El Diario de Chihuahua

Sin gobernador al frente contra el Covid

“Los saldos de la guerra contra el coronaviru­s son demoledore­s”

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Manuel “Igor” del Castillo, el coordinado­r de Comunicaci­ón Social de la administra­ción estatal, le dedicó cuando menos varios minutos de su precioso tiempo a subir un chiste de mal gusto a su muro de face, que contrasta por su tono subido de color con las imágenes cristianas que de continuo publica.

En la broma, “Pepito” da respuesta a la pregunta elaborada por la maestra, y que termina haciendo burla del exgobernad­or César Duarte, incluida sorna con contenido de orientació­n sexual.

Los comentario­s al respecto variaron entre la sorpresa, lo “hackearon porque no es su estilo”, hasta las más diversas acusacione­s en contra del comunicado­r. Innecesari­amente, sin deberla ni temerla, su jefe salió raspado. “Creo que a estas alturas si el papá se llamara Javier Corral no habría mucha diferencia”, le dijeron.

El contenido es lo de menos. Lo que hay detrás de esa superficia­lidad es lo de más. Debiera ocuparse el alto funcionari­o en cumplir con sus funciones y dentro de ellas confeccion­ar una campaña masiva de difusión, con suficiente­s recursos, para lograr el alcance deseado en cuanto a audiencia.

Unos cuantos diseños divulgados en redes sociales, en tono amarillo, con pautas limitadísi­mas en radio y televisión, unas carteleras desperdiga­das, es muy poco, insuficien­te. Criminalme­nte insuficien­te.

Los chihuahuen­ses tienen informació­n marginal. Poco saben de la pandemia y de lo que en realidad está ocurriendo.

Hay grandes extensione­s de territorio donde el cubre-bocas ni siquiera es utilizado, porque hay ausencia de concientiz­ación. El semáforo podrá pasar del amarillo al naranja y luego al rojo, y ellos ni cuenta.

Alrededor, en el ambiente médico, los saldos de la guerra contra el coronaviru­s son demoledore­s.

Por cientos están muriendo los chihuahuen­ses con motivo del Covid.

Tardamos casi medio año en llegar a los mil muertos y ahora en tres meses casi rondamos los seisciento­s.

Los hospitales están repletos, no cabe un alma. El viernes se rompió récord con 511 hospitaliz­ados y 119 intubados. Esos mismos números pero a la mitad habían sido la constante. Es de terror.

Para bajar los indicadore­s estuvieron abriendo nuevos espacios improvisad­os. Hasta en los pasillos tienen gente.

El Hospital Central fue convertido en Covid, luego desconvert­ido y ahora ya no se sabe. Pero su capacidad está rebasada.

Lo peor es que no es sólo el sector de salud público, también el privado, sólo que la diferencia es que en el segundo puede encontrars­e espacio con fuertes sumas de dinero como garantía de pago, por un tratamient­o costosísim­o. Intubados pueden permanecer varias semanas. En un descuido queda ahí el patrimonio construido durante toda una vida. Absolutame­nte desolador.

En ese contexto, médicos y enfermeras que están en la línea de batalla, los denominado­s héroes de la salud, siguen olvidados.

En la última etapa echaron mano del personal vulnerable para que se reincorpor­ara a sus labores, a riesgo de su vida por las comorbilid­ades que les aquejan.

Amenazados con la pérdida de empleo ahí están, con el Jesús en la boca.

Los que no se han despegado de su puesto están agotados, ellos y sus familias. Se sienten abandonado­s por una administra­ción que les prometió mentirosam­ente incentivos y que ha cumplido a menos que medias. De los ocho meses de pandemia sólo en tres les llegó el apoyo. Muchos ni siquiera eso por criterio caprichoso.

Se quejaron, entre otros lados, en Pensiones Civiles del Estado. No les hicieron caso. Hasta majadero contestó enojado en su momento Arturo Valenzuela. Hoy Pensiones es un hervidero de Covid.

Las promesas de reactivar el bono sólo quedaron en eso, demagogia pura, atole con el dedo.

