Los humanos somos mutantes
Ytambién transgénicos. Hoy que abundan las series y películas en que los héroes y las heroínas se baten contra los mutantes de aspecto horripilante; producto de la manipulación genética de un científico loco y perverso. O bien, por errores en la manipulación del genoma humano.
Por otra parte, se denuncia sistemáticamente la siembra de semillas de Organismos Genéticamente Modificados, en referencia a las aplicaciones de la biotecnología para afectar las características de plantas para consumo animal y humano; proclamando sin probarlo, aplicando métodos científicos, los riesgos para la existencia de las plantas naturales o de la salud humana.
Se olvida que en las miríadas de replicaciones, el ADN sufre cambios fortuitos que producen nuevas características que pueden llegar a ser exitosas en cualquier organismo vivo. Este proceso es la base de la evolución orgánica. Las adecuadas perviven, las nocivas se pierden. Esto es la selección natural. De modo que el ser humano es un ser en mutación permanente. Y las plantas también. El teocintle silvestre es la especie ancestro directo del maíz moderno y fue transformado en un maíz primitivo a través de la selección humana, aprovechando las mutaciones autónomas que sufría la planta.
La biotecnología tradicional (en realidad biotécnica, si recordamos que la tecnología presupone el conocimiento científico), puesta en práctica en la selección de semillas, también se aplicó por ejemplo hace miles de años, a la fabricación del vino, el pan, el queso y el yogurt. El descubrimiento de que el jugo de uva fermentado se convierte en vino, que la leche puede convertirse en queso o yogurt, o que es posible obtener cerveza fermentando combinaciones de malta y lúpulo. Un rasgo de la biotécnica tradicional fue que el hombre no comprendía cómo ocurrían estos procesos. Se limitaban a aprovechar la gestión de ciertos microorganismos en la obtención de los productos, sin saberlo.
El conocimiento del ADN, su estructura y función, fue determinante para el desarrollo de la biotecnología moderna. La estructura de doble hélice del ADN, proporcionó respuestas a muchas preguntas que se tenían sobre la herencia. Permitió anticipar la autorreplicación del material genético y la idea de que la información genética estaba contenida en la secuencia de las bases (formadas por las mismas unidades químicas llamadas adenina, timina, guanina y citosina) que conforman el ADN. Más aún, de las investigaciones en los siguientes años, se pudo determinar que todos los seres vivos contienen un ADN similar, formado a partir de las mismas unidades: los nucleótidos --cuya función es sintetizar las proteínas específicas de las células y de almacenar, duplicar y transmitir los caracteres hereditarios--. Este código genético mediante el cual se “escriben” las instrucciones celulares, es común a todos los organismos. Es decir que el ADN de un ser humano puede ser transcrito dentro de una bacteria, y una planta puede interpretar la información genética de otra planta diferente. A esta propiedad de la información genética se la conoce como universalidad del código genético.
En la actualidad, en el área médica se utilizan una serie de proteínas provenientes de organismos transgénicos (técnicamente proteínas recombinantes) para el tratamiento de distintas enfermedades. Por ejemplo, la diabetes es tratada con insulina humana producida en bacterias (es decir insulina obtenida a partir de bacterias transgénicas) permitiendo tratar la enfermedad a bajo costo
El código genético universal es uno de los conceptos básicos para comprender los procesos de la biotecnología moderna. Por ejemplo, la posibilidad de generar organismos transgénicos, y que las instrucciones del ADN de un organismo puedan determinar nuevas características en organismos totalmente diferentes. El ADN tiene la función de conservar información. Es decir, contiene las instrucciones que determinan la forma y características de un organismo y sus funciones. Además, a través del ADN se transmiten esas características a los descendientes mediante la reproducción.
La biotecnología moderna utiliza procedimientos y herramientas, denominadas en su conjunto ingeniería genética, para modificar y transferir genes de un organismo a otro. Ya citamos el caso de la insulina. También, con ingeniería genética se fabrica la quimosina, enzima clave para la fabricación del queso y que evita el empleo del cuajo en este proceso. Es a través de la aplicación de la ingeniería genética que se realiza el mejoramiento de los cultivos vegetales. Por ejemplo, es posible transferir un gen proveniente de una bacteria a una planta, tal es el caso del maíz transgénico resistente a insectos (maíz Bt). En este caso, los bacilos (bacteria en forma de bastoncillo) del suelo fabrican una proteína que mata a las larvas de un insecto que normalmente ataca al maíz. Al transferirle el gen correspondiente a esta proteína, el maíz puede fabricar esta proteína y así resistir a la plaga.
Este proceso puede ser efectuado de forma autónoma por nuestro organismo. El descubrimiento se realizó por un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford en 2015. Encontraron que el ADN humano contenía genes de virus, de modo que somos transgénicos sin necesidad de aplicar ingeniería genética (The primate-specific noncoding RNA HPAT5 regulates pluripotency during human preimplantation development and nuclear reprogramming. Nature Genetics january 2016). En suma: somos lo que somos por contener elementos genéticos de otros organismos y porque nuestra evolución se sustenta en las mutaciones exitosas de nuestro ADN.