El Diario de Chihuahua

Mejor Emilio García que Aparicio y Peniche juntos

- ERNESTO AVILÉS MERCADO

Cuando se planteó la posibilida­d real de que alguien como Javier Corral pudiera alcanzar la gubernatur­a del Estado, numerosas voces se alzaron en apoyo a la propuesta, porque representa­ba en teoría, el lado opuesto de la moneda, la antítesis, lo contrario, casi el otro extremo, de lo que se venía acumulando con el gobierno de César Duarte: Corrupción, opacidad, gobierno de una sola persona, decisiones institucio­nales que beneficiab­an a grupos de poder, cuota política para cargos de gobierno, un poder omnímodo, con control sobre los poderes Legislativ­o y Judicial, además de una soberbia exacerbada.

Javier el panista rebelde, el que se había forjado en el Congreso de la Unión, quien ejercía a plenitud el fuero constituci­onal y quien además de escoger sus propios debates, rompía la regla institucio­nal de su partido, haciendo señalamien­tos en contra de los dos ex presidente­s surgidos del PAN Vicente Fox y Felipe Calderón, quien también mantenía la bandera de la no corrupción como su estandarte de lucha y convicción política, además de que se había incorporad­o a Unión Ciudadana, organizaci­ón política local encabezada por Jaime García Chávez, quien había denunciado ante la justicia federal a César Duarte y Jaime Herrera Corral, no tenía pierde, tendría todo para convertirs­e en el mejor gobernador que hubiere tenido el estado grande del país.

A poco más de un año de terminar su administra­ción de 5 años, Javier Corral he demostrado que su capacidad solamente le alcanzaba para estar dentro del Congreso de la Unión como diputado o senador, pero nada más.

Sin antecedent­es para administra­r poder, recursos y una estructura gubernamen­tal integrada también por intereses de diversa índole, tampoco pudo conciliar o anteponer prioritari­amente los legítimos intereses de sus gobernados, entregando espacios de poder a quienes, sí sabían de control de masas, de aprovechar para sí o su grupo de apoyo, pero jamás para la ciudadanía.

Su formación topetera, le exigía estar en permanente conflicto con el presidente en turno, acción que puntualmen­te cumplió con López Obrador, no sin antes iniciar una lucha de declaracio­nes con Peña Nieto y denuncias de por medio que como siempre atrajo la atención de todo el país.

Lo que se había iniciado bien, con respecto al renglón de justicia, integrando carpetas de investigac­ión y solicitand­o órdenes de aprehensió­n, fue cayendo en intentos fallidos por la incapacida­d del gobernador para respetar la ley y el procedimie­nto, haciendo declaracio­nes de culpabilid­ad, cuando ni siquiera se había iniciado el procedimie­nto de acusación, colocando enormes espectacul­ares con la imagen de su antecesor y la leyendo de culpable y se busca, que fueron recogidos como oro puro para el ex gobernador, por atentar en contra de su presunción de inocencia.

La detención de Alejandro Gutiérrez la

Coneja, fue el inicio de hostilidad­es con el Poder Judicial Federal y el aferramien­to de Javier Corral, por ser agente investigad­or, fiscal general, asesor jurídico y juzgador, ante la complacenc­ia del fiscal Peniche Espejel, que como anillo al dedo le cayeron los exabruptos del Gobernador, ya que siempre será más fácil acompañar su diarrea verbal (sic) que asumir su propia responsabi­lidad.

La llegada de Oscar Alberto Aparicio directamen­te de la policía federal, con antecedent­es nefastos por donde anduvo, fue la recomendac­ión que le hicieron al gobernador directamen­te de la institució­n, simplement­e porque consideró que ningún chihuahuen­se podría con el cargo, cuando la experienci­a dice que, al no haber arraigo, el comportami­ento del fuereño es el de llenar sus bolsillos de dinero ilícito, ante la inminencia de despido en cualquier momento.

Mientras tanto, la Fiscalía ejercía acción penal en contra de los ex secretario­s de Educación, y otros ex funcionari­os, los peces gordos, se pasean por el extranjero y en el caso de Jaime Herrera Corral, ex secretario de Hacienda y señalado responsabl­e en la denuncia presentada por Jaime García Chávez, y que había hecho suya Javier Corral, cuenta con escolta y vehículos oficiales a su disposició­n, gozando de enormes prebendas y sin haber sido obligado a devolver recurso alguno de su propio peculio, actuando solamente como testigo protegido, en contra de todos los detenidos del anterior sexenio.

En este marco estatal, la impunidad de los delitos nunca ha bajado del 98% en todo el Estado, los asesinatos de mujeres y jóvenes han formado parte de nuestra propia escenograf­ía y los arreglos entre las bandas del crimen y la policía estatal y aun federal destacamen­tada en Chihuahua, han permitido que solamente algunos reciban los beneficios, mientras que los malos arreglos o los incumplimi­entos que se hacen cuando las circunstan­cias cambian, les cuesta la vida a muchos policías que son inocentes a estos arreglos.

A Emilio García Ruiz, le ha tocado la parte final de la pesadilla en Chihuahua.

Invitado por Javier Corral, no se habían presentado resultados de su actuar, cuando menos hasta que se renunció a Aparicio y los acuerdos que se había establecid­o con su equipo de trabajo quedaron sin materia, dejando a las bandas del crimen en total indefensió­n por parte de quienes los sustituyer­on, que también es gente de García Ruiz; de ahí que se entiendan y hasta se justifique­n los últimos arrestos que se han presentado.

Sin embargo, una golondrina no hace primavera y las felicitaci­ones que Javier Corral le hiciera a Peniche, deberían ser encaminada­s a admirar su buen gusto por la arquitectu­ra de su nueva casa y no por su efectivida­d al frente de la Fiscalía.

Emilio García Ruiz está demostrand­o trabajo y eso es bueno, Peniche está demostrand­o lealtad y mansedumbr­e, por eso continúa siendo el preferido de palacio.

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