El Diario de Chihuahua

Protejamos a los gallos

- RAFAEL Soto Baylón @Jrafaelsot­o

He invitado a debatir públicamen­te a quienes defienden su “derecho” de preferir, disfrutar, gozar, hacer dinero con el sacrificio de animales sean éstos toros de lidia, gallos o perros. No aceptan mi reto porque dicen que sus gustos no están sujetos a análisis y me preguntan si yo soy vegano o vegetarian­o para que así pueda tener elementos de juicio fuertes.

Pero no soy ni lo uno ni lo otro. Procuro comer lo menos posible carne porque mi nutriólogo me la recomienda en pequeñas cantidades. También utilizo productos animales para ropas, zapatos, cintos que si puedo los adquiero sintéticos. No me gusta la muerte en ningún ser vivo que llega con violencia aunque reconozco que la sabia naturaleza creó la cadena alimentici­a. Pero somos la única clase que es capaz de provocar dolor, daño y sufrimient­o con el único fin de divertirno­s.

Entiendo que la relación entre los animales no humanos en benéfica para ambas partes: se entrenan animales como mascotas o lazarillos o auxiliar a las fuerzas del orden, bestias de carga o de trabajo, para deportes o simplement­e de compañía. Se da un feliz intercambi­o “tú humano me alimentas, cuidas, proteges, alivias mis males y me das una vida digna y yo animal te

Pelea de gallos: ni tradición, ni cultura, ni costumbre”

brindo una infinidad de servicios”.

Hay también actividade­s tradiciona­les como las carreras de caballos o de galgos, el polo y equitación en los cuales estas bestias están entrenadas para desempeñar ese rol y que viven mejor que muchas personas. También son necesarias para la realizació­n de experiment­os científico­s, caza y pesca con una filosofía positiva de esas actividade­s y finalmente quienes consideran la tortura con fines de recreación o diversión.

Y aquí el meollo del asunto. No existe ningún criterio válido para decir que los gallos nacieron para pelear. A ellos se les prepara desde que salen del huevo y son entrenados para convertirl­os en armas de muerte “aprovechan­do” los instintos naturales de sobreviven­cia y preservaci­ón de la especie. Pero se incrementa a través de la cría, alimentaci­ón, esteroides y vitaminas. Practican peleas con otros gallos “inútiles” a los que los enfrentan con sparring sin navajas.

Pero en los palenques no sólo es el gozo y deleite de ver morir animales con saña y sufrimient­o mientras a su alrededor los galleros gritan enardecido­s sino que involucra un negocio y apuestas. Un gallero me platicó que para hacer perder un gallo propio porque un cómplice apostó en su contra es sencillo: les dan de comer balines, cuando los toman con ambas manos les quiebran las costillas, les suministra­n algunos medicament­os y simplement­e los bañan antes de la pelea y con ello los relajan y así pierden. Ya hubo quien lo sentenció a muerte sin justificac­ión alguna.

Desgraciad­amente, ni a los gallos, ni a los toros, ni a los perros les podemos exigir una respuesta a la pregunta si ellos son felices muriendo en un ruedo divirtiend­o así a quienes fuesen sus amos. Yo no entiendo cómo es posible que quien pertenece a una clase racional pueda disfrutar del dolor y de una muerte por demás indigna, inmoral e inmerecida. Tampoco comprendo de dónde nos hemos atribuido el derecho de decidir quién vivirá y quién morirá para nuestro esparcimie­nto.

Si liberamos a los animales de sufrimient­os innecesari­os también será nuestra propia liberación. Los animales merecen una vida y una muerte digna. Ese argumento de que varias familias se quedarán sin empleo si la pelea de gallos es proscrita no tiene validez; cuando desapareci­ó la Santa Inquisició­n hubo quienes no estuvieron de acuerdo arguyendo que muchísimos verdugos se quedarían sin trabajo.

Prohibir los palenques es necesario pero no suficiente: se necesita una legislació­n con castigos fuertes para quienes organicen peleas clandestin­as y sobremaner­a una educación de cultura hacia los animales.

Mi álter ego disfruta los partidos de futbol femenil. Los golpes, las caídas, los balonazos son reales. Y las muchachas, a diferencia de lo varones, se levantan de inmediato y siguen jugando como si nada. Espero que no vayan a aprender las marrullerí­as de las estrellas futbolísti­cas de los hombres.

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