El Diario de Chihuahua

La ‘justicia’ política

- Sixto Duarte

Hace algunas semanas, un juez federal giró una orden de aprehensió­n en contra del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin. Lozoya es acusado desde hace meses de haber incurrido en actos de corrupción, en la compra de una planta industrial, cuando era director de Pemex. Igualmente, su involucram­iento con el tema de Odebrecht tuvo que ver con estos hechos.

Después de otorgarse las órdenes de aprehensió­n contra Lozoya, se giraron órdenes también contra su esposa, su madre y su hermana. Son diversas las acusacione­s, pero todas tienen que ver con Lozoya. Es muy probable que, si la acusación contra Lozoya no fuera tan atractiva desde la óptica mediática (por ser este un exfunciona­rio del gobierno de Peña) lo más seguro es que no se hubieran integrado carpetas contra su familia. El elemento detonador de este proceder, fue precisamen­te la negativa a entregarse por parte del exdirector de Pemex. Sostiene que no hay garantías para enfrentar un juicio justo.

Al ver esta negativa, la Fiscalía General de la República instruyó la detención de la familia de Lozoya, ejerciendo de esta manera una presión sobre el exfunciona­rio, para que decida entregarse, a cambio de que dejen en paz a su familia. Una fórmula similar a la referida por el exgobernad­or Javier Duarte, en un video presentado a los medios de comunicaci­ón en días recientes, mismo que fue grabado momentos antes de su captura.

La madre de Lozoya, Gilda Austin de 71 años de edad, fue detenida en Alemania en relación con los hechos antes narrados. El Gobierno federal no tuvo límites para detener a la madre del acusado, presionánd­olo para entregarse. Incluso los grupos del crimen organizado tienen códigos, no así el gobierno.

Desafortun­adamente, los gobiernos han encontrado en las prácticas inquisitor­ias, y en el uso faccioso de la procuració­n de justicia, una manera de justificar su inacción, su incompeten­cia, o ambas. A través de golpes “espectacul­ares”, pretenden esconder los resultados de sus malas gestiones.

De paso, dan a los asistentes al Coliseo Romano lo que estos tanto piden, que es sangre. En relación con las demás tareas que todo gobierno debe realizar, las mismas pasan a un terreno secundario, pues lo más importante es satisfacer un deseo de venganza política.

El aparato de procuració­n de justicia no debe usarse como ariete político; de ahí que se requiera dotar al Ministerio Público de una verdadera autonomía, pues la reforma constituci­onal que trajo consigo la creación de la Fiscalía General de la República, parece no ser suficiente. Prueba de ello, es que el presidente a cada rato habla de que no intervendr­á en las decisiones de las autoridade­s encargadas de procurar justicia. Si existiera un verdadero límite a ello, el presidente ni siquiera tendría que mencionarl­o.

Vemos que, en países más desarrolla­dos que el nuestro, tales como Estados Unidos y algunos ejemplos europeos, la voluntad de ejercer acción penal contra X o Y personaje, no dependen del momento político. Incluso, se ven ejemplos como el hecho de investigar al propio presidente, tal como le sucedió a Clinton y a Trump, por conducto de fiscales especiales.

El cargar la procuració­n de justicia con un elemento político y coyuntural, pervierte esta, pues mientras la política implica buscar acuerdos y consensos en pro de la mayoría, la justicia debe ser ciega y proteger al ciudadano, incluso en contra de la mayoría. De ahí que, como he repetido en diversas ocasiones en este mismo foro, los juzgadores no sean electos mediante el voto popular.

Quizá muchos esperan que haga un pronunciam­iento en relación con los hechos ventilados en días recientes, en donde a un miembro de mi familia directa se le involucra en presuntos actos de corrupción. El único ‘delito’ que en realidad se puede acreditar al acusado, es tener un vínculo familiar con el exgobernad­or César Duarte.

Si bien sí tengo muchas cosas qué decir, y citar muchos excesos en que ha incurrido el gobierno de Javier Corral en esta nueva embestida contra todo lo que huela a Duarte, creo que por ahora lo omitiré, para no entorpecer las investigac­iones, ni contaminar un proceso, ya de por sí contaminad­o. Lo hago con la convicción de que, al final, la justicia se sobrepone a todos los excesos en que incurren los que temporalme­nte detentan el poder. Al final, el veredicto dictado en el tribunal de la historia es inapelable.

A todos aquellos que han externado su solidarida­d en esta etapa, sirva este espacio para expresarle­s mi imperecede­ra gratitud.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico