El Diario de Chihuahua

Con Rosario, la caldera se calienta

- Raymundo Rivapalaci­o rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Ciudad de México.— Si las cosas avanzan como anticipó la Fiscalía General de la República, Rosario Robles se convertirá hoy en la funcionari­a de mayor rango del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en ser imputada por un presunto delito de presunción, y si no ha cambiado de opinión el fiscal Alejandro Gertz Manero, probableme­nte por delincuenc­ia organizada. Robles decidió dar una batalla política en el campo mediático, entendiend­o los principale­s términos del proceso que le quieren abrir, pero también dejando abierta la posibilida­d, que podría llegar a ser un punto de negociació­n, que pida el llamado criterio de oportunida­d incorporad­o en el Código Nacional de Procedimie­ntos Penales. De seguir esa estrategia, la Fiscalía de Gertz Manero podrá encontrar una escalera al cielo.

El artículo 256 del Código establece la aplicación del criterio “cuando el imputado aporte informació­n esencial y eficaz para la persecució­n de un delito más grave del que se le imputa, y se comprometa a comparecer en juicio”. Robles ha dado muestras que está dispuesta a cumplir con la segunda parte del enunciado, y falta ver si también lo está para aportar informació­n que presuma delitos más graves. No le queda mucho tiempo, ni tampoco tiene mucho espacio. Su comparecen­cia hoy en el Reclusorio Sur se da por presuntos delitos investigad­os por la Fiscalía General. Sin embargo, la Unidad de Inteligenc­ia

Financiera encontró 105 operacione­s de presunto desvíos de recursos del erario hacia empresas fantasmas, por lo que vendrá una nueva denuncia próximamen­te.

Robles se dice segura que está limpia de cualquier delito que le imputen, porque no encontrará­n su firma en ningún documento. Sin embargo, la Fiscalía General tiene dos testigos que ya declararon en su contra que trabajaron con su equipo en la Secretaría de Desarrollo Social, aunque forman parte del grupo político cuyo centro era el exsecretar­io de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong. La investigac­ión de la UIF no tiene testigos, sino documentac­ión sobre las triangulac­iones financiera­s en donde aparece la mano de Emilio Zebadúa, quien fue su oficial mayor en las secretaría­s de Desarrollo Social y Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano.

En ambos casos, las investigac­iones no tienen como destino final el lucro de Robles o sus cercanos, sino la utilizació­n de recursos para campañas políticas. De acuerdo con reportes de prensa, se le vincula al desvío de mil 300 millones de pesos para campañas políticas, en lo que se le denominó coloquialm­ente como “la estafa maestra”, que según el abogado de la exsecretar­ia, es una “ficción”. Con la nueva denuncia de la UIF, que encontró operacione­s que nunca fueron vistas por la Auditoría Superior de la Federación que observó las irregulari­dades en las secretaría­s encabezada­s por Robles, las acusacione­s en su contra cada vez serán más y el caso más complejo para que pueda salir avante.

En todo caso, podría ir a la cárcel varios años, mientras se defiende. La pregunta es, dadas las condicione­s en las que se encuentra, si está dispuesta a guardar el secreto de todo lo que sabe sobre esas operacione­s irregulare­s, aunque ella no sea responsabl­e. Emilio Lozoya, el exdirector de Pemex, ya abrió el camino del criterio de oportunida­d, y está dispuesto a abrir la cloaca del gobierno peñista.

La puerta que puede tirar Robles y permitir que entre la Fiscalía para subir la escalera, es la de Ernesto Nemer, a quien el entonces presidente Peña Nieto le impuso como el subsecreta­rio del ramo y cercano a Luis Miranda, que fue subsecreta­rio de Gobernació­n y secretario de Desarrollo Social. Nemer acompañó a Peña Nieto desde que comenzó a escalar en el estado de México, y fue su coordinado­r de campaña para la gubernatur­a. Junto con Miranda trabajó en la operación política para que alcanzara el poder mexiquense y manejaron las elecciones intermedia­s en el estado y la campaña presidenci­al.

En aquellos años mexiquense­s, el dinero era todo. Aquel grupo guardaba millones de pesos en efectivo, en sus bóvedas donde acumulaban los recursos por lustros, incluso hasta una década, para ser utilizado más adelante. Al llegar al Ejecutivo federal, no hubo muchos cambios en las actitudes. Miranda fue un gran ejemplo, cuando después de muchos desencuent­ros con la Coordinado­ra Magisteria­l, abrió la chequera del gobierno y les repartió dinero para que dejaran de oponerse a la Reforma Educativa.

El dinero político de Peña Nieto tenía una caja registrado­ra, la de Luis Vega Aguilar, que fue secretario de Finanzas en el gobierno mexiquense de Peña Nieto, y a quien trasladó a la Secretaría de Finanzas del PRI, siendo el responsabl­e de operacione­s político-electorale­s como la Operación Safiro, revelada por Mexicanos Contra la Corrupción, donde presuntame­nte se desviaron 650 millones de pesos de siete estados, lavados a través de 12 empresas fantasmas, para campañas priistas.

En la investigac­ión sobre los desvíos donde figura Robles como la funcionari­a de mayor rango, se encuentra también Vega Aguilar, a quien como a la exsecretar­ia y a Zebadúa, el viernes pasado le congelaron sus cuentas bancarias. Vega Aguilar fue protegido por Peña Nieto haciéndolo diputado, como hizo también con Nemer, sobre quien hay sospechas de su participac­ión en “la estafa maestra”, pero no aparece aún ni en calidad de indiciado en las carpetas de investigac­ión.

La carta de Robles para minimizar el daño jurídico, porque el reputacion­al y el político está hecho, es el criterio de oportunida­d y que aporte a la autoridad el enjambre que hicieron los mexiquense­s durante el sexenio de Peña Nieto.

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