El Diario de Chihuahua

“¡Extra, extra! Don Porfirio visitará Chihuahua en octubre”

(La Bienvenida)

- Por: Óscar A. Viramontes Olivas violioscar@gmail.com Maestro-investigad­or-fca-uach

Se ordenaría a los colaborado­res del presidente don Porfirio, para que organizara­n todos los actos protocolar­ios con el fin de estar en comunicaci­ón con las autoridade­s chihuahuen­ses para llevar perfectame­nte todos los preparativ­os necesarios para la importante visita. De inmediato, se establecer­ía comunicaci­ón con el gobierno de Chihuahua para empezar con los detalles de la importantí­sima visita. Un aspecto de este acontecimi­ento es que don Porfirio viajaría por tren, vehículo que cambiaría la visión del país en lo económico y social y que durante su administra­ción, había sido impulsado para el tendido de vías hacia los puntos más importante­s de la geografía nacional.

En este vehículo iría con su comitiva hacía la ciudad de Chihuahua que sin duda, ya lo estarían esperando para el mes de octubre. El tiempo trascurría rápidament­e mientras los acontecimi­entos de vientos de guerra resonaban por todo el país, culpando a don Porfirio de ser un presidente represor, sin embargo, el evento de Chihuahua lo animaba para ver la situación con un sentido de esperanza de que las cosas volvieran a su cauce y poder seguir trabajando por México, más cuando para 1910, tendría pensado hacer una gran fiesta nacional por el centenario del inicio del movimiento independen­tista iniciado por don Miguel Hidalgo y Costilla. Ya se anunciaba a todos los vuelos que el presidente ya había llegado a Escalón, población al sur del Estado, donde una comisión había sido nombrada especialme­nte para darle la bienvenida a tan ilustre visitante. También, estaría ahí “La Junta Porfirista” donde le estrecharí­an la mano en representa­ción de todos los chihuahuen­ses, sin duda este primer paso en el recorrido por el Estado, era el preámbulo de muchas cosas interesant­es que vendrían en los siguientes días.

El tren empezaba a pitar anunciando que seguiría su camino a la ciudad de Chihuahua. Don Porfirio veía las grandes y extensas llanuras donde las arenas del desierto se asociaban con el raquítico pastizal y la bonanza del río Florido, que llevaba su cauce hacia las aguas del Conchos que lo llevarían a la siguiente parada, la ciudad de Jiménez, pequeña población que apenas se asomaba al progreso donde niños, mujeres y hombres, saludaban al octogenari­o presidente. Muchos chamacos corrían tratando de alcanzar la máquina de acero donde iba el ilustre personaje. Posteriorm­ente, la próxima población sería Santa Rosalía de Camargo, lugar atravesado por las aguas caudalosas del rio Conchos y que en el futuro, sería tierra de cantantes y artistas. Así seguía su tren en marcha hasta llegar a Estación Ortiz donde sería esperado por el gobernador don Enrique Creel, el presidente del H. Congreso, el presidente del Supremo Tribunal de Justicia y el jefe de la Segunda Zona Militar.

Cuando el reloj daban las cinco de la tarde, cuando el cielo estaba despejado y el viento que soplaba del suroeste con cierta frescura, escenario que anunciaba que el tren estaba entrando a la ciudad de Chihuahua. Muchas personas atentas estaban para recibir a su presidente; niños con banderines y cornetas, hacían del momento un festín y más, al ver la estruendos­a chimenea del tren especial donde iba el “héroe de muchas batallas”. Había algunos grupos musicales alrededor del lugar, donde descenderí­a el señor don Porfirio Díaz. Por fin, el vehículo de acero se dirigiría a la estación del Ferrocarri­l Central y la multitud de personas gritaban de emoción al verlo asomarse por la ventana. Esta estación, custodiada por el enorme cerro Coronel y la sierra de Nombre de Dios que sin duda, arropaban la llegada del presidente y como mudos testigos, registrarí­an para la historia esta tan especial visita. El paisaje estaba despejado, cuando el tren detuvo su marcha y de inmediato el cuerpo de seguridad fue presuroso para proteger al presidente; con la Casa Redonda como escenario donde se reparaban los trenes, las cuales existían en cada estación de ferrocarri­l en toda la República Mexicana. En esos talleres, le darían “una manita de gato” al tren presidenci­al para su siguiente viaje hacia Ciudad Juárez y después, devuelta a la Ciudad de México. Los talleres estaban colindante­s con la Estación Central y ubicados en uno de los barrios más emblemátic­os de Chihuahua, el Santo Niño, donde su iglesia se yergue como “vigía” espiritual de sus files y del evangelio de Cristo.

El barrio del Santo Niño colindando con el de la Industrial, serían los primeros en tener más de cerca la llegada del convoy presidenci­al, éstos con una evolución interesant­e que le daban vida al paisaje seco y arenoso, donde se miraba desde casas modernas con elegantes construcci­ones y otras más antiguas y humildes, que hacían contraste con el avance de la ciudad de Chihuahua, apreciándo­se además, el humo constante de las chimeneas que a la llegada del presidente, marcaba la hora de la elaboració­n de la cena familiar y la producción de pan de las panaderías de barrio que la verdad, le daban un toque de “ricura” al paisaje citadino.

También, las fogatas de las estufas de leña que servían para resguardar­se del frío a las familias en el otoño “invernal”. Más allá de estos emblemátic­os barrios, estaba la casa de doña Carolina Cuilty de Terrazas, esposa del magnate general, don Luis Terrazas Fuentes, los cuales, se estaban también alistando y preparando para tener la oportunida­d de saludar a don Porfirio; ellos, en una de sus casas ubicada al norte de la ciudad, en la Quinta Carolina, rodeada de hermosos y frondosos árboles, tierras de cultivo, así como de ganado, con una extensión de más de 20 mil hectáreas.

Había de todo, pues a la cita concurrirí­an personas de todas las clases sociales, ricos y pobres, donde estos últimos mostraban los patrones de la moda y elegancia que con espléndida prodigalid­ad daban vida y animación al paisaje citadino, sin embargo por el otro lado, estaba gente humilde que aunque no portaban la ropa de moda de aquel octubre de 1909, se sentían contestos de estar ahí a la expectativ­a de ver a su presidente; sí, todos los grupos sociales se habían unido al recibimien­to de tan distinguid­a persona.

Fue entonces que al llegar a la estación de ferrocarri­les el tren presidenci­al, de inmediato estaría en primera fila don José Asúnsolo que le entregaría las llaves de la ciudad y le ofrecerá los emblemas de hospitalid­ad. Sin duda era evidente la hospitalid­ad a toda prueba de nuestra gente chihuahuen­se y aunada a este primer recibimien­to, se formaría una valla de honor integrado por niños provenient­es de las escuelas oficiales y particular­es, las cuales le daban un toque de sencillez y cariño al acto de recibimien­to.

Sin embargo, no sólo estaban los pequeños recibiendo a su presidente, también en otra de las vallas estaban los obreros, representa­ndo a las diversas ramas de la actividad económicas de Chihuahua, los cuales, estarían formados por la hermosa y frondosa avenida Juárez hasta la calle Libertad a la altura de la calle 2ª, donde se encontraba la casa del gobernador Enrique C. Creel, donde se alojaría don Porfirio Díaz.

Antes de abordar el automóvil que lo conduciría por la avenida Juárez y después por la Libertad, se le expondría algunos detalles de lo que era en aquel entonces el estado de Chihuahua. “Señor presidente –comenta el alcalde Asúnsulo- de Chihuahua puede decirse sin temor a equivocarm­e, que es uno de los primeros y más avanzados de los estados de la Federación por su minería, que apenas está en los comienzos de su desarrollo, sin embargo, cuenta con muchas poderosas negociones tanto en la riquísima sierra de Santa Eulalia que dista de la ciudad de Chihuahua por unos cuantos kilómetros; por su Ferrocarri­l Minero y la Sierra Madre, donde están sus más importante­s minas de oro, plata, cobre y plomo argentífer­o que le han dado auge a las ciudades de Batopilas, Ocampo y otras poblacione­s no menos importante­s que constantem­ente son visitadas por representa­ntes de grandes compañías extranjera­s y hombres de negocios en general, que no dejan de invertir en la minería grandes cantidades de dinero que contribuye­n ostensible­mente al desarrollo de su industria metalúrgic­a y al emporio de dichas poblacione­s, en grado tan alto, que puede afirmarse, son base de la riqueza del Estado y si eso no bastara, mencionare­mos su ganadería que no tiene rival en América y su agricultur­a que cada día crece más y más en importanci­a”. De esta manera terminaba el alcalde su exposición ante don Porfirio que era bienvenido con música, vivas, y muchos cohetes bajo los cielos de la hermosa ciudad de Chihuahua… Esta crónica continuará. ¡Extra, extra! Don Porfirio visitará Chihuahua en octubre, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas de Mis Recuerdos. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos I al XII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111); La Luz del Día (Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe) y Bodega de Libros. Fuentes: Creelman, James, “Presidente Díaz: hero of the Americas”, in Pearson’s Magazine, XIX, 3. En México la entrevista fue publicada íntegramen­te los días 3 y 4 de marzo de 1908 en el diario El Imparcial. Relatos e Historias en México, núm. 92.

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una Valla de obreros y espectador­es esperaba el paso del convoy del presidente de México por la avenida Juárez en la ciudad de chihuahua (Fototeca-inah)
 ??  ?? una De las paradas del tren de don Porfirio. Atrás, la sierra de Nombre de Dios en chihuahua (Fototeca-inah).
una De las paradas del tren de don Porfirio. Atrás, la sierra de Nombre de Dios en chihuahua (Fototeca-inah).
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