El baile de los chapulines
Yo sufro por tal que sufras y si puedo sé perder me gusta quemar mi casa por ver la del frente arder “El desquite” Cadetes de Linares
Los políticos se manejan bajo una lógica abiertamente incomprensible. Graciela Ortiz, con toda premeditación, dada la bajísima probabilidad que tenía de ganar, se inscribió en la contienda electoral 2021 en una aspiración tardía y sumamente impertinente de ser gobernadora, sabiendo que su partido está en plena decadencia. El PRI no es “el partido de México”, como nos lo quisieron hacer ver hasta el hartazgo en la pasada contienda electoral, eso quedó muy claro el seis de junio.
Las ocurrencias de los políticos sólo ellos las entienden, tienen su propia “lógica”, el pueblo, sin embargo, tiene otra interpretación de sus decisiones. Graciela Ortiz declinó a favor de Maru Campos manifestando a la prensa: “Ha concluido una jornada electoral, que por fortuna ha dejado buenas cuentas a Chihuahua, lo que importaba, que no llegara Morena, se logró”.
Luego entonces Graciela Ortiz le mintió al órgano electoral, a sus partidarios y al pueblo de Chihuahua, ella no participó para ser gobernadora, ella se inscribió para coadyuvar con otro partido para sacar adelante la gubernatura en favor de Maru Campos, ¡da pena ajena! Pero en fin, los políticos tienen otra visión del mundo muy alejada de la gente de a pie, de la gente que paga sus impuestos para que ellos vivan tres o seis años como verdaderos jeques árabes.
A Graciela Ortiz no le importó dejar colgados de la brocha a los pocos chihuahuenses que aún tienen convicción de priistas. A ella le importaba sacar adelante otra candidatura aunque la de ella se deshiciera en pedazos. Ya lo dice la canción “me gusta quemar mi casa por ver la de enfrente arder”; o como dice Vicente Fernández en la canción “Los dos compadres”, “viniste a quemar tus naves por una causa perdida”. En esa acción suicida sucumbieron sus propias aunque fingidas aspiraciones. Eso es no tener dignidad ni vergüenza, pero como los políticos viven en otro nivel de entendimiento, tal vez para ella y para quienes tienen esa ruin manera de ver la vida, fue una jugada maestra.
¿Dónde quedó el espíritu de lucha que ella misma pregonaba en su propaganda política? ¿Dónde el parangón que hacía de su vida con la grandeza de Chihuahua? Nada de eso, los escasos seguidores de Graciela Ortiz fueron engañados, pues no hubo valor en su candidata para continuar una contienda, que aunque perdida, era su contienda, ella era parte, aunque sea formal, de esa contienda, no una comparsa, y finalmente, aunque en su fuero interno ya lo estaba, se rindió antes de dar la última batalla, la madre de todas las batallas, la elección del 6 de junio.
Esta autoderrota para Graciela Ortiz significa, muy probablemente, el ocaso de su vida política, porque engañó a sus seguidores, y aquí aplica bien un proverbio árabe: “la primera vez que me engañes, será culpa tuya. La segunda será culpa mía”. Es decir, no habrá una segunda vez para esta excandidata autoderrotada, porque si vuelve a engañar, ya no será ella la causante sino los que crean en ella.
Pero en fin, en esta mescolanza de intereses chapulinescos ya nada nos debería extrañar. Muchos políticos, por tal de seguir “en la jugada”, tiran a la basura los principios, programa de acción y estatutos de sus partidos políticos. Lo importante para ellos es seguir succionando del erario y venderse al mejor postor a precio de ganga, o regalarse, si la coyuntura no les deja otra opción.
Por cierto si usted anda “quebradón de lana”, júntese con algunos familiares y amigos y funden su partido político, es sumamente sencillo, deja dinero fácil y no tendrá mayores problemas para acreditar el dispendio: las boberías y los buenos restaurantes también son gastos que la autoridad electoral recibe sin ningún inconveniente. Cuando sienta que su partido no levanta, lo pone en venta al mejor postor o simplemente se quita la camiseta y se pone la de otro partido, nada se lo impide, y en cambio sí le deja un modus vivendi que lo sacará de pobre.