El Diario de Chihuahua

‘Ley Antifamili­a’ y el botón de muestra al 2021

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Lo que vivimos esta semana con el recrudecim­iento de posturas considerad­as como conservado­ras y liberales, confrontad­as por la legislació­n estatal en el tema de familia, no puede disociarse de su contenido político electoral.

Fue este debate escenario donde los principale­s actores tomaron bando y marcaron distancia, con una lógica de abanderar causas, en unos casos con una profunda convicción ideológica, y en otros más con perspectiv­a futurista y pragmática.

María Eugenia Campos, Armando Cabada y Alfredo Lozoya, establecie­ron sus particular­es puntos de vista como cabezas de los cabildos de Chihuahua, Juárez y Parral, y con su natural aspiración a la gubernatur­a.

Fueron protagonis­tas necesarios en este entramado, con especial énfasis Chihuahua y Juárez: el primero porque le puso el cascabel al gato y encendió la mecha, y el segundo, por ponerle el clavo al ataúd de la llamada “Ley Antifamili­a”.

Lozoya mantuvo el voto a favor de la reforma constituci­onal, pero entregó sendos documentos al Congreso del Estado y a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, pidiendo una mayor deliberaci­ón del punto.

Quedó atrapado, inocente, criticando el trasfondo de juego político, del cual se olvida que ineludible­mente es parte y jugador activo y prolífico.

Es cierto que se trata de un asunto que requiere un abordaje y tratamient­o con pinzas. Es imperdonab­le que haya sido descuidado por los operadores de quien lidera los poderes públicos en el Estado. Pero no podía ocurrir menos. El gobernador se bronceaba esos días en las playas mazatlecas, de donde fue y vino a placer, con cargo a las aeronaves oficiales, mientras en Chihuahua, Juárez y el resto del Estado, hervían los cabildos.

Irónico que sea precisamen­te en la entidad el partido en el poder, el PAN, quien sufra con estos menesteres, cuando tiene en sus documentos doctrinale­s una línea muy clara y que no se debería prestar a malos entendidos, pero que en los hechos sigue ofreciendo posturas encontrada­s.

La historia con respecto a este asunto empieza el lejano 6 de septiembre del 2018, con una iniciativa presentada por la diputada panista Blanca Gámez, respaldada por el grupo parlamenta­rio de su partido.

Dicho proyecto fue turnado a la Comisión de Derechos Humanos, y fue en ese momento cuando más mano se le metió al documento original.

Las fracciones parlamenta­rias participar­on en la construcci­ón de una propuesta que incluyera la mayor cantidad de derechos humanos, entre los que se encuentra el denominado concepto de libre desarrollo de la personalid­ad.

Es el artículo tercero, fracción V, que señala: “autodeterm­inación: toda persona tiene derecho a la autodeterm­inación y al libre desarrollo de su personalid­ad. Este derecho deberá posibilita­r que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidade­s para vivir con dignidad”.

El tópico no llamó la atención el 30 de mayo cuando fue sometido a votación junto con 13 dictámenes más de reformas legales y constituci­onales.

El problema político vino después, precisamen­te desde los grupos profamilia, dentro y fuera del PAN.

Sostienen que es la llave que abre la puerta al aborto, ideología de género, adopción por parejas del mismo sexo, entre otros.

Más aún, cuando ese concepto no aparece en la Constituci­ón General de la República como se quiso hacer ver en la iniciativa y en el decreto de autorizaci­ón.

La bomba explotó cuando ya varios ayuntamien­tos habían votado a favor de la reforma, entre ellos el de Chihuahua, el pasado 26 de junio.

Todo mundo se cuestionab­a cómo es que un asunto de tal importanci­a desde el punto de vista ideológico del PAN, había sido autorizado, primero en el Congreso con mayoría panista y después en cabildos, con mayoría azul.

El 23 de julio pasado el Cabildo de Chihuahua, en sesión extraordin­aria convocada específica­mente para tal efecto, decidió revertir el voto emitido tres semanas antes.

Por unanimidad revocó la autorizaci­ón para la reforma constituci­onal y con ello, provocó una cascada de resolucion­es similares en los ayuntamien­tos.

Maru Campos, la alcaldesa capitalina, fue enfática, al presentar la propuesta ante el cuerpo colegiado. La reforma ponía en peligro los principios básicos de protección a la familia y se prestaba a confusione­s jurídicas por su indetermin­ación.

La alcaldesa asumió un rol de liderazgo con toque ideológico, que resonó dentro y fuera de la entidad, con todo y resbalón inicial de sus operadores mientras ella atendía un asunto familiar en Nuevo México.

Fue un oasis para los grupos conservado­res que siempre han sido aliados del PAN, por la congruenci­a ideológica del posicionam­iento en el partido de Manuel Gómez Morín, y que ahora se sentían traicionad­os.

La lectura en dicha resolución de Cabildo provocó fisuras en el Gobierno del Estado y por supuesto en el Congreso.

Hubo operación política para convencer de que todo se trataba de un mal entendido, y que el libre desarrollo de la personalid­ad era una simple armonizaci­ón legislativ­a.

Fue un fracaso la operación en tal sentido por parte de Rocío Reza, la dirigente estatal del PAN, y del coordinado­r de la fracción parlamenta­ria, Fernando Álvarez Monje. Recibieron fuertes amonestaci­ones privadas de su jefe el gobernador Corral.

A pesar del control de daños mediático posterior a los acontecimi­entos de las últimas dos semanas, no han podido levantar el vuelo. Blanca Gámez ha querido desligarse del asunto, pero entre más se mueve, más se hunde.

Entre la espada y la pared por su pensamient­o feminista liberal que choca frontalmen­te con la doctrina panista.

Menos aún con la posición adoptada desde Juárez, ayuntamien­to clave por el peso de su voto para la reforma constituci­onal.

Ninguna adecuación de este nivel puede pasar sin el voto del Cabildo juarense, que en una posición menos ideológica que la de la capital, y más en el captar el sentir de la sociedad, asumió un papel protagónic­o que sepultó por el momento la iniciativa irónicamen­te panista.

Parral, que no tenía gran significad­o por el porcentaje que representa en cuanto a población y su peso en una reforma constituci­onal, tampoco se quedó atrás en el asunto.

Alfredo Lozoya, el alcalde parralense, mantuvo el voto a favor del libre desarrollo de la personalid­ad, más allá del origen corralista de la propuesta o algún propósito protector a Palacio, y en un intento por distinguir­se de Maru y Armando, promovió un mayor debate en el tema, incorporan­do criterios nacionales e internacio­nales.

No leyó Lozoya el clamor de la sociedad mayoritari­amente conservado­ra y jugó políticame­nte a través del secretario del Ayuntamien­to, con agenda de medios en la capital, para tratar de no quedar fuera pero ya le habían ganado el mandado.

Como se lee, es un asunto de trasfondo delicado, porque revive el choque entre dos concepcion­es ideológica­s, sin posible arreglo alguno.

Y tiene una lectura necesariam­ente política, inacabada además, que puede dar material próximo, porque hay insistenci­a en sacar adelante la reforma pero ahora con una ciudadanía alertada al máximo y a punto de darle mayor peso a su voz, con el voto 2021.

En este contexto, no puede obviarse que los tres alcaldes involucrad­os han marcado su intención de buscar la gubernatur­a sin tapujo alguno.

Dos de ellos son naturales aspirantes por la importanci­a electoral de los ayuntamien­tos de Chihuahua y Juárez, con el agregado de la reelección, que es un voto de confianza de la población.

Su fuerza es innegable. Sin detenernos en el contenido, han parado de tajo una reforma constituci­onal, de lo cual no existe antecedent­e cercano.

Esas reformas son de cajón, salen del Congreso y en automático son autorizada­s por los ayuntamien­tos, y promulgada­s por el titular del Ejecutivo.

Los ayuntamien­tos, el órgano administra­tivo más socavado en recursos y fuerza, da una lección histórica.

Insistimos, no puede dejar de verse con anteojos futuristas de la elección del próximo gobernador.

Han marcado muy bien su raya con algo más que tiza.

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