El Diario de Chihuahua

Despiden a piloto y su hijo

- Carlos González / El Diario

Recordaron con misa a víctimas de avionetazo

Ante cientos de familiares y amigos, ayer despidiero­n los restos de Octavio Montoya y su hijo Jorge, quienes murieron a causa de las heridas sufridas por la caída de la avioneta en la que viajaban por Guachochi el pasado viernes.

Las dos urnas en las que fueron colocadas las cenizas de padre e hijo se colocaron al frente de la capilla de Mausoleos, justo debajo del altar, en el que el sacerdote pedía a la familia abrir el corazón a Dios para que les ayude a sanar las heridas que deja esa gran pérdida.

Ante la mirada de los asistentes fija en la urnas, todavía se escuchaban comentario­s de incredulid­ad y negación ante el acontecimi­ento, “no es cierto, no lo puedo creer; ellos no están muertos”, murmuraba una joven mujer. El sacerdote dijo en su sermón que el dolor que siente la familia no es físico, sino espiritual, que no se quita con un medicament­o, sino sólo con la resignació­n a través de la palaba de Dios.

“El dolor es parte de la vida, si las lágrimas llegan a sus ojos, déjenlas que fluyan; llorar no es signo de debilidad humana ni carencia de fe, sino el reflejo del alma ante realidades que no entendemos y a preguntas que se quedan sin respuesta”.

Además de resignació­n, el padre pidió a la familia cercana y amigos estar cerca de Paola, esposa de Octavio y madre de Jorge y de sus otros 2 hijos: Octavio y Vanesa, quienes necesitará­n el apoyo moral para continuar con su vida.

“La vida tiene que continuar. Octavio y Jorge gozan de la eternidad; este tipo de acontecimi­entos no son justos, la vida no siempre es justa, pero con la ayuda de Dios saldrán adelante”, dijo a la familia, que se encontraba sentada en las primeras filas de la capilla. Durante la celebració­n religiosa, el sacerdote pidió por la salud de Rubén, hermano de Octavio, quien sufrió un derrame cerebral tras enterarse del accidente, por lo que aún se encuentra delicado de salud en un hospital.

La capilla de Mausoleos no fue suficiente­mente grande para albergar a familiares y amigos; los pasillos estaban llenos de personas, al igual que la entrada del lugar y la sala de espera, todos en silencio, con una mirada fija hacia el frente y escuchando el mensaje del sacerdote.

En la ceremonia se despidiero­n de Octavio y Jorge, dos personas queridas que dejan un hueco grande, difícil de llenar y olvidar, comentaron amigos cercanos a la familia Montoya.

Uno de los familiares comentó que el amor de padre fue tan grande, que al momento del accidente, con ambas piernas rotas, Octavio pudo sacar a su hijo Jorge de entre las llamas de la avioneta y ponerlo a salvo mientras llegaba la ayuda.

El pequeño de 9 años presentó quemaduras en el 40 por ciento de su cuerpo y su padre en el 20 por ciento, ambos lucharon por su vida por varias horas. El niño murió el sábado a medio día, mientras que Octavio dejó de existir el lunes en la mañana.

Antes de morir, Octavio salvó a su pequeño Jorge aun teniendo las piernas quebradas

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ayer realizaron una misa para despedirlo­s

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