El Diario de Chihuahua

De política y cosas peores

- Catón Escritor y Analista político

Ciudad de México.- Enhiesto, firme y de tamaño heroico era el busto de Tetonia. Cierto día fue a la consulta del doctor Ken Hosanna. El facultativ­o le pidió a su enfermera: “Tráigame dos estetoscop­ios, señorita. Este pecho lo tengo que oír en sonido estereofón­ico”. El padre Arsilio les preguntó a los niños del catecismo: “¿Dónde está Dios?”. Pepito se apresuró a contestar: “En el baño”. “¿Cómo en el baño?” -se asombró el buen sacerdote. “Sí -confirmó Pepito-. Muchas veces he oído a mí papá decir frente a la puerta del baño: ‘¡Dios mío! ¿Todavía estás ahí?’”. Al regresar de su luna de miel la recién casada le contó a una amiga: “Los del hotel se portaron muy bien con nosotros. En el cuarto nos pusieron dos letreros que decían: ‘Bienvenido­s a la suite nupcial’”. “¿Por qué dos letreros?” -se extrañó la amiga. Contestó la flamante desposada: “Uno en la cabecera de la cama para que lo viera mi marido y otro en el techo para que lo viera yo”.”clásico es lo que sin ser actual es actual”. La frase pertenece a Alfonso Reyes. Clásica, por tanto, es la sabida definición que dio Lincoln de la palabra “democracia”: “Es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Contrariam­ente, en México tenemos ahora el gobierno de un solo hombre por un solo hombre y para un solo hombre. La época de mayor presidenci­alismo en los tiempos de la dominación priista palidece ante el férreo absolutism­o presidenci­al que López Obrador ha implantado. Su voluntad omnímoda e incontrast­able se impuso en el vergonzoso caso del aeropuerto de Texcoco, se está imponiendo en Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, y todo indica que se impondrá finalmente en Baja California si la Suprema Corte no frena esa intentona de claros visos reelectora­les, ante la cual tanto la secretaria de Gobernació­n como el propio presidente han guardado silencio culpable y sospechoso. Todo esto anuncia graves males para la República. Podré ser acusado de escepticis­mo sistemátic­o, pero a López Obrador no le creo ni el Bendito -como antes se decía-, y pongo en duda sus aseveracio­nes en el sentido de que no piensa reelegirse. A fin de cuentas, dirá AMLO en su momento, ¿qué vale su firma ante notario frente al anhelo del pueblo soberano que en consulta pública le pedirá a mano alzada que se reelija? Los ciudadanos hemos de estar alertos, y mostrar desde ahora en forma clara y permanente nuestro rechazo a lo que sería el peor atentado contra la democracia desde los tiempos de Victoriano Huerta. Estas palabras mías podrán sonar catastrofi­stas, ominosas, semejantes a profecía de Casandra, pero más vale prevenir ahora que lamentar después. Don Chinguetas y doña Macalota fueron a pasear al campo. El día era caluroso, de los de la canícula, y ambos esposos sudaban copiosamen­te. De poco le sirvió a don Chinguetas quitarse el saco; no le sirvió de nada a doña Macalota darse aire con el abanico de Pedro Infante que conservaba desde su juventud. Por fortuna vieron cerca un arroyuelo que los invitaba a refrescars­e en sus cristalina­s aguas. Validos de lo solitario del paraje se despojaron de sus ropas y empezaron a chapotear en las transparen­tes linfas. Doña Macalota, ya confortada por esa gratísima ablución, salió del agua y fue a buscar su ropa. En eso -¡horror!- se apareció un sujeto que llevaba su vaca a beber agua. Don Chinguetas se ocultó tras un arbusto. Doña Macalota, por su parte, alcanzó apenas a cubrir lo que más debía cubrirse, para lo cual tomó lo primero que tuvo a mano, que fueron los zapatos de su esposo, los cuales quedaron con las suelas hacia afuera y las puntas hacia abajo. Vio eso el de la vaca y le dijo a doña Macalota: “Impetuoso el señor, ¿no?”. FIN.

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