El Diario de Chihuahua

La geografía electoral… y la del narco

- Jorge Fernández Menéndez

Ciudad de México.— En 14 de los 15 estados que tuvieron elecciones el pasado 6 de junio habrá cambio de partido o grupo político en el poder, la única excepción sería Querétaro, porque incluso en Baja California nadie oculta las diferencia­s entre el grupo del actual mandatario Jaime Bonilla con la próxima gobernador­a Marina del Pilar Ávila, y mucho menos las diferencia­s existentes entre Maru Campos y Javier Corral en Chihuahua.

Cuando se producen cambios tan amplios, suelen trastornar la seguridad en los estados, porque se acomodan, a su vez, los grupos del narcotráfi­co que ya tenían algún tipo de acuerdo con las autoridade­s salientes. En esta ocasión, no parece ser así. Pareciera que los grupos del narcotráfi­co y el crimen organizado, de alguna forma, lograron mantener, como deseaban hacerlo y más allá de partidos y candidatos, la hegemonía, por lo menos a nivel estatal, aunque los cambios en municipios y sobre todo en grandes ciudades son mayores y pueden provocar trastornos. Quizás el único espacio donde esa relación tendrá cambios reales, donde se desajustó todo este esquema, es en la Ciudad de México, con el triunfo de la alianza opositora en nueve, que podrían ser diez, del total de alcaldías disputadas.

Hagamos un rápido recorrido: nada altera el control que tiene el Cártel de Sinaloa en Chiapas y Oaxaca, así como de buena parte de la frontera sur. Pueden circular otros grupos, pero el control es, desde hace años, suyo. En Guerrero se multiplica­n grupos y espacios de poder desde que gobernó el puerto de Acapulco Félix Salgado Macedonio. Queda el dato, nunca explicado, de la relación del suegro y la familia política de Evelyn Salgado con el Cártel Independie­nte de Acapulco. Allí si pueden darse alteracion­es, aunque todo indica que para la mayoría de estos grupos, incluyendo los armados, está quien querían que estuviera. Morelos irá por donde vaya Guerrero.

Michoacán también está muy disputada y era un territorio difícil para el Cártel de Sinaloa, pero desde que incursionó el Cártel Jalisco Nueva Generación en Tierra Caliente, sus rivales se fusionaron en Cárteles Unidos por esa vía, apoyando a Cárteles Unidos, se ha metido el de Sinaloa. Obviamente Colima y Jalisco son tierra del CJNG, prácticame­nte perdida por los de Sinaloa. Pero una vez que ingresamos a Nayarit todo, se podría decir, es tierra del Mayo Zambada y sus a veces confrontad­os aliados: parte de Nayarit, Sinaloa, Sonora, Baja California y Baja California Sur, son suyos. También Durango, Coahuila y parte de Chihuahua, con Zacatecas (también con nuevo gobernador) en disputa.

El CJNG tiene el centro y los litorales del Caribe y el Golfo. La organizaci­ón de “El Mencho”, Nemesio Oseguera, tiene el control de Quintana Roo y de la frontera con Belice, enormement­e porosa también. Nadie parece tener un control real de Yucatán y habrá que ver qué sucede ahora con Campeche. Ya desde el sur de Veracruz, la presencia del CJNG es una constante que penetra en el centro del país, por Guanajuato y San Luis Potosí con este corredor que tendrá como gobernador al controvert­ido Ricardo Gallardo.

En Tamaulipas participan varios grupos con distinta ubicación geográfica, pero poco a poco crecen, también, sobre todo en el sur, los del CJNG. Habrá que ver qué sucede con la próxima salida del gobernador García Cabeza de Vaca, lo mismo que en Nuevo León, con el gobernador electo Samuel García, cuyo padre tuvo acusacione­s de narcotráfi­co, en particular de haber estado ligado al narcotrafi­cante Gilberto García Mena, apodado el June, y uno de los jefes del Cártel del Golfo. En pocos lugares del país el mensaje de la designació­n de quiénes serán los responsabl­es de la seguridad del Estado tendrá tanto peso como en Nuevo León. Deben ser verdaderos profesiona­les sin mancha alguna en su carrera, si no, todo se le puede derrumbar a Samuel.

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