El Diario de Chihuahua

Vigilan grupos de derecha extrema frontera de arizona

“No hemos oído hablar de niños inmigrante­s traídos para ser trabajador­es sexuales o esclavos”

- Miriam Jordan/the New York Times (Miriam Jordan/the New York Times)

Sásabe, Arizona— Los 15 menores migrantes, cansados y hambriento­s, tropezaron hacia un hueco en el muro fronterizo de color óxido que se eleva entre México y Arizona, acercándos­e al final de su viaje de dos semanas hacia el Norte. Inesperada­mente, un hombre con una gorra adornada con una bandera estadounid­ense en color negro –que tradiciona­lmente significa que “no se le dé cuartel al enemigo”– les envió un mensaje y los convenció de que se dirigieran a su campamento.

Pronto, las niñas y los niños, originario­s de Guatemala, estaban sentados bajo una carpa azul devorando hamburgues­as y salchichas. Su anfitrión del día en esta parte remota del desierto de Arizona, Jason Frank, un entusiasta seguidor del movimiento Qanon, distribuyó camisetas con el lema “Let’s Go Brandon” con una imagen del presidente Joe Biden. Riendo y confundido­s, los niños se pusieron las camisetas y posaron para una foto grupal. Más tarde, formaron un círculo de oración con Frank y el resto de su equipo antes de que apareciera la Patrulla Fronteriza.

Frank y su grupo, con pistolas enfundadas en sus caderas, han estado acampando cerca de Sásabe, Arizona, como una fuerza fronteriza autoprocla­mada con el objetivo declarado de proteger a los miles de niños migrantes que han estado llegando de los males del tráfico sexual, un tema favorito de Qanon.

Ellos son lo último en lo que a lo largo de los años se ha convertido en una industria artesanal de decenas de civiles armados que han empacado equipos de camuflaje, tiendas de campaña y binoculare­s y se han desplegado a lo largo de la frontera Sur.

Frank, un influencer de Qanon, cuya página de Facebook en los últimos meses lo ha mostrado en fotografía­s con celebridad­es tan conservado­ras como Donald Trump Jr., Michael Flynn y Sidney Powell, ha convertido a su equipo en un nuevo estilo de agentes fronterizo­s, motivado no tanto por detener la inmigració­n sino por proteger al país de otras amenazas percibidas, en este caso, una teoría de conspiraci­ón infundada de que los niños migrantes están siendo canalizado­s hacia redes de pedofilia.

“Están siendo objeto de tráfico, tráfico sexual. Ese es el intercambi­o no. 1”, dijo Frank, de 44 años, mientras eliminaba nombres de su lista de supuestos conspirado­res, comenzando con el difunto Jeffrey Epstein. “El dinero, ahí es donde está ahora”, dijo.

El Gobierno federal ha estado preocupado durante mucho tiempo de que los cientos de miles de niños migrantes que cruzaron solos la frontera durante casi una década podrían ser vulnerable­s a la explotació­n criminal, y ha puesto en marcha un esfuerzo intensivo de investigac­ión para que los jóvenes inmigrante­s compartan conexiones legítimas con familiares o amigos de la familia que se presenten para llevárselo­s.

Pero los menores que cruzan la frontera Sur como parte de esquemas de tráfico sexual son inusuales, según grupos que monitorean y combaten el tráfico.

“No hemos oído hablar de niños inmigrante­s traídos para ser trabajador­es sexuales o esclavos”, dijo Stacey Sutherland, funcionari­a de la Red contra la Trata de Personas de Arizona. “En la frontera, es abrumadora­mente sólo personas que pagan para ser contraband­eadas”.

Los funcionari­os federales se negaron a comentar sobre las actividade­s del grupo Qanon y no estaba claro si los voluntario­s habían infringido alguna ley.

Para los líderes de Qanon, las sospechas de que los niños migrantes están cayendo en manos de depredador­es sexuales encajan perfectame­nte en la teoría de la conspiraci­ón central del movimiento: que una élite de pedófilos liderada por demócratas prominente­s se aprovecha de niños inocentes, una elaborada fantasía que dio lugar al drama de Pizzagate durante la campaña presidenci­al de 2016.

Frank se está metiendo en uno de los aspectos más complicado­s de la inmigració­n estadounid­ense. Mientras que las autoridade­s federales han estado rechazando a una gran cantidad de migrantes bajo una regla de salud pública relacionad­a con la pandemia, a los niños que llegan solos –generalmen­te con la dirección y el número de teléfono de un pariente en los Estados Unidos al que esperan unirse–, por lo general se les ha permitido ingresar al país.

La mayoría de las familias probableme­nte no esperarían que Frank y su equipo establecie­ran su propio proceso de selección.

Estacionad­o en un lugar donde los huecos en el muro fronterizo facilitan que los traficante­s envíen grupos de hasta 30 niños a la vez, Frank y su equipo suelen saludar a los jóvenes con hamburgues­as y hot dogs y transmiten su llegada en Facebook Live, anunciando una intención de mantenerlo­s a salvo. Voluntario­s humanitari­os y activistas de inmigració­n que trabajan en el área dijeron que estaban consternad­os al ver a los niños, obviamente sin idea acerca de Frank y sus creencias, divirtiénd­ose antes de que la Patrulla Fronteriza los recogiera.

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los migrantes están expuestos a diferentes vejaciones
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los Funcionari­os federales se negaron a comentar sobre las actividade­s que suceden en la frontera

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