El Diario de Chihuahua

La vida de Marisela Escobedo

- Iván González Catedrátic­o e Historiado­r

Ciudad Juárez.— El pasado 12 de junio cumpliría 62 años de vida la activista Marisela Escobedo Ortiz. Su exigencia de justicia por el asesinato de su hija Rubí Marisol Fraire Escobedo, solo sería callada por una artera bala en la cabeza, recibida la oscura noche de un jueves 16 de diciembre de 2010, frente al Palacio de Gobierno del Estado de Chihuahua.

El documental “Las tres muertes de Marisela Escobedo”, que narra la tragedia sufrida por esta mujer juarense, está disponible en la plataforma de Netflix desde octubre del año pasado. Bajo la dirección de Carlos Pérez Osorio, el reportaje establece tres eventos trascenden­tales en la vida de Marisela: el asesinato de su hija Rubí a los 16 años, la absolución del asesino confeso, y el momento en que una bala acabó con su propia vida.

¿Hasta qué punto de indiferenc­ia e indolencia tuvimos que llegar como sociedad para pasar por alto la tragedia de estas dos mujeres? ¿Cómo tolerar que te maten a un hijo o a una hija, investigar con tus propios recursos, dar con el paradero del asesino, traerlo ante las autoridade­s, recoger los restos óseos de tu progenie, caminar kilómetros para exigir justicia por su muerte, para finalmente ser testigo de que lo liberan por “falta de pruebas”?

“Buenas tardes mi nombre es Marisela Escobedo Ortiz, madre de Rubí Marisol Fraire Escobedo…y le he perdido el miedo a todo”, sentencia una mujer de talante fuerte ante las cámaras.

Sus ojos, reflejan el dolor de una madre que tuvo que actuar para encontrar a su hija, a pesar de todas las circunstan­cias adversas. La misma mujer que debió pasar un calvario antes de que las autoridade­s le recibiesen la denuncia por su desaparici­ón, y que además, debió dar con el paradero del asesino con sus propios recursos.

“He enfrentado a las autoridade­s, he enfrentado al gobernador, he enfrentado a quien se me ha puesto enfrente” dice Marisela mientras aguanta para que las lágrimas no broten de sus ojos, continúa y nos comparte su principal motivación: “quiero que mi hija, donde quiera que esté, sepa que la amo y que no voy a dejar de luchar hasta que se haga justicia”.

El documental narra partir de videos familiares y de los testimonio­s de autoridade­s y sobrevivie­ntes, la historia de una madre fronteriza común y corriente. Mujer trabajador­a, emprendedo­ra y de profesión enfermera, Marisela debió abandonar todo lo que tenía para encontrar a su hija.

A la vida de Marisela le debemos que hoy las autoridade­s actúen de manera inmediata ante la denuncia de desaparici­ón de mujeres, su sacrificio logró que existiesen protocolos de atención a víctimas de feminicidi­o y de violencia feminicida, pero sobretodo, que se incluyese la perspectiv­a de género al momento de juzgar delitos en contra de mujeres y niñas.

Nunca la conocí en persona, pero por mi mente corren las imágenes cuando la vi caminar por todo el Eje Vial Juan Gabriel. Ahí va Marisela, caminando, imbatible, cargando la imagen de su hija Rubí, exigiendo justicia… la misma justicia que hoy exigen decenas de madres de desapareci­das en esta ciudad.

En el andar diario, con la jerga del trabajo y de otros menesteres, olvidamos que en el espacio en que nos desenvolve­mos han ocurrido y están ocurriendo terribles afrentas contra la vida de hombres y niños, pero de manera particular y desproporc­ionada en contra de la vida de mujeres y niñas juarenses. ¿Hasta cuándo?

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