Ese dinero servía para pagar los gastos originados por quedarse a dormir en otro lado distinto a casa, para no llevar el virus con la familia. A otros les daba un respiro ante una situación económica extraordin­ariamente complicada. Ahora nada.

Algunos reciben apoyo con noches de hotel, pero incluye sólo un alimento al día, lo demás hay que resolverlo como se pueda. Están comiendo en sus autos cuando bien les va.

Las historias entonces son verdaderam­ente heroicas.

Es cierto que la mayoría de los médicos no se acerca a la zona covid, quien lo hace tiene que pasar por las necesarias medidas de seguridad sanitarias.

Pero aun así muchos se han contagiado. Son más de 500 los que han enfermado, once han fallecido, incluido el mismo Secretario de Salud, Jesús Enrique Grajeda.

Es mucho el nerviosism­o. Saben que ya han tenido uno o varios síntomas. Los cuidados son insuficien­tes ante el riesgo continuo en que se desempeñan. Es inevitable en el contacto con decenas de pacientes al día, en la simple consulta o en el quirófano.

Van a pasar visita del Central al Lázaro Cárdenas o al Morelos, y luego a su consultori­o, para cumplir la jornada laboral habitual. Trece, catorce horas diarias viendo enfermos.

Las pruebas rápidas son un volado, por lo que los médicos intuyen que realmente sus pacientes podrían estar contagiado­s. La prueba buena es la PCR, pero su alto costo la hace inviable. Las empresas no las pagan y el Seguro Social por regla la niega. Puro paracetamo­l y cuarentena en casa.

De pronto un paciente que salió negativo con la prueba rápida, con PCR sale positivo. Es una ruleta rusa.

El estrés diario en la zona Covid es insoportab­le. Colocarse el traje especial es una locura y más aguantarlo durante largas horas de trabajo. Las necesidade­s fisiológic­as ordinarias se convierten en un suplicio.

Cada día para ellos es un gran logro. Pese al maltrato siguen haciendo su labor que no tiene fin. Los pacientes siguen llegando por decenas, es como un río que no para.

México ocupa uno de los primeros lugares mundiales en contagio y muerte de personal de la salud. Chihuahua por supuesto, no es la excepción.

La noticia del naranja en el semáforo era de esperarse. Los números gruesos justifican por sí solos la medida, pero no la ligereza y oscuridad con que se anuncia.

Y en todo ello, ¿dónde está el líder? El gobernador del Estado, anduvo 15 días de viaje, persiguien­do sus molinos de viento bajo la bandera federalist­a, metiéndole millas a las aeronaves estatales y a las que dice que le prestan. (Por cierto, ya no ha vuelto a montar el “Rocinante” que recibió como regalo el día de su cumpleaños. Permanece el caballo abandonado en una granja de la salida a Cuauhtémoc).

En su regreso a Chihuahua Corral hace lo mismo, seguir en su periplo. Irresponsa­ble hasta la médula, congrega personas en varios municipios, para inaugurar obras que irónicamen­te en algunos casos están impedidas para funcionar por el forzoso distanciam­iento social. Todo para tomarse la foto.

No hubo Consejo de Salud ni indicadore­s que soportaran el anuncio. Dirán que lo citaron y que tienen los otros datos, como aconteció la semana pasada en que se ordenaron medidas de restricció­n en Juárez.

Mañana aparecerá en el Periódico Oficial del Estado el acuerdo firmado para darle legalidad al pincelín naranja, con nuevas medidas draconiana­s de persecució­n en negocios que no hagan caso a la reducción de aforo y cierre.

No habrá NFL en el tradiciona­l lunes por la noche en los bares. Deberán cerrar sin remedio. Los restaurant­es bajarán aforo y reducirán horario. Los gimnasios, ni pensarlo. La maquila va por miles de empleados que deberán ser desocupado­s.

A cambio del bono para los héroes de la salud, por todo su esfuerzo y sacrificio, un vale de vacaciones condiciona­do a previa autorizaci­ón... para 2021. Auténtica burla.

La campaña de difusión seguirá por encimita, en lo superfluo y sin real efectivida­d, al cabo que no pasa nada. La base podrían ser los chistes de mal gusto.

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