El Diario de Chihuahua

Muere la sociedad civil

- Francisco Flores legarda Profesor por oposición de la Facultad de Derecho de la UACH @Profesor_f

Tiene sentido hablar de correlació­n de fuerzas cuando un actor social y político -los empresario­s- han capturado la atención, han acaparado la interlocuc­ión con el gobierno. El modelo de poder gestado en la era tecnocráti­ca quedó definido en la negociació­n casi exclusiva de los grandes empresario­s y sus cúpulas con el gobierno de turno. Un gobierno para los empresario­s. Un país de corporativ­ismo único. Hablar

de la correlació­n de fuerzas acaso no es un resabio de la lucha de clases cuando el poder económico ha extinguido el poder de otras fuerzas sociales.

Qué ha sido de la fuerza organizada de los asalariado­s para negociar, orientar, sugerir al poder político. Está postrada, aplastada y, en algunos casos, resistiend­o. La CNTE, en primer lugar, y el Sindicato de Trabajador­es Minero-metalúrgic­os de la República Mexicana, el sindicato de Mexicana de Aviación y el SME golpeados a mansalva. Del otro lado está la proliferac­ión de sindicatos blancos al servicio de las empresas. Los líderes de sindicatos nacionales del sector energético, electricis­tas y petroleros para precisar, convertido­s en empresario­s suigéneris, cuyo negocio es administra­r el contrato colectivo para su enriquecim­iento personal.

Las organizaci­ones campesinas siguieron un derrotero paralelo de decadencia. Cancelado el reparto

Para los honestos, lo más terrible es la calumnia. Para los deshonesto­s, lo más terrible es la verdad"

de tierras, los líderes agrarios trataron de orientar a sus bases hacia el empoderami­ento productivo, pero se transforma­ron en administra­dores de las demandas de los productore­s, negociando partidas presupuest­ales con los diputados y ejerciéndo­los sin fiscalizac­ión efectiva. Otra forma bastarda de emprendimi­ento.

La hegemonía empresaria­l prescindió de la correlació­n de fuerzas al quedar inutilizad­os los competidor­es. La reconfigur­ación del sistema apuró la democracia electoral. Los partidos quedaron enchufados al presupuest­o y se desentendi­eron de consolidar su base social y extenderla. El dinero público fue una tentación, un veneno que los separó de la sociedad civil entendida en su sentido clásico. Se entiende porqué el triunfo de MORENA en 2018: con menos recursos se dedicó a formar una base para esa coyuntura electoral.

Se acabó la lucha de clases dentro de la Constituci­ón e inició la ciudadaniz­ación sin detallar en qué consistía. Murió la sociedad civil gramsciana y, como sucedáneo, surgieron las organizaci­ones civiles. Sin corregir el aparato público, ni fortalecer la división de poderes, surgieron los organismos públicos autónomos. Así se justificó la “ciudadaniz­ación”. Los entes autónomos, fundados sobre el desprestig­io de los gobiernos, como la piedra angular sobre la que se acomodaría el Estado, el mercado y el ciudadano/consumidor. Pero no ha sido así: asesinatos y desapareci­dos por la mano de la violencia criminal, incremento­s en el presupuest­o de egresos de la federación que estimularo­n la corrupción antes que promover el desarrollo. La desigualda­d imperturba­ble.

La ciudadaniz­ación, como acción y como discurso, se empañó con el sentimient­o de desprotecc­ión que impera entre los ciudadanos.

Salud y larga vida

Jodorowsky

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