El arzobispo, Constancio Miranda Weckman, celebró 21 años de ordenación episcopal
El arzobispo de Chihuahua, Constancio Miranda Weckmann, celebró ayer su 21 aniversario de la ordenación episcopal, cuando recibió la consagración el 4 de agosto de 1998 al ser nombrado obispo de Atlacomulco, Estado de México.
El nacido en tierras de Namiquipa el 15 de septiembre de 1952, cursó un breve periodo de Seminario en el Bajío, continuó su formación sacerdotal en el ya desaparecido Seminario Regional del Norte, primero en Ciudad Juárez y luego en Chihuahua, las etapas filosófica y teológica, respectivamente.
Ordenado sacerdote el 30 de septiembre de 1977 para la Prelatura de Madera, después transformada en la diócesis de Cuauhtémoc-madera. Llamado al Episcopado por San Juan Pablo II, fue destinado como obispo de Atlacomulco desde 1998 hasta septiembre del 2009, año en que el Papa Benedicto XVI lo trasladó a la Arquidiócesis de Chihuahua.
Le fue impuesto el palio (indumentaria religiosa) el 29 de julio del 2010, de manos de Benedicto XVI, en la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo de Tarso en la Basílica de San Pedro. En junio del 2016 publicó el proyecto diocesano de pastoral que marca la pauta de su servicio episcopal, así como el trabajo pastoral de la Arquidiócesis.
Como cada domingo, ofició la homilía en la Catedral capitalina, donde envió un llamado a los feligreses para evitar la codicia para realmente hacer un cambio en los corazones y ser responsables de los actos de cada quien.
Hizo una mención especial para orar por los sacerdotes, por las familias, también por los inocentes que han sido asesinados y por la comunidad de migrantes que siempre están en la vulnerabilidad.
Su mensaje lo basó en el Evangelio según San Lucas, que dice textualmente lo siguiente: “En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia
Él le dijo: Hombre, ¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?
Y les dijo: Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola: Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿De quién será lo que has preparado? Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”.