El Diario de Chihuahua

Salvavidas de sí mismos

El también productor y compositor hace la reflexión a propósito de los 25 años de The Rasmus, celebrados con un disco en proceso de post producción y su nuevo sencillo, “Bones”

- Juan Carlos García / Agencia Reforma

Ciudad de México-- Si los integrante­s de The Rasmus no llegaron a la autodestru­cción fue mera falta de sincronía: cuando uno se desenfrena­ba en la fiesta y el alcohol, los otros estaban ahí, cuerdos, para apoyarlo.

“Nunca estuvimos totalmente en el piso, al 100 por ciento, y al mismo tiempo. Creo que todos nos perdimos en algún momento, pero como cada uno lo hicimos en temporada distinta, eso nos unió y nos hizo ver la realidad de que nuestro futuro era la música, no la fiesta”, platicó Laurie Ylönen, vocalista de la banda finlandesa.

El también productor y compositor hace la reflexión a propósito de los 25 años de la agrupación, celebrados con un disco en proceso de post producción y su nuevo sencillo, “Bones”.

Compañero, hermano por elección, y colega de Eero Heinonen (bajo), Pauli Rantasalmi (guitarra) y Aki Hakala (batería), el letrista y cantante de 42 años admitió que la fama los desubicó y los envío a zonas muy oscuras.

“Si uno bebía o se enfiestaba demasiado, había otro que se daba cuenta. Y sabíamos cómo decirlo y regresarlo a tierra. A veces, pensamos que llegaría nuestro fin, a veces no estábamos seguros de continuar.

“Yo tuve muchos momentos así, en algún momento tuve demasiada fiesta, tomaba demasiado y tengo 12 años sin beber una gota de alcohol.”, contó el intérprete de “In the Shadows” y “No Fear”.

The Rasmus debutó en 1996 con Peep, producción que los encaminó a otros materiales que les dieron empuje en Europa, hasta el gran boom con Dead Letters, en el 2003, año en el que vendieron más de dos millones de copias.

Ya dejaron atrás los años de ser ídolos juveniles para autonombra­rse como músicos de rock alternativ­o con oficio y trayectori­a, manifiesta el cantautor.

Tras vivir mucho tiempo en el mismo vecindario de Helsinki, cada uno cimentó su destino en coordenada­s diferentes: Lauri, en Hawai; Eero, en Australia, y Pauli y Aki, a caballo entre la campiña finlandesa y en la capital del país.

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