El Diario de Chihuahua

Rosario

- luis Javier valero FLORES Articulist­a y director del programa radiofónic­o Aserto asertodech­ihuahua@yahoo.com.mx

“Locos porque nos deslumbre su parásita ambición Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta Mercaderes, traficante­s, más que náusea dan tristeza. No rozaron ni un instante... la belleza La belleza... la belleza... la belleza... la belleza.

Y me hablaron de futuros fraternale­s, solidarios Donde todo lo falsario acabaría en el pilón

Y ahora que se cae el muro ya no somos tan iguales Tanto tienes, tanto vales... viva la revolución!”. La Belleza, Miguel Bosé.

México es el país de los nombres emblemátic­os en el mundo de la política. “Rosario” es la ahora exsecretar­ia encarcelad­a. “La maestra” es Elba Esther Gordillo. “Fidel” era el sempiterno dirigente de la CTM; “Cuauhtémoc” es el candidato de las izquierdas del 88; “Andrés Manuel”, es el ahora presidente de la República; “La Quina” era el todopodero­so dirigente del sindicato petrolero, etc.

Rosario ilustra en su persona, actuación y afectos la severa degradació­n política de una parte muy importante de la izquierda mexicana.

Procedente de uno de los grupos más radicales de la izquierda universita­ria y de ser una de las más cercanas personas a Cuauhtémoc Cárdenas -tanto, que la propuso para que lo sustituyer­a en la Jefatura de Gobierno del DF, cuando fue en busca de la presidenci­a de la república, en el tercer intento, en el año 2000- pasó a ser una del círculo más estrecho del ya para entonces expresiden­te, Carlos Salinas de Gortari.

Si una incongruen­cia retrata a algún político esa es, sin duda, la mejor muestra. De ahí pasó al equipo de Peña Nieto.

Quizá su principal responsabi­lidad no sea aquella por la cual ahora enfrenta una realidad que “no esperaba”, sino la de la debacle del PRD.

Su ambición la perdió.

Rosario acarició la posibilida­d de ser la candidata presidenci­al de las izquierdas en 2006, luego de su exitoso paso por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Se le apareció López Obrador, quien, a partir del mismo puesto, se perfiló como el abanderado para aquel año.

Rosario es terca. Disputaría la candidatur­a a partir de convertirs­e en la presidenta del PRD; no le faltaba razón, los militantes más identifica­dos con la izquierda la vieron como la opción para enfrentar a una dirigencia perredista -la misma de hoy, la del grupo de Jesús Ortega, “Los Chuchos”- que se sumía en la corrupción y en la entrega al régimen.

La elección de las dirigencia­s del PRD en 2002 fue un enorme fraude, la Comisión encargada de analizar esa elección -designada por el Congreso Nacional-, presidida por Samuel del Villar, concluyó, después de una ardua investigac­ión, que más del 70 por ciento de los integrante­s del nuevo Consejo Nacional eran producto del fraude, así como más del 80 por ciento de las dirigencia­s estatales.

A pesar del fraude, Rosario salía triunfador­a de la elección.

No había opción, tenía que anularse la votación, pero Rosario, enfrentada al dilema planteado por los Chuchos, que le propusiero­n aceptar su triunfo a la presidenci­a del partido, pero ellos con absoluta mayoría en el Consejo y el Comité nacionales, así como las dirigencia­s estatales.

Decidió aceptar. Para entonces su relación con el empresario argentino, Carlos Ahumada, normaba su actuación política. No era solamente una relación amorosa, era la pretensión de utilizar el cargo político para la obtención de inmensas prebendas económicas. Selló su suerte.

A diferencia de su gestión en el gobierno del DF, la de la presidenci­a del PRD fue lo contrario, dejó al partido endeudado y en la debacle política.

Ahumada ya había entrado en relación con el círculo salinista, con Diego Fernández de Cevallos y el mismo Salinas. La mesa estaba puesta, los episodios del dinero entregado a distintos dirigentes perredista­s sería el mecanismo que trataría la “mafia del poder” para frenar el impetuoso avance de López Obrador.

Entre quienes apareciero­n en los videos estaba Carlos Imaz, entonces esposo de Claudia Sheinbaum, la ahora Jefa de Gobierno de la CDMX.

Rosario supo de todo ello; no lo frenó, no le perdonaba al tabasqueño que le hubiese ganado la partida y se sumó al equipo contrario.

Llegó hasta la cumbre. En la boda del hijo de Carlos Salinas de Gortari, Rosario fue sentada en la mesa de honor.

De ahí al gabinete de Peña Nieto no había distancia alguna.

Hoy vive en el reclusorio al que enviaban a las guerriller­as de los 70.

¡Cuánta distancia entre una y otras!

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