“¡Extra, extra! Don Porfirio visitará Chihuahua en octubre”
(La Bienvenida)
Se ordenaría a los colaboradores del presidente don Porfirio, para que organizaran todos los actos protocolarios con el fin de estar en comunicación con las autoridades chihuahuenses para llevar perfectamente todos los preparativos necesarios para la importante visita. De inmediato, se establecería comunicación con el gobierno de Chihuahua para empezar con los detalles de la importantísima visita. Un aspecto de este acontecimiento es que don Porfirio viajaría por tren, vehículo que cambiaría la visión del país en lo económico y social y que durante su administración, había sido impulsado para el tendido de vías hacia los puntos más importantes de la geografía nacional.
En este vehículo iría con su comitiva hacía la ciudad de Chihuahua que sin duda, ya lo estarían esperando para el mes de octubre. El tiempo trascurría rápidamente mientras los acontecimientos de vientos de guerra resonaban por todo el país, culpando a don Porfirio de ser un presidente represor, sin embargo, el evento de Chihuahua lo animaba para ver la situación con un sentido de esperanza de que las cosas volvieran a su cauce y poder seguir trabajando por México, más cuando para 1910, tendría pensado hacer una gran fiesta nacional por el centenario del inicio del movimiento independentista iniciado por don Miguel Hidalgo y Costilla. Ya se anunciaba a todos los vuelos que el presidente ya había llegado a Escalón, población al sur del Estado, donde una comisión había sido nombrada especialmente para darle la bienvenida a tan ilustre visitante. También, estaría ahí “La Junta Porfirista” donde le estrecharían la mano en representación de todos los chihuahuenses, sin duda este primer paso en el recorrido por el Estado, era el preámbulo de muchas cosas interesantes que vendrían en los siguientes días.
El tren empezaba a pitar anunciando que seguiría su camino a la ciudad de Chihuahua. Don Porfirio veía las grandes y extensas llanuras donde las arenas del desierto se asociaban con el raquítico pastizal y la bonanza del río Florido, que llevaba su cauce hacia las aguas del Conchos que lo llevarían a la siguiente parada, la ciudad de Jiménez, pequeña población que apenas se asomaba al progreso donde niños, mujeres y hombres, saludaban al octogenario presidente. Muchos chamacos corrían tratando de alcanzar la máquina de acero donde iba el ilustre personaje. Posteriormente, la próxima población sería Santa Rosalía de Camargo, lugar atravesado por las aguas caudalosas del rio Conchos y que en el futuro, sería tierra de cantantes y artistas. Así seguía su tren en marcha hasta llegar a Estación Ortiz donde sería esperado por el gobernador don Enrique Creel, el presidente del H. Congreso, el presidente del Supremo Tribunal de Justicia y el jefe de la Segunda Zona Militar.
Cuando el reloj daban las cinco de la tarde, cuando el cielo estaba despejado y el viento que soplaba del suroeste con cierta frescura, escenario que anunciaba que el tren estaba entrando a la ciudad de Chihuahua. Muchas personas atentas estaban para recibir a su presidente; niños con banderines y cornetas, hacían del momento un festín y más, al ver la estruendosa chimenea del tren especial donde iba el “héroe de muchas batallas”. Había algunos grupos musicales alrededor del lugar, donde descendería el señor don Porfirio Díaz. Por fin, el vehículo de acero se dirigiría a la estación del Ferrocarril Central y la multitud de personas gritaban de emoción al verlo asomarse por la ventana. Esta estación, custodiada por el enorme cerro Coronel y la sierra de Nombre de Dios que sin duda, arropaban la llegada del presidente y como mudos testigos, registrarían para la historia esta tan especial visita. El paisaje estaba despejado, cuando el tren detuvo su marcha y de inmediato el cuerpo de seguridad fue presuroso para proteger al presidente; con la Casa Redonda como escenario donde se reparaban los trenes, las cuales existían en cada estación de ferrocarril en toda la República Mexicana. En esos talleres, le darían “una manita de gato” al tren presidencial para su siguiente viaje hacia Ciudad Juárez y después, devuelta a la Ciudad de México. Los talleres estaban colindantes con la Estación Central y ubicados en uno de los barrios más emblemáticos de Chihuahua, el Santo Niño, donde su iglesia se yergue como “vigía” espiritual de sus files y del evangelio de Cristo.
El barrio del Santo Niño colindando con el de la Industrial, serían los primeros en tener más de cerca la llegada del convoy presidencial, éstos con una evolución interesante que le daban vida al paisaje seco y arenoso, donde se miraba desde casas modernas con elegantes construcciones y otras más antiguas y humildes, que hacían contraste con el avance de la ciudad de Chihuahua, apreciándose además, el humo constante de las chimeneas que a la llegada del presidente, marcaba la hora de la elaboración de la cena familiar y la producción de pan de las panaderías de barrio que la verdad, le daban un toque de “ricura” al paisaje citadino.
También, las fogatas de las estufas de leña que servían para resguardarse del frío a las familias en el otoño “invernal”. Más allá de estos emblemáticos barrios, estaba la casa de doña Carolina Cuilty de Terrazas, esposa del magnate general, don Luis Terrazas Fuentes, los cuales, se estaban también alistando y preparando para tener la oportunidad de saludar a don Porfirio; ellos, en una de sus casas ubicada al norte de la ciudad, en la Quinta Carolina, rodeada de hermosos y frondosos árboles, tierras de cultivo, así como de ganado, con una extensión de más de 20 mil hectáreas.
Había de todo, pues a la cita concurrirían personas de todas las clases sociales, ricos y pobres, donde estos últimos mostraban los patrones de la moda y elegancia que con espléndida prodigalidad daban vida y animación al paisaje citadino, sin embargo por el otro lado, estaba gente humilde que aunque no portaban la ropa de moda de aquel octubre de 1909, se sentían contestos de estar ahí a la expectativa de ver a su presidente; sí, todos los grupos sociales se habían unido al recibimiento de tan distinguida persona.
Fue entonces que al llegar a la estación de ferrocarriles el tren presidencial, de inmediato estaría en primera fila don José Asúnsolo que le entregaría las llaves de la ciudad y le ofrecerá los emblemas de hospitalidad. Sin duda era evidente la hospitalidad a toda prueba de nuestra gente chihuahuense y aunada a este primer recibimiento, se formaría una valla de honor integrado por niños provenientes de las escuelas oficiales y particulares, las cuales le daban un toque de sencillez y cariño al acto de recibimiento.
Sin embargo, no sólo estaban los pequeños recibiendo a su presidente, también en otra de las vallas estaban los obreros, representando a las diversas ramas de la actividad económicas de Chihuahua, los cuales, estarían formados por la hermosa y frondosa avenida Juárez hasta la calle Libertad a la altura de la calle 2ª, donde se encontraba la casa del gobernador Enrique C. Creel, donde se alojaría don Porfirio Díaz.
Antes de abordar el automóvil que lo conduciría por la avenida Juárez y después por la Libertad, se le expondría algunos detalles de lo que era en aquel entonces el estado de Chihuahua. “Señor presidente –comenta el alcalde Asúnsulo- de Chihuahua puede decirse sin temor a equivocarme, que es uno de los primeros y más avanzados de los estados de la Federación por su minería, que apenas está en los comienzos de su desarrollo, sin embargo, cuenta con muchas poderosas negociones tanto en la riquísima sierra de Santa Eulalia que dista de la ciudad de Chihuahua por unos cuantos kilómetros; por su Ferrocarril Minero y la Sierra Madre, donde están sus más importantes minas de oro, plata, cobre y plomo argentífero que le han dado auge a las ciudades de Batopilas, Ocampo y otras poblaciones no menos importantes que constantemente son visitadas por representantes de grandes compañías extranjeras y hombres de negocios en general, que no dejan de invertir en la minería grandes cantidades de dinero que contribuyen ostensiblemente al desarrollo de su industria metalúrgica y al emporio de dichas poblaciones, en grado tan alto, que puede afirmarse, son base de la riqueza del Estado y si eso no bastara, mencionaremos su ganadería que no tiene rival en América y su agricultura que cada día crece más y más en importancia”. De esta manera terminaba el alcalde su exposición ante don Porfirio que era bienvenido con música, vivas, y muchos cohetes bajo los cielos de la hermosa ciudad de Chihuahua… Esta crónica continuará. ¡Extra, extra! Don Porfirio visitará Chihuahua en octubre, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas de Mis Recuerdos. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos I al XII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111); La Luz del Día (Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe) y Bodega de Libros. Fuentes: Creelman, James, “Presidente Díaz: hero of the Americas”, in Pearson’s Magazine, XIX, 3. En México la entrevista fue publicada íntegramente los días 3 y 4 de marzo de 1908 en el diario El Imparcial. Relatos e Historias en México, núm. 92.