La visita del presidente
Ciudad Juárez.– El presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo en Ciudad Juárez el pasado viernes. Su séptima visita al estado y la segunda a esta frontera desde que es presidente, poco más de un año con un mes, y ya se anota en ese breve tiempo como el mandatario federal que más hay visitado la entidad, aunque habrá que revisar muy bien el resultado de tales visitas. Y también habrá que apuntar que, antes de su calidad presidencial, ha estado en Chihuahua innumerables veces.
Es necesario precisar que, desde 2005 que inició su camino hacia la Presidencia de México, López Obrador es, sin duda alguna, el político que más ha recorrido el territorio nacional en campaña permanente. El mismo afirma que es el único que conoce a la perfección los más de dos mil 500 municipios que existen en nuestro país, lo cual debe ser cierto por las veces que ha viajado por la República mexicana.
En ese contexto pues, no es de extrañar que haya venido tantas veces a nuestra entidad y a la ciudad, no obstante que antes del 2018 la aceptación entre los chihuahuenses a su proyecto de gobierno distaba mucho de ser lo que hoy es. Hay una distancia abismal entre el apoyo que los norteños en general daban a Andrés Manuel, y los chihuahuenses no éramos la excepción, antes del 2018 y la extraordinaria acogida que recibió el viernes pasado. Una diferencia de la tierra al cielo. Así de abismal.
En mi caso particular, pese a mis diferencias de fondo con la ideología política y el estilo de gobernar del Jefe del Ejecutivo federal, no puedo dejar de reconocer el enorme aprecio y reconocimiento que le brinda la gente, sobre todo la gente pobre, la gente que más necesidades tiene, aunque tal aprobación no es privativa solo de ese sector de la población, durante los eventos realizados en la visita presidencial pude darme cuenta que también tiene numerosos seguidores entre empresarios, académicos, profesionistas y muy diversos sectores de la sociedad chihuahuense, lo cual no deja de causarme cierto asombro o desconcierto al menos.
López Obrador inició su administración con decisiones que, más allá de lo polémico o controversial que pudieron resultar, le significaron un alto costo a las finanzas de la nación, como la cancelación del NAICM una obra que tenía un avance superior al 40 por ciento y una inversión cuantiosa ya realizada, pero a la que se tuvieron que sumar los costos inherentes a la cancelación unilateral del gobierno, pero además habrá que incluirle costos adicionales (aun no cuantificados o estimados) derivados de la deficiente operación de un aeropuerto a todas luces insuficiente el día de hoy.
La cancelación del NAICM, la construcción de la refinería de Dos Bocas, la construcción del Tren Maya y otras decisiones similares alejaron al presidente, al menos ideológicamente, de un gran sector de la población mexicana, los empresarios, pero, debemos reconocerlo, lo acercaron a las grandes masas desprotegidas por décadas en anteriores gobiernos.
También debo reconocer, o al menos destacar, que la intención de López Obrador por cerrar la brecha entre ricos y pobres parece genuina, aunque en el intento por lograrlo ha ido polarizando cada vez más, peligrosamente, los posicionamientos entre unos y otros, al punto de generar abiertas confrontaciones entre “fifís” y “chairos”, sólo para usar los términos coloquiales con se ha etiquetado a la sociedad en su conjunto. Si apoyas al presidente eres chairo y si estás en contra eres fifí, aunque tales definiciones estén muy alejadas de la realidad.
Por todo ello es que en esta colaboración editorial quiero centrarme en los resultados concretos de la visita presidencial. Más allá de lo anecdótico, pintoresco o populachero que pudiera resultar más atractivo, al comentar sobre la efusiva y cálida recepción que le dieron los juarenses al presidente.
Primeramente, debo decir que la conferencia mañanera realizada en esta ciudad el pasado viernes, ha sido una de las más desangeladas que he visto del presidente.
Había apenas dos filas de sillas con reporteros (las demás estaban ocupadas por personal de las áreas de comunicación social del municipio y del gobierno estatal), y de esas dos filas (unas 30 sillas) la mitad estaba ocupada por reporteros de la fuente presidencial, es decir, reporteros de la Ciudad de México que lo acompañan durante sus giras por el país, y no es que hubiera poco interés entre los medios de Juárez para cubrir la mañanera del presidente, nada de eso, sino que más bien hubo demasiados obstáculos y barreras que lo impidieron. No se brindaron las facilidades adecuadas y necesarias a los medios y periodistas locales.
Personalmente, y aun habiendo cumplido todos los trámites y requisitos de acreditación, decidí no asistir porque me pareció que no había las condiciones adecuadas para ello.
No podíamos ir directamente al lugar (por nuestros propios medios), había que acudir a un centro comercial (a las 4 de la mañana) desde ahí nos llevarían en un camión (no dijeron sin de redilas) hasta la guarnición de la plaza y esperar ahí el inicio del evento a las 7, es decir ¡dos horas de espera en medio del frío de esa hora! Tampoco autorizaron las transmisiones en vivo que algunos medios solicitaron, entre ellos dos en los que colaboro.
Además de todo eso, restringieron exageradamente los lugares o espacios para cada medio de comunicación, al punto de hacer inoperante una cobertura efectiva y adecuada lo que redundó en una muy baja asistencia de periodistas y medios de comunicación a la conferencia del presidente, situación que expongo aquí más que como una queja, como una explicación que les pueda servir a los organizadores para futuros eventos similares.
En mi opinión, la cobertura mediática pudo ser mucho mejor de lo que fue si se hubieran brindado las facilidades mínimas requeridas. Pero más allá de tales consideraciones, de fondo, lo ocurrido pone de relieve una muy pobre atención y reconocimiento a los medios de comunicación, así como a la importancia de los mismos en la difusión del trabajo, las obras y las acciones de los gobiernos.
Ahora pasemos a los hechos concretos de la visita. Se abordó a profundidad el tema de la seguridad pública, el presidente López Obrador abundó sobre cifras e índices delictivos que, en su mayoría, están a la baja según la estadística oficial. Hizo un reconocimiento público al presidente municipal Armando
Cabada, por ser partícipe activo en esta disminución de hechos delictivos con dos acciones concretas el mismo López Obrador remarcó: atender de manera personal las reuniones de seguridad y la implementación de un programa contra las adicciones entre jóvenes.
No obstante lo detallado en la exposición del tema, no se asumieron acuerdos concretos por parte del Ejecutivo federal, en cuanto al incremento de efectivos de la Guardia Nacional en nuestra ciudad. Se informó de la instalación de un centro regional de inteligencia en esta frontera, aunque no se dijo para cuándo.
En materia de salud, el presidente hizo un compromiso de concluir los hospitales pendientes en Juárez para lo cual incluyó en el compromiso al gobernador del estado, aunque ninguno de los dos precisó tiempos para cumplir el objetivo.
Tampoco se dijo cuándo se dará cumplimiento, al 100 por ciento, a la instauración de una Zona Libre o Franca en la frontera norte de México, que incluya a nuestra ciudad, como lo ofreció en su arranque de campaña aquí, el domingo 1 de abril del 2018, ni de qué modo se corregirán las deficiencias con las que hoy opera el Decreto de Estímulos Fiscales (reducción de IVA e ISR), mismo que no ha permeado en beneficios generales a los juarenses y sí ha complicado en extremo el control contable y tributario de las empresas. Hoy, es una innegable realidad que no todos los juarenses pagamos el ocho por ciento de IVA ni se ha reducido el ISR al 20 por ciento de manera general, ni se ha disminuido el IEPS como lo ofreció. Son dos grandes pendientes del presidente.
El primer mandatario del país dijo aquí en Juárez que EU aprobó ya la extradición del ex gobernador Cesar Duarte, aunque tampoco dio fecha estimada para consumarla; sobre la mina en Samalayuca dijo que no se hará nada en contra de la voluntad del pueblo, salvó al gobernador Corral de la tremenda abucheada que recibió en el Gimnasio de Bachilleres y apapachó políticamente al alcalde Armando Cabada. Hizo compromisos, dio notas, hizo política pura, ahora le corresponde a su representante Juan Carlos Loera de la Rosa el seguimiento y cumplimiento a todo eso.
En resumen, el presidente escuchó a la gente, al pueblo, a su pueblo que tanto lo quiere ¡bien por eso! Pero también debería escuchar igual a quienes difieren de él, a quienes pensamos diferente. Eso sería un verdadero gobierno democrático no solo para su pueblo, sino para todo el pueblo. Ojalá que así sea.