El Diario de Chihuahua

Comentario­s al Evangelio

RIQUEZAS

- P. Marco Antonio Estrada Rojas

Creo que para iniciar este comentario es necesario aclarar algo importante. Jesús no condena la riqueza en sí. El creyente puede tener y utilizar los bienes materiales, buscando el bienestar propio y de su familia, así como poder compartir con los demás de aquello que tiene, siempre y cuando no ponga su corazón en ellos. El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2545 dice: “Todos los cristianos han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto”.

Lo que Jesús condena y de lo que advierte a sus discípulos, es de la avaricia y del acumular riquezas egoístamen­te. Pues actuando de esta manera sólo se piensa en uno mismo, sin importar lo y los demás.

El Evangelio nos cuenta como un hombre busca que Jesús le ayude en un asunto de herencia. Pero el Señor se niega, pues él no ha venido a ser juez en la repartició­n de herencias. Podemos descubrir aquí dos cosas: Primero, lo que mueve a aquel hombre no es la justicia sino más bien el egoísmo. Tampoco le importa la relación familiar, sino sólo su persona. Segundo, Cristo no toma partido, para no favorecer equivocada­mente la injusticia. Aprovecha la situación parta dar una enseñanza a la multitud.

En la parábola que nos cuenta, encontramo­s que el error que comete aquel hombre rico, es pensar solo en él. No piensa en compartir aquellos bienes con los que se ha visto beneficiad­o. Ni tampoco piensa en aquellos que trabajarán derribando y construyen­do los graneros. Solo piensa en él mismo, hace planes en los que no incluye a nadie más. Piensa en descansar, comer, beber y darse la buena vida Planes en los que no incluye o se acuerda de Dios. No es agradecido por lo que ha recibido, ni busca ser rico de lo que vale ante Dios. Alcanzar este tipo de riqueza consiste en dejarse mover y vivir por la fe, la esperanza y la caridad. Las obras de caridad son manifestac­ión de la fe. Ser rico ante Dios, significa que la vida de fe se traduce en una vida movida por el amor poniéndose al servicio de Dios y de los demás.

El que se mueve por la avaricia, gasta su vida inútilment­e en acumular riqueza para sí mismo. Recordé el caso de un amigo que tenía una tienda, su vida se iba ahí, vivía en la bodega de la misma, solo contaba con una sencilla cama y una televisión. No se divertía ni aprovechab­a el dinero que tenía, solo lo acumulaba. Su vida, su salud y su matrimonio se vieron afectados por esa obsesión de tener más. Se enfermó y el dinero no le dio la salud, ya cuando quiso utilizar los bienes, fue demasiado tarde. Cada vez que escucho este pasaje del Evangelio me acuerdo de este amigo y pido por él.

Muchos piensan que al acumular riquezas o bienes egoístamen­te se tendrá una vida mejor, pero no se dan cuenta que se gasta y desgasta la propia vida. Se pierde la razón de ser y de vivir. Se olvida uno de lo más importante que es acumular riquezas en el Reino de los Cielos, obedeciend­o y cumpliendo la voluntad de Dios, sirviendo a los hermanos.

Pregúntate: ¿En qué estoy gastando mi vida? ¿Cuáles son las riquezas que estoy acumulando? ¿Estoy siendo egoísta? ¿Sé compartir con los demás lo que soy y lo que tengo? Que el Espíritu Santo nos impulse a seguir y vivir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. (CEDIC)

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