Tras la tragedia; politiquería y riesgo de censura
Chihuahua, México y el mundo nos horrorizamos luego de la tragedia en el centro comercial en El Paso, Texas, y tras ella el dolor y la condena; pero también la politiquería y el riesgo de censura, porque no es nuevo que en aras de censurar los “discursos de odio” se trate de manipular para censurar la libertad de expresión.
Antes de tratar de discernir los riesgos y excesos del “discurso de odio” es importante señalar la abismal diferencia entre los discursos negativos y de odio desde la esfera del poder político, a la libertad que debe gozar cualquier persona de expresar lo que piensa.
Primero hay que analizar lo que ha sucedido hace una semana después del atroz crimen, la comunidad fronteriza se estremeció por un par de tragedias similares, donde dos jóvenes de 21 y 24 años de edad dispararon indiscriminadamente contra decenas de personas.
El ataque en El Paso, Texas, fue considerado el octavo más mortal en la historia de los Estados Unidos, y tras ella políticos, sociólogos, psicólogos y en fin toda la sociedad tratamos de respondernos la pregunta del porqué suceden estos hechos.
A diferencia de otras acciones de esta naturaleza, prácticamente todas las críticas se fundaron en el “discurso de odio”, en este caso, el promovido y fomentado por el presidente de los Estados Unidos. Claro para los políticos que no comparten sus ideas y formas es la mejor forma de atacar, lo que se ha degradado en
una politiquería barata que amenaza en distorsionarse hasta dejar de lado el verdadero problema que persiste en la sociedad, no sólo la estadounidense: el desprecio por la vida.
Esa politiquería llevó ya al gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado, a anunciar una carrera binacional; ¿a poco con ello se acabará el odio y enojo que sienten los ciudadanos estadounidenses por la migración de Centroamérica?
La tragedia de El Paso ocurre en un momento peculiar, y al momento se pueden observar varias causas: jóvenes enojados y sin rumbo; enfermedades mentales, conflictos laborales y desacuerdos familiares.
Desde luego que un discurso de odio promovido desde las esferas del poder es un detonante para que todos estos problemas se conjuguen y lleguen a esta tragedia, que se puede asegurar ningún político desea, aunque muchos lo aprovechen.
Sin duda lo ocurrido en El Paso no se puede desligar del debate sobre inmigración y seguridad fronteriza, un tema que hemos analizado en varias ocasiones en este espacio, lo que debe provocar un replanteamiento de la política de los Estados Unidos en contra de los migrantes, ya que ha degenerado en una amenaza de nacionalistas blancos militantes y las formas de detenerla es muy complicada ya que deben incluir medidas de control de armas. Discurso de odio
A parte de la politiquería que han generado de ambos lados de la frontera aprovechando la situación, se trata de censurar la libertad de expresión en aras de atacar el supuesto “discurso del odio”.
Al intentar definir el discurso de odio, muchos lo han determinado como ciertos mensajes ofensivos, violentos, discriminatorios, y sexistas, entre otros, que recalcan expresiones de rechazo a cierto grupo o individuo y aseguran por lo tanto no debería permitirse.
Muchos están conscientes que no existe un concepto ni tratamiento uniforme y consensuado sobre lo que es y no es el discurso de odio, y ante esta falta de claridad sobre qué es y cómo deben atenderse los intentos desde la política de manera restrictiva se ven más como un intento de coartar la libertad de expresión.
Como se trató de discernir en este espacio en meses anteriores, uno de los malos ejemplos de esta forma de presión, podemos citar lo que ocurre en Venezuela con la mal llamada “Ley contra el Odio”, que fue aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente misma que establece penalidades de hasta 20 años de prisión a quien distribuya informaciones que el gobierno considere que socavan la “tranquilidad pública”.
¿Tiene el gobierno la capacidad, pero sobre todo la calidad moral para definir cuál es un discurso de odio y cuál no?… creo que nadie puede otorgarle confianza a ningún gobierno, lo único que deberían evitar es que ellos hagan eso.
Aquí en nuestro país no estamos muy lejanos de que los políticos caigan en esta tentación de controlar lo que se dice o escribe, basta sólo recordar la intención de elaborar y votar una Constitución Moral, que hasta el momento todo ha quedado en una Cartilla Moral dirigida principalmente a los funcionarios del nuevo gobierno federal.
Y para mayor ejemplo la Ley de Publicidad gubernamental que duerme el sueño de los justos en el Congreso del Estado, con la cual se intenta dar vida a un “ombudsman de la información”, o censor oficial que determine quién brinca ese límite dentro de lo que se puede o no escribir, y transmitir en los medios.
Como lo señalan investigadores sociales enmarcados en la organización Article 19; “Los riesgos intrínsecos a restringir la libertad de expresión bajo justificaciones enmarcadas en el discurso de odio pueden ser también la sobreprotección de ciertos grupos, una sobreinclusión o incluso restricciones desproporcionadas que invisibilizan el problema, la gravedad y la intencionalidad que pudiera ser inminente para responder de manera adecuada”.
Por ello concuerdo que es imprescindible un debate amplio sobre el tema, pero primero que la censura a este discurso de odio se centre exclusivamente en las esferas del poder y no en los medios, en la población en general.