Cerrando ciclos, cumpliendo sueños
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo.”
Mario Benedetti
Hace algunos años recibí un curso sobre inteligencia emocional, auspiciado por el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Chihuahua, en aquella ocasión, entre otros ejercicios y bajo una suerte de hipnosis a la que nos sometió el instructor, se nos pidió que nos ancláramos en un momento clave de nuestras vidas.
Al “volver” del estado himnótico respondí, sin dudarlo, que el momento más importante que deambulaba en mi mente desde hacía décadas: mi partida de Guadalupe y Calvo a la edad de 13 años. Fue un 19 de agosto de 1972 a las 7 de la mañana cuando, en compañía de mi tía Prieta y mi padre, despegamos en avioneta de la pista aérea del Zorrillo hacia Culiacán, teniendo como destino final la ciudad de Hermosillo, Sonora, para estudiar secundaria.
Hace 3 o 4 años tuve la idea de conmemorar esa fecha. La gente celebra y conmemora fechas importantes, y en mí no iba a ser la excepción. En 2022 cumpliría 50 años de haberme despedido de mis padres, hermanos, familia y amigos, de algunos de ellos, para siempre. Pensé celebrar aquella fecha con alguna fiesta en grande porque la vida me ha dado mucho más de lo que me tocaba. Pero no podía festejar, puesto que en estos 50 años no sólo gané, también perdí a mis padres y hermana mayor.
Decidí entonces recordar esa fecha con un acto simbólico, regresar al pueblo, frase inspirada de nuestro chihuahuense universal, dramaturgo y jurista Víctor Hugo Rascón Banda, con su obra “Volver a Santa Rosa”.
¿Cómo regresar a mi terruño? Fue una decisión difícil de tomar, si la fecha y motivo de mi partida era lo más importante en mi vida, el regreso, a los 50 años, debía ser también inolvidable. ¿Cómo hacerlo? Caminando, sí, caminando, a mis 63 años de edad, los 250 kilómetros que separan a Culiacán de Guadalupe y Calvo, por un camino que me llevaría por la costa, barrancos y sierra de Sinaloa, y barrancos y sierra de Chihuahua.
Lo comenté con varios amigos y familiares que conocían las distintas rutas que se pueden seguir de Culiacán a Guadalupe y Calvo, son 3: por Dolores, Ciénega de Silva o Atascaderos, las dos primeras cruzan la cordillera del cerro Mohinora hacia Guadalupe y Calvo por su parte norte y la última por el sur. De entrada descarté hacerlo por Atascaderos por parecerme que me apartaba mucho de la línea recta entre los puntos de partida y destino.
Inicialmente opté por seguir la ruta de Dolores, la que partiendo de Culiacán me llevaría a Pericos, Badiraguato, Tameapa, Soyatita, El Frijolar, Dolores, El Riito (Riyito para nosotros), para llegar al anhelado destino: Guadalupe y Calvo. Aunque finalmente, por sugerencias del Director de Protección Civil de Badiraguato y otros conocedores de la ruta, seguí de Tameapa hacia Ciénega de Silva, de ahí al Riyito, punto común de las rutas de Dolores y Ciénega.
Para concretar el viaje necesitaba primero que todo de un fuerte entrenamiento en terrenos difíciles puesto que subir de los 71 msnm que tiene Culiacán hasta los 2,740 que tiene el Puerto del Aire en la parte baja del Mohinora requiere de un importante esfuerzo, aún más, caminar 250 kilómetros que separan los puntos de inicio y arribo, no es una empresa fácil.
La Ciudad Deportiva, la presa El Rejón y los cerros aledaños a la ciudad de Chihuahua, fueron lugares donde paulatinamente me di a la tarea de caminar todo lo más que se podía para acostumbrar las piernas a largas y accidentadas jornadas.
Ya con ese ligero entrenamiento y con conocimientos rudimentarios en senderismo, caminé de Guadalupe y Calvo a Galeana algunas veces. La distancia, aunque corta, se recorre en 9 horas de ida y unas 10 de regreso, por lo pronunciado de la subida.
Para reforzar el entrenamiento le di la vuelta al cerro Mohinora en cuatro jornadas. El tramo más difícil fue de Tableteros hacia el Riyito, por las pronunciadas bajadas y subidas a San Rafael, Las Mesas, La Hacienda, Galeana y El Riyito, en desniveles de hasta 2,000 metros en poca distancia lineal. Sin embargo logré el objetivo en 4 días, pernoctando en casa de familiares durante tres noches.
También en compañía de Lila Chávez, Niuvis, mi esposa Lucy y mis hijos Luis Carlos y Diego, ascendimos caminando al cerro Mohinora desde la plaza de Guadalupe y Calvo hasta la cima del gigante chihuahuense, en 9 horas y media.
Por fin puse fecha a la caminata Culiacán-guadalupe y Calvo por Ciénega de Silva. Empezaría a finales del mes de abril programando, de entrada, ocho jornadas. Así, el martes 26 de abril abordé un vuelo comercial de la ciudad de Chihuahua hacia Culiacán, y en un tiempo de aproximadamente 1 hora estaba aterrizando en la capital sinaloense.
Mi amigo, Jesús Israel Gastelum Arenas, compañero de generación de la Escuela Náutica de Mazatlán y su esposa Blanca me recibieron en el aeropuerto de Culiacán, y esa noche me hospedaron en su casa.
Las peripecias del viaje las dejamos para la siguiente entrega, que así sea.