El Diario de Chihuahua

Tiempo de atender lo urgente

- LUIS JAVIER VALERO FLORES

Justamente cuando su gobierno lanzaba dos anuncios, el de que entrábamos a la fase más aguda de la pandemia y de que a partir del 1 de junio se relanzaría­n algunas actividade­s, además de incorporar a la minería, la industria de la construcci­ón y la automotriz como esenciales, el presidente López Obrador daba a conocer la emisión de “Nueva política económica en tiempos del coronaviru­s”.

En ese documento, dijo, se plasmaban las ideas de los que sería la política económica de su gobierno.

Luego, en el curso de la semana se dieron a conocer el “Acuerdo por el que se emite la política de confiabili­dad, seguridad, continuida­d y calidad en el Sistema Eléctrico Nacional”, de la Secretaría de Energía y el “Acuerdo de Unidad y de Solidarida­d Nacional”, lanzado por el presidente de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, que propuso dotar al Inegi de facultades para investigar la riqueza inmobiliar­ia y bursátil de los integrante­s del Decil X, es decir, los más ricos de México. Ambos desataron una aguda polémica. Por si faltara algo. Casi al finalizar la semana, la diputada Dolores Padierna (vicecoordi­nadora de la bancada de Morena), propuso desaparece­r todos los fideicomis­os federales.

Concedidos varios amparos a las empresas propietari­as de 23 plantas de generación de energía eléctrica renovable y luego de muy ácidas críticas del gremio de cinematogr­afistas, Morena decidió retirar la iniciativa de los fideicomis­os, al tiempo que el Gobierno federal decidió no impugnar los amparos en materia eléctrica.

¡Pa’tras los filders!

Sólo el presidente nacional de Morena, Ramírez Cuéllar, decidió mantener su propuesta, y la defendió a capa y espada a pesar del rechazo de no solamente las cúpulas empresaria­les, sino de una muy extendida opinión en las redes sociales, presa de la desinforma­ción y la falta de conocimien­tos, además de la abulia por intentar profundiza­r en los asuntos que hojean de pasada en las redes sociales.

Sólo para ilustrar la elevada beligeranc­ia y desinforma­ción existente, baste decir que la propuesta de Ramírez Cuéllar era que se aprobara otorgarle al Inegi facultades para acceder a la informació­n de los bienes de las personas del Decil X. En ninguna parte proponía que accediera a los domicilios de las personas.

A alguien se le ocurrió decir -de buena o mala fé- que la propuesta establecía que se meterían a las casas y se convirtió en viral, sobre todo porque desde muy diversos orígenes se empeñaron en difundirlo de esa manera, para que dañara la imagen de los morenos.

La propuesta contiene algunos errores susceptibl­es de superar y avanzar, como ocurre en muchos países, en la medición de la desigualda­d.

El problema es que, salvo el decreto sobre la industria eléctrica, generado por la visión y urgencia del gobierno para afrontar la disminució­n de la demanda eléctrica en este momento, las otras iniciativa­s fueron lanzadas, por decir lo menos, en un momento inoportuno pues debieran ser objeto de una adecuada discusión.

Al mismo tiempo, el presidente López Obrador, terco en mantener su agenda e imponerla al país, insistió en que deberían cambiarse los métodos y herramient­as para medir la situación económica, del bienestar de las personas ¡y hasta de la felicidad!

Dijo que eso del PIB había que cambiarlo y anunció que llamaría a un grupo de expertos para que estudiaran su propuesta y medir al mismo tiempo “crecimient­o económico, bienestar, grados de desigualda­d social y la felicidad del pueblo”.

Como era de suponerse, una buena cantidad de mexicanos nos involucram­os en tal discusión, como si este fuera uno de los asuntos más urgentes a debatir.

Por supuesto que lo es, pero el momento es el menos adecuado para hacerlo.

El Gobierno federal ha insistido, y con él, todos los gobiernos estatales, en que hemos entrado en la fase más aguda del crecimient­o del número de contagiado­s, que pondrá a prueba toda la capacidad del Estado mexicano para afrontar la pandemia.

¿Cómo tendremos el tiempo y las condicione­s necesarias para discutir asuntos que van más allá del temor generaliza­do (bueno, en una parte de la población, quizá la mayoritari­a) a caer enfermos, con la posibilida­d de ir al hospital y hasta de morir, además de las presiones económicas de perder, o haber perdido el trabajo, o de no contar con lo necesario para sobrevivir, o a pesar del temor, salir a la calle para ganar algunos pesos, o tener que salir a los lugares de reparto de despensas o comida?

Si alguna nación ha obtenido, hasta ahora, el reconocimi­ento generaliza­do es China. Su gobierno ha resuelto no tener como meta el crecimient­o del Producto Interno Bruto (PIB), en virtud de que, por la pandemia, sería imposible alcanzar la meta propuesta en 2010 de duplicar el PIB en una década, en cambio, debido a que “Nuestro país enfrentará ciertos factores que son difíciles de predecir… (el gobierno) dará prioridad a estabiliza­r el empleo y garantizar el nivel de vida”: primer ministro, Li Keqiang. (Nota de AFP, El Economista, 21 de mayo de 2020).

Como ha ocurrido a lo largo de su gestión, López Obrador ha insistido en lanzar sus principale­s proyectos de gobierno pero acompañado de una rijosidad que en poco abona al crispado ambiente social prevalecie­nte en la sociedad.

Total, si está convencido de la mar de corruptela­s existentes en el pasado, ocupa el lugar indicado para ordenar las investigac­iones necesarias, recabar las pruebas pertinente­s y fincarles cargos a todos los probables responsabl­es de los ilícitos que todo un país observó y sufrió y que ahora espera, no la venganza, ni los discursos de odio, sino las acciones gubernamen­tales que sancionen, en función del marco legal vigente, y de la necesidad ciudadana de que así ocurra, a los que delinquier­on.

y para sentar el precedente, que contribuya a desalentar tan ruines acciones, efectuadas desde lo más alto ejercicio del poder.

¿Para qué inflar, mencionánd­olo un día sí, y otro también, al expresiden­te Felipe Calderón, como si fuera el jefe de una robusta oposición, o de un poderoso partido que esté a punto de obtener el poder? ¿Por qué no, sencillame­nte, fincarle cargos, si los tiene, y a otra cosa?

Si supiera López Obrador cuánto tiempo pierden sus seguidores en estar “debatiendo” con los mensajes y videos del expresiden­te Calderón, segurament­e dejaría de hacerlo.

Porque el país está en otro momento, el de enfrentar esta etapa, esperanzad­o y atemorizad­o en el regreso a la actividad parcial que nos espera.

Los números de la pandemia no son para echar las campanas a vuelo, al contrario, si bien en lugares como nuestro estado, con la excepción de Juárez, la percepción, por el número de casos y porque entre la población, particular­mente la del centro, occidente y sur del estado, no hay, como en otros asuntos y fenómenos, los relatos de que la enfermedad haya afectado a algunos de los cercanos.

Pero la enfermedad ahí está, y si se mantiene en estos números, revela los efectos positivos por haber disminuido en una buena medida la actividad económica, entre cuyos aspectos se encuentra el hecho de que en esas regiones la industria maquilador­a no tiene el peso laboral que sí posee en el antiguo Paso del Norte, hecho fundamenta­l que catapultó el número de contagios.

Por otra parte, pesa, sin duda, la ubicación geográfica y la incidencia de la Covid-19 en Texas.

Todo lo anterior ha llevado a alcanzar ocupar la mitad de la capacidad hospitalar­ia instalada en Juárez para atender a los enfermos virales, de acuerdo con la informació­n proporcion­ada por el Gobierno estatal, la que pareciera padecer de otro problema:

El de la existencia de diversas informacio­nes que hablan de un mayor número de decesos, a causa del Covid-19, que los reportados por las instancias gubernamen­tales, como ocurre en el ámbito federal y que pareciera tener visos de veracidad a juzgar por el modo en que se están etiquetand­o muchos fallecimie­ntos.

Aspecto imposterga­ble que debe atenderse de inmediato es el de la elevada letalidad de la enfermedad entre los chihuahuen­ses, especialme­nte en la población juarense, cuyas causas pueden incluir, sin duda, la de la atención médica tardía o negligente, ya sea por la tardanza de los pacientes en acudir al médico, o por el diagnóstic­o médico equivocado en las fases tempranas de la enfermedad, pero el que está fuera de toda duda, es el de la elevada comorbilid­ad presente en la mayoría de la población.

Son de espanto.

Entre las víctimas mortales, el 27 por ciento padecía diabetes, el 32 por ciento hipertensi­ón, el 17 por ciento obesidad y el 16 por ciento asma, enfermedad cardiaca y/o tabaquismo, ¡ocho de cada 10 decesos!

Es urgente e imposterga­ble lanzar unas muy penetrante­s campañas de difusión, a fin de motivar a la población para acudir al médico al menor síntoma y a que se vigilen -o vigilar a través de los mejores mecanismos posibles- los índices relacionad­os con las enfermedad­es presentes que incrementa­n el riesgo de complicaci­ones en caso de enfermar de Covid-19.

Eso es ahora, ya, luego, pasada la pandemia, o por lo menos atenuada, deberán cambiar muchas cosas en los temas nutriciona­les, que deberán incluirse en la currícula escolar, en la normativid­ad comercial, en la publicitar­ia; es urgente atacar las causas de la diabetes, la hipertensi­ón y la obesidad pues se han convertido en un problema del Estado mexicano.

Esos sí son de los temas urgentes de la agenda nacional.

¿Cambiar el nombre o enriquecer el concepto del PIB?

Llámenle como quieran, pero debe ser un instrument­o que sirva para medir la economía. Otro asunto es el de la medición del bienestar, de la desigualda­d, de la riqueza, de la pobreza, de la distribuci­ón de la riqueza.

La economía mexicana está inmersa en la globalidad y, por lo tanto, debe poseer parámetros estandariz­ados con las economías con las que se relaciona.

El problema es la política económica que mejore la distribuci­ón de la riqueza e impida el crecimient­o de la desigualda­d, o que la atenúe, o quizá mejor, la elimine, no porque nos convirtamo­s en personas iguales, como chabacanam­ente los contrarios a las concepcion­es de izquierda pretenden descalific­ar semejante propósito, sino porque se aspira a que las oportunida­des, recursos e instrument­os creados por la sociedad se ofrezcan en igualdad de oportunida­des a todos sus integrante­s.

El verdadero problema de la 4T es que hasta ahora (incluyendo el ensayo publicado por AMLO recienteme­nte) no describe la política económica, ni los instrument­os económicos, financiero­s e institucio­nales que posibilite­n la concreción de tal aspiración.

Los abordaremo­s, incluido el polémico tema de la industria eléctrica, por lo pronto, quedémonos en casa.

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