La razón ha muerto
Menuda afirmación. Lo que sigue de osada. El reflexión surge en mí inicialmente del evento en que se presentó el más reciente libro del doctor Javier Contreras Orozco, titulado “La censura horizontal; el nuevo tribunal digital”. Luego se agudizó, asumiéndolo como explicación de las encuestas nacionales más acreditadas que evalúan la gestión del presidente López Obrador.
La obra en comento aborda una realidad que está totalmente instalada en la sociedad contemporánea, el creciente uso de las redes sociales, incluyendo en ellas a las comunicaciones de Whatsapp con sus actuales dinámicas de listas de difusión y grupos, más las ampliamente conocidas Facebook, Twiter y otras. El centro del libro, en una mucho muy apretada síntesis, es que en estas redes se mueve información sin ningún tipo de control, mucha de ella falsa, puesta ahí en forma deliberada o no. Y eso ha dado lugar a fenómenos que se nombran con dos palabras creadas para describirlas. Una de ellas es “fakenews”, así en inglés, y la otra es “posverdad”.
Ambas tienen relación. Las primeras son noticias que parecen verdaderas, lucen como verdaderas, ya sea como imágenes o textos o combinaciones de ambos, pero en realidad no lo son porque han sido alteradas. La segunda, “posverdad”, también es llamada en modo más sencillo de comprenderla, se le dice “verdad emocional”. O sea, es verdad “lo que siento que es verdad”, genéricamente, lo que yo creo o quiero creer que lo es. A veces es solo una opinión.
Esto deriva y a eso dedica el segundo capítulo, sigo con el libro del doctor Contreras, a analizar lo que tiene que ver todo esto con la verdad. Y se lamenta el autor, de que hemos caído en el “relativismo”, es decir, que ya no podamos distinguir lo verdadero de lo falso, o que el criterio de verdad sea la opinión o la conveniencia de cada uno y no el rigor de la congruencia entre el pensamiento y el ser. En palabras muy llanas, tal como yo entiendo lo que ahí expone, que la tremenda facilidad de acceso a las redes sociales, nos han llevado a usarlas sin ningún tipo de rigor analítico, sin aplicar la razón, sin un esfuerzo para pensar y discernir si lo que nos dicen es falso o verdadero, o también, una incapacidad para distinguirlo y acaso, una derrota anticipada a cualquier intento.
Y por eso yo deduzco, y me atrevo a afirmar, parafraseando a Nietzsche, de modo temerario, que la razón ha muerto, y la han matado esa incapacidad de esforzarnos por distinguir la verdad en el océano de información, muchas veces innecesaria, o la ha matado nuestra incapacidad de decidir que es importante la verdad y, en un mundo egoísta solo vale la pena luchar por lo que nos agrada, el camino del menor esfuerzo.
Se podría decir que estas son reflexiones en las nubes, pero quisiera hacer breve esfuerzo por usarlos para enjuiciar la realidad nacional a partir de un dato reciente. A inicios de semana los diarios El Financiero y Reforma, con los mejores encuestadores del país, han dado a conocer sendos estudios que en síntesis reflejan un aumento de la popularidad del presidente López Obrador, una apreciación de su gobierno, una alta valoración por su alianza de cara al 24 por encima de una posible alianza opositora. Datos que a muchos han sonado increíbles, y los ha llevado a estrellarse en la pared sin explicarse cómo es que pueden ser así las cosas cuando con toda claridad, la razón, los datos de la realidad, dicen que de ningún modo el país marcha por buen camino. ¿Es que esa encuesta es una validación empírica de la afirmación de que la razón ha muerto? ¿O es que, como dice el doctor Contreras Orozco, es la verdad emocional, o posverdad, que se construye diariamente desde la tribuna de las conferencias mañaneras?
Parecería que sí. Y que no hay manera de convencer a los simpatizantes lopezobradoristas con datos duros, estos no importaran porque “no sienten” que sean verdaderos.
En efecto así son las cosas, pero un gran error de los líderes es limitarse a criticar, sin hacer un esfuerzo de hacer conexiones emocionales con la gente, a partir de sus necesidades sentidas, y ofrecerles soluciones sensatas, que realmente lleven a mejorar sus condiciones de vida. Es un error no hablarles en su lenguaje, con sus códigos y no usar sus instrumentos de comunicación, las redes precisamente. Claro que está ocurriendo en las redes que están saturadas de fakenews, y de posverdades, pero las redes son instrumentos. Y como todos los instrumentos, quien mejor sabe manejarlos puede poner en ellos cosas que no sean esas mentiras, y que construyen mundos como el que nos quieren hacer creