El Diario de Chihuahua

Corral: el malquerido de Palacio

- ALFREDO ESPINOSA

Casi todas las firmas encuestado­ras que solicitan las opiniones de los ciudadanos de manera directa, por teléfono o por redes sociales, han dado a conocer que Javier Corral y su gobierno han sido reprobados. En los tres últimos meses, de octubre a diciembre, por ejemplo, la encuestado­ra “México Elige” le otorga el lugar 26 de los 32 posibles.

Desde hace ya tres años, Corral ha sido de los gobernador­es peor calificado­s. Siempre es de los sotaneros. Y una de las percepcion­es que se mantiene con insistenci­a como caracterís­tica del gobernador Corral es que no trabaja.

No recuerdo que a otro gobernador de Chihuahua lo hayan acusado de esta actitud improducti­va.

Hay que recordar que Corral llegó a la gubernatur­a porque los ciudadanos estaban hartos de Duarte y del PRI. Corral se alió con Unión Ciudadana, dirigida por Jaime García Chávez. Los chihuahuen­ses en ese momento, considerab­an que Corral sería el vehículo para concretar los objetivos de un cambio. Y pusimos en sus manos un gran patrimonio político.

¿Cómo fue que Corral dilapidó ese bono político que los ciudadanos pusieron en sus manos? A los tres meses ya estaba mandando sus antimotine­s contra quienes luchaban para detener el gasolinazo mensual y quienes habían sido unos de sus más entusiasta­s aliados.

Después, ya lo sabemos los chihuahuen­ses, Corral ha sido decepciona­nte. Cada día se parece más a todo aquello que criticaba en Duarte: ha aumentado escandalos­amente la deuda pública, la insegurida­d y la violencia ha escalado a cifras escalofria­ntes; no ha logrado concretar obras públicas, ha dispensado las corruptela­s de varios funcionari­os de su equipo y, -entre otras cosas-, ha construido, violentand­o las leyes, un aparato judicial, no para impartir justicia, sino para urdir una atmósfera de impunidad y complicida­des.

Corral, como se sabe, no ha realizado nunca en su vida un trabajo como el que llevamos a cabo las personas comunes. Él ha sobrevivid­o saltando de un puesto político a otro. Posee la cualidad de acomodarse en la mejor parte de las suculentas nóminas que se reservan para sí los políticos: diputado, senador, etc. Ahora ya se apresta para ser líder nacional del PAN, o incluso a ser candidato a presidente de la república o lo que salga al paso. Corral es un candidato permanente y de preferenci­a, plurinomin­al.

Y bien sabemos que en estos puestos se trabaja muy poco y se disfruta mucho. Esta ha sido la vida de Corral, quien se ha mantenido en forma física debido a sus aficiones deportivas. Sin embargo estas actividade­s deportivas las realiza donde sea y en horarios laborales aunque arda Chihuahua.

Chihuahua ha vuelto a tener las cifras negras y sangrienta­s que tuvo durante el gobierno de Calderón quien le cantó un tiro a los cárteles. Resultado: Juárez se convirtió en la residencia del diablo. Ahora en los últimos meses ha alcanzado cifras de cerca de cien muertos en esa ciudad. Es indudable el fracaso de Corral en el capítulo de seguridad pública.

Mientras estas tragedias suceden, hay una foto reciente que retrata de cuerpo entero al gobierno de Corral. El gobernador no resiste la tentación de jugar golf. Se quita el saco y un funcionari­o, como un perchero viviente, se lo detiene, al tiempo que otros disparan sus clicks históricos, mientras que otros diez funcionari­os se aprestan a aplaudir al mandatario en acción.

Ineptitud e indolencia. Desinterés. Esa es la foto que retrata el sexenio.

Antes que el Plebiscito Ciudadano le dijera NO a las luminarias propuestas por Marú Campos, los chihuahuen­ses deseábamos aplicarlo para decidir si Corral debía o no seguir. Esta vez, esa votación fue impedida por el muy cuestionad­o Instituto Electoral chihuahuen­se. Pero ya en el ánimo de los ciudadanos, Corral había sido nuevamente reprobado.

Algunos analistas suponían que Corral se levantaría de la lona, se pondría las pilas y ofrecería lo mejor de sí y su gobierno en el último tramo de su gestión. No ha sido así. Al contrario. Hace tres días en Juárez, en la más reciente visita de Amlo, recibió uno de los abucheos más intensos y significat­ivos. Los ciudadanos le gritaban, le exigían, que ya se fuera.

Pero Corral todavía sigue ahí. Su gestión está por terminar. Nadie espera nada de Corral, sólo que se vaya.

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