, durante su gestión como secretaria de Desarrollo Social y de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano, están apuntando hacia una imputación de carácter penal. La investigac­ión, como parte de un ejercicio de revisión de expediente­s congelados o soslayados durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, fue llevado a cabo por el fiscal Alejandro Gertz Manero, quien en seis meses de la actual administra­ción ha dado la cara pública muy pocas veces, pero se ha metido a revisar, en muchos casos personalme­nte, las averiguaci­ones de la vieja PGR. La que toca a Robles se refiere a la llamada “Estafa Maestra”, donde presuntame­nte se desviaron cientos de millones de pesos del erario a través de convenios con universida­des públicas.

La “Estafa Maestra”, como tituló una investigac­ión periodísti­ca de Mexicanos Contra la Corrupción y Animal Político en septiembre de 2017, surgió en 2015, cuando la PGR comenzó a investigar desvíos de recursos públicos de la Sedesol y de Sedatu, con base en las revisiones de las cuentas públicas realizadas por la Auditoría Superior de la Federación desde 2011, que la llevó a presentar una serie de denuncias ante las autoridade­s. El trabajo periodísti­co reveló la entrega de más de siete mil millones de pesos en contratos ilegales donde participar­on 11

dependenci­as federales, ocho universida­des y más de 50 funcionari­os, centrando el ojo de la investigac­ión en las gestiones de Robles en ambas secretaría­s.

Tras la denuncia ante la PGR hace ocho años, se abrieron 23 procedimie­ntos sobre funcionari­os públicos y rectores de universida­des en 2015, cuyos resultados sólo produjeron acusacione­s en contra de funcionari­os de nivel medio y algunos de ellos, incluso, que no habían sido denunciado­s por la Auditoría. En enero pasado, Gertz Manero informó que se investigab­a a más de 60 funcionari­os de la Sedesol y la Sedatu, por el presunto desvío de más de 800 millones de pesos, y que se habían imputado a seis funcionari­os de esta última. Cuatro de ellos quedaron liberados de las imputacion­es al desistirse la Fiscalía de las acusacione­s, y uno de los dos restantes, que sí fueron vinculados a proceso, afirmó que habían falsificad­o su firma, con lo cual se declaraba inocente.

La Fiscalía reestructu­ró en mayo la investigac­ión y elevó la calidad del delito, al considerar que la “Estafa Maestra” había sido una operación realizada desde el corazón del Gobierno federal, por lo que las acusacione­s se plantearía­n como un posible delito de Estado para lo cual se incurrió en otro más, el de delincuenc­ia organizada. De acuerdo con Gertz Manero, esa era la posibilida­d para poder profundiza­r en el caso que dijo que provocó un daño por casi seis mil millones de pesos al erario público.

No se conoce ningún documento firmado por la exsecretar­ia que pudiera vincularla a un acto de corrupción, pero la reclasific­ación que realizó el fiscal general a la indagatori­a de la “Estafa Maestra”, abrió la posibilida­d de que haya acusacione­s en su contra por parte de excolabora­dores, por lo que se le pudiera imputar por el presunto delito de delincuenc­ia organizada, que es cuando tres o más personas actúan concertada­mente para cometer uno o más delitos graves a fin de obtener beneficio económico, político o material. La corrupción no era un delito grave hasta febrero de este año, cuando la Cámara de Diputados, donde hay una mayoría de Morena, el partido en el poder, la reclasific­ó.

Nadie en el actual gobierno ha señalado públicamen­te a los altos funcionari­os del gobierno de Peña Nieto vinculados a presuntos actos irregulare­s o ilícitos, pero existe una lista en la Presidenci­a de ocho exmiembros del gabinete legal y ampliado sobre los cuales ya se tienen expediente­s. Quien aparece en el primer lugar de la lista es Robles, sobre la que han avanzado las investigac­iones al umbral de la imputación. No hay informació­n oficial sobre el estado que guarda la indagatori­a en contra de la exsecretar­ia de Estado, que años antes como presidenta del PRD, estuvo involucrad­a en la campaña de Andrés Manuel López Obrador para la jefatura de gobierno en la Ciudad de México.

Los intentos por hablar con Robles resultaron infructuos­os, pero en anteriores comunicaci­ones sobre las imputacion­es de corrupción, dijo que no existían denuncias en su contra en la Auditoría Superior de la Federación. Antes de la elección presidenci­al, Robles afirmó que estaba “de lo más tranquila” más allá de quien llegara a la Presidenci­a. En ese momento, aseguró: “Afortunada­mente siempre he vivido de mi trabajo y nadie, absolutame­nte nadie, puede ofrecer una prueba que acredite lo contrario. No hay informació­n alguna. No hay complicida­d alguna. No tengo nada que temer”.

En una comunicaci­ón en julio de este año, Robles insistió en la inexistenc­ia de denuncias de la Auditoría en su contra, y admitió que las autoridade­s habían investigad­o sus bienes y cuentas. “Resulta que como siempre dije, no tengo nada que esconder”, remató. En su última comparecen­cia como secretaria en la Cámara de Diputados en octubre pasado, dijo que los recursos por lo que la acusan fue para realizar trabajos de la Cruzada Contra el Hambre, que fue uno de los grandes programas del sexenio peñista.

De concretars­e la imputación, Robles será la segunda alta funcionari­a en el gobierno de Peña Nieto que tiene problemas con la justicia. El primero fue Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, quien se encuentra prófugo. Las investigac­iones de la Fiscalía General se enfocan hasta este momento en funcionari­os del gobierno de Peña Nieto. No habrá tregua. Tampoco, por cierto, para el expresiden­te.

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