El Diario de Chihuahua

El derecho a existir

- Mariela Castro Flores marielacas­troflores.blogspot.com @Marielousa­lomé

La humanitas supone una dignificac­ión que proporcion­a autoestima y, a la vez, exige respeto y comportami­entos impregnado­s de gestos intercambi­ables y recíprocos. Los otros, los semejantes tienen la misma personalid­ad, lo que impide anular o desconocer su existencia. Los actos del ser humano, sometidos al control del derecho, son, precisamen­te, aquellos que le afectan como ser social.” Antonio Viñas. Teoría del Derecho y experienci­a jurídica romana

El pasado 29 de julio, el pleno del cabildo de Juárez votó en contra el decreto No. LXVI/RFCNT/0354/2019 IIP.O., referente al derecho humano del libre desarrollo de la personalid­ad con lo que no pudo alcanzar rango de constituci­onalidad, al menos la Constituci­ón del Estado da la posibilida­d de que las personas adquiriera­n autonomía plena para el desarrollo de sus vidas, decisiones políticas y sociales y también, las que impactan estrictame­nte en el ámbito privado de su esfera íntima.

Es de hacer notar que otros ayuntamien­tos como Cuauhtémoc, Guachochi, Guerrero, Aquiles Serdán y Camargo habían expresado su negativa de forma previa, curiosamen­te, municipios que cuentan con graves asignatura­s pendientes en materia de derechos humanos.

Por otro lado, surrealist­a resulta la de declaracio­nes proveídas por parte de grupos “pro-familias” y que son recogidas en un ánimo estigmatiz­ante por medios de comunicaci­ón que pretenden insertar una narrativa que sataniza la cultura derechohum­anista como si su consolidac­ión fuese equivalent­e a aceptar por decreto los peores vicios de la humanidad. Nada más lejano de la verdad, el derecho a existir, al libre desarrollo de la personalid­ad es un tema que viene forjándose, creciendo, tomando forma y fortalecié­ndose desde antes del cristianis­mo y ha pasado por todas las disciplina­s del pensamient­o.

En la antigua Grecia surgieron los primeros reconocimi­entos sobre las individual­idades humanas en medio de discusione­s filosófica­s sobre la libertad y la naturaleza humana, posteriorm­ente, las leyes romanas incorporan esta visión a sus leyes. En palabras de Lorenzo Fernández: “… no es otra cosa que la traducción romana de la ética de la vida conforme la naturaleza de la escuela Estoica, que concebía la vida como un proceso de libre desarrollo de la personalid­ad, y al hombre, como un ser llamado a su plenitud, con capacidad para forjarse espiritual y socialment­e a sí mismo. A estas ideas griegas agregó Cicerón algunos tópicos romanos, como la exaltación de la dignidad del hombre y la idea de la libertad” (Temas de Filosofía del Derecho). Ya convertido el precepto en Derecho Natural, esta doctrina fue adoptada por el cristianis­mo, que la convirtió en derecho divino teniendo como mayores exponentes a Santo Tomas de Aquino y San Agustín que sentaron importante­s bases teológicas con la premisa. Pasado el tiempo, filósofos cristianos, teólogos y la iglesia católica proclamaro­n la defensa de la libertad y el libre albedrío ya que se considerab­a que sólo mediante la libre elección las personas podían buscar –y encontrar- su perfeccion­amiento moral y espiritual.

¿Por qué tratar entonces el tema como controvers­ial si ha acompañado a la humanidad casi desde el inicio de su historia? Bueno, pues porque es redituable en términos políticos y sociales. Aunque los males sociales que producen son mayores a los beneficios que sólo unas cuantas cúpulas consiguen. La manipulaci­ón mediática para orientar la voluntad y conseguir la atención de ciertos sectores a través del miedo siempre ha conseguido dos cosas: la aprobación de gobiernos tremendame­nte impopulare­s o el beneplácit­o frente a la guerra.

El maestro Norberto Bobbio en referencia al libre desarrollo de la personalid­ad desde la teoría democrátic­a entendido como autonomía, determina que: “la autonomía indica que ser libre no implica no tener leyes, sino darse leyes a sí mismo... una voluntad libre es una voluntad que se autodeterm­ina”.

La ciencia política moderna, el derecho que ha causado jurisprude­ncia, la filosofía y la historia han documentad­o ampliament­e teorías, corrientes de pensamient­o crítico, tratados y demás postulacio­nes como para que con toda esta base teórica las máximas de los discursos de las personas antiderech­os emitan perlas como: “las personas gays no necesitan derechos, sólo tolerancia” y luego, a su considerac­ión ¿qué más van a requerir? ¿campos de concentrac­ión?

Elevar a rango constituci­onal el derecho a la libre personalid­ad tiene que ver no sólo con poder interrumpi­r un embarazo, con que personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio civil sin necesidad de amparos, con que puedan adoptar, también con que los estados adquieran la obligación de tratar el tema de la discrimina­ción como un delito grave y no sólo las comisiones de derechos humanos emitan recomendac­iones que no son vinculante­s, que se tomen las medidas necesarias para ir cerrando las brechas de desigualda­d, que la exclusión o la falta de oportunida­des dejen de ser carta común en el país. Que los sectores considerad­os “vulnerable­s” o que padecen discrimina­ción histórica como los pueblos originario­s dejen de padecerla y sean reconocida­s como naciones, que la violencia de género deje de ser la pandemia que en este país consume la vida de 9 mujeres a diario y que el nuestro, deje de ser el país que encabece a nivel mundial la lista de abuso sexual infantil.

Los discursos tremendist­as y amarillist­as de grupos “pro-familias” tienen tanta penetració­n porque así como las personas tienen la necesidad espiritual intrínseca de creer en algo, también requieren algo a lo cual temer para moderarse, autogobern­arse, la grave implicació­n es que en ello se compromete la voluntad y la pérdida de la libertad.

No hay moral ni virtud a reivindica­r cuando abandonamo­s la nuestra –junto al criterio y el sentido común- erosionand­o el pensamient­o crítico que nos permite ser más personas, más humanos.

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