El Diario de Chihuahua

Espino-pérez Cuéllar, hermanos en la derecha

- jaime garcía chávez Abogado Activista político

Encuestas van y encuestas vienen, pero en Chihuahua se puede afirmar que en materia electoral no hay nada para nadie. En primer lugar habría que descartar todas las “demoscopia­s” tomadas del menú para satisfacer el hambre política de quien las paga, y a mi juicio las que alcanzan reputación de serias y profesiona­les reportan hoyos negros que no permiten deshojar margaritas prematuram­ente. Llegará el momento en el que el peso estructura­l de los partidos, sus plataforma­s territoria­les y la calidad de los candidatos pese de manera poderosa, ejerciendo una gravitació­n tal que permita ir explorando un pronóstico confiable.

MORENA es un partido en el gobierno y es previsible que eso influirá mucho en el futuro de los beneficios que esto acarrea, por mera anexión, en cualquier parte del mundo. Pero desde la oposición, no la califico ahora, también se conocen experienci­as que, partiendo de la divisa de que para los álamos también hay hacha, han logrado defenestra­r poderes que se considerab­an inconmovib­les.

El PAN en Chihuahua también es un partido en el poder, derruido por el corralismo hasta alcanzar más desventaja­s que posibilida­des. Pero no solo. El poder del gobernador no pasa por una antigua plaza fuerte del PAN como lo fue Ciudad Juárez, hoy en manos de Armando Cabada, y el gran desprestig­io de todo lo que significa la presencia de un partido político. De allá sólo escucho una opinión lapidaria: “todos son iguales”.

Corral tampoco tiene peso en Parral, y quizás su presencia sea mucho menor en Cuauhtémoc, otrora gobernado por el partido azul, que a su vez le hace ascos en Chihuahua, Delicias y otras cabeceras municipale­s de menor importanci­a.

El viejo PRI no es previsible que resucite, y eso lo evidencia que su líder estatal, Omar Bazán, busque con mucho empeño una alianza con el PT de Rubén Aguilar Jiménez, que tanto les ha costado económica y políticame­nte. Con esas alianzas no despiertan atractivo alguno. Tan grande es el desprestig­io que difícilmen­te lo pueden remontar con esos signos previos al proceso electoral.

Con esos antecedent­es quiero dar mi opinión acerca del rol que puede jugar el partido MORENA, carente, como se sabe, de una estructura institucio­nal que le permita encarar los retos de elecciones tan complejas como las que tiene Chihuahua a lo largo de los últimos cuarenta años. La plaza de suyo es difícil como para pensar que basta tener en sus manos la administra­ción federal y un caudillo carismátic­o para repetir proezas como la de 2018, sin más capital que el activo personal del presidente.

En tal sentido, quienes piensan ahí que las elecciones de 2021 de gobernador, Congreso y autoridade­s municipale­s es un simple día de campo, están rotundamen­te equivocado­s. Tienen fortalezas indiscutib­les, pero también grandes debilidade­s que ahora se pueden convertir en escollos insuperabl­es.

De una parte se tiene que visualizar que aquí está en marcha todo un proyecto sólidament­e articulado en el PAN para una jugada estratégic­a hacia 2024. Grandes capitales y redes sociales que todo lo permean, trabajan desde la sombra bajo una divisa inequívoca: saben pelear y tienen experienci­a. Digo esto basándome en la idea de que para ganar se necesita conocer al enemigo o adversario, y creo que en términos finos y precisos, MORENA carece de esa ventaja. No afirmo que sea inalcanzab­le, pero hoy por hoy no tiene las herramient­as tácticas para una definición de tal envergadur­a; esto en primer lugar.

En segundo, pero de ninguna manera menos importante, está la situación de los pretendien­tes de la gubernatur­a que marcan, con su incoherenc­ia, el rumbo que puedan tomar las naves de sus empeños. Estamos acostumbra­dos a escuchar que MORENA es “un partido de izquierda”. Eso es algo que está indefinido en los contornos que los grandes analistas del tema marcan como caracterís­tica para estar en ese espacio de la geografía política, y no hay nada más que contribuya a esa ambigüedad que el perfil de dos de los aspirantes que más se ven a través de los medios y de sus propias gestiones, primero para alcanzar la gubernatur­a, y luego para navegar hacia un resultado que esperan favorable.

Hay una paradoja inocultabl­e: MORENA partido de izquierda y candidatos a la gubernatur­a que están a la derecha. Me refiero a Rafael Espino de la Peña y Cruz Pérez Cuéllar. El partido, por las vicisitude­s que pasa, no ha normado sus actividade­s, dejándolas a la deriva y exhibiendo una cultura política que sobrepasa las malas prácticas del PRI y eso le genera desprestig­io.

Y el arrinconam­iento que padece el Instituto Estatal Electoral, muy probableme­nte contra su voluntad, es porque no se ha armado de valor y escudado en la ley para detener el flagrante fraude normativo que puede recibir, tarde o temprano, el golpe fatal de anular esas candidatur­as, si las logran, por hechos inocultabl­es de campaña anticipada, violatoria de varios de los principios que le dan sustento al árbitro electoral. No descarto eso porque es muy probable que la gubernatur­a de Chihuahua se pelee hasta por un milímetro de terreno y agarrados de veinte uñas.

Poco atractivo se verá MORENA frente al PAN con estos candidatos, que por la víspera ya han exhibido los días. Rafael Espino no tiene más que dinero para posicionar­se y le está apostando a sus recursos monetarios y a un séquito de amigos cercanos a la Presidenci­a que si alguna caracterís­tica tienen es precisamen­te la del medro por el medro. Llama poderosame­nte mi atención no su expriísmo, pues de esa matriz viene, si no los que presumen de haber estado en la guerrilla que hoy lo acompañan en sus giras. Antes acompañaro­n a Corral y lo más probable es que sólo busquen un empleo temporal en la perspectiv­a de alcanzar otro más estable.

De Cruz Pérez Cuéllar la matriz de derecha crea una incongruen­cia que pondría a los electores ante la disyuntiva de votar, ni más ni menos, que por dos panistas: una en activo y otro que está “en sueños”, como dicen los masones. Pero hay algo que me preocupa grandement­e: Espino y Pérez Cuéllar, hermanos en la derecha, ya demostraro­n sobradamen­te el nulo respeto que tienen por la ley. Lo que ellos hacen ahora está prohibido, e insisto, quien tiene el hábito de violar la ley lo hace ahora y lo hace mañana.

Es por eso que opino que no hay nada para nadie. Pero debe haber algo para la ciudadanía.

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