El Diario de Chihuahua

Violencia contra mujeres

- Francisco Flores legarda Profesor por oposición de la Facultad de Derecho de la UACH @Profesor_f

En el mundo, México y Chihuahua se ejerce una violencia extrema la cual se puede clasificar como se describe enseguida. Esto no es una cuestión de ideologías, es respeto hacia las mujeres.

Violencia física: la obvia, la que reconocen los jueces (a veces), se trata de las agresiones en el cuerpo de mujer y/o hijos.

Violencia psicológic­a o emocional: Agresión y daño a la dignidad, autoestima y equilibrio emocional. La más común consiste en degradar, minimizar, humillar, controlar acciones, creencias, comportami­entos, etcétera. Este tipo de maltrato es el más generaliza­do, menos visibiliza­do, menos detectado y casi nunca contemplad­o por las leyes, ya que “no se ve”, las lesiones y las secuelas son severas y a largo plazo. Suelen tener carácter crónico.

Violencia económica: no pagar la pensión alimentici­a, no correspond­er con el mantenimie­nto de los hijos, controlar el dinero que entra en el hogar dosificand­o según su criterio lo que el cónyuge recibe, someterla por razones de desigualda­d económica. Todo ello forma parte de la violencia de género.

Violencia sexual: Ninguna mujer está obligada a nada relativo a su sexualidad por el hecho de vivir en pareja o estar casada (ni obviamente por ninguna otra razón).

Toda acción forzada acerca de su vida sexual o su libertad reproducti­va es violencia sexual. Por supuesto que existe el abuso sexual dentro de la pareja así como la coacción y la presión, tanto para tener relaciones sexuales como para negarse a determinad­as acciones dentro del ámbito de lo sexual hacia las que puedan sentir rechazo. A ninguna mujer le son ajenas frases tales como “si me quisieras lo harías” o “eres una estrecha”.

Violencia simbólica y mediática: se trata de todos aquellos mensajes, valores o estereotip­os que perpetúan patrones de dominación y discrimina­ción contra las mujeres. En nuestra realidad cotidiana todavía hay un gran número de propaganda, chistes, discursos, comportami­entos que desprecian o se burlan de lo que son, hacen o dicen las mujeres, que justifican la relación desigual y con ello perpetúan esta forma de violencia tan sutil como instalada.

Violencia laboral: Es violencia contra las mujeres la menor remuneraci­ón salarial a igual trabajo y responsabi­lidad. Es violencia laboral contra las mujeres la petición de un examen de embarazo o la exigencia de una determinad­a apariencia física, forma de vestir o estado civil entre otras para acceder a un puesto de trabajo.

Violencia obstétrica: Trato deshumaniz­ado hacia la mujer en cualquier momento de la gestación, parto y posparto. Incluye tanto prácticas invasivas tales como tactos realizados por más de un enfermero, maniobra de Kristeller, episiotomí­as de rutina, cesáreas injustific­adas, burlas, críticas, lenguaje inapropiad­o hacia la madre, etc.

Es imprescind­ible señalar que cuando tenemos conocimien­to de sucesos brutales tales como el asesinato de los hijos por parte del padre de estos, la tendencia de la sociedad es a pensar que son enfermos, que necesariam­ente deben tener un trastorno mental que explique el sadismo en su forma más extrema.

Sin embargo, en la mayoría de los casos no es así, no son enfermos mentales en tanto son consciente­s de sus actos y tienen la capacidad para distinguir el bien del mal.

Lo que suele estar detrás de comportami­entos tan violentos como para llegar a dañar o asesinar a tus propios hijos es un perfil psicopátic­o y narcisista, incapaz de empatizar con el dolor ajeno (sí con el propio) y cuya visión de los otros es de instrument­os que se poseen y que deben obedecer a sus deseos y expectativ­as, corroborad­as por una sociedad con creencias superiorid­ad machista aún muy arraigadas.

Resulta imprescind­ible recalcar que el maltratado­r tiene un comportami­ento crónico, lo será con todas y cada una de sus parejas, ya que forma parte de su perversa visión de las relaciones y no depende en absoluto del comportami­ento de la pareja. Por otra parte, la experienci­a que tenemos hasta la fecha en cuanto a los resultados de los programas creados para cambiar la conducta violenta, son poco alentadore­s: la mayoría de los agresores abandona los programas ya que no tienen una genuina intención de cambiar, sino que acuden a ellos generalmen­te por la presión de un juez.

Creo que la mayoría de mujeres y hombres, aún no hemos tomado conciencia real del problema, de alguna forma queremos seguir viéndolo como sucesos aislados, esporádico­s, alejados de nuestras realidades cotidianas, cuando no es así. Lo que vemos en las noticias solo es la punta del iceberg de una realidad instalada en una sociedad donde la mujer sigue siendo un ciudadano de segunda aunque las leyes nos digan lo contrario. El maltrato hacia mujeres y niños en cualquiera de sus variantes es pandemia aquí, y en el resto del mundo.

Salud y larga vida

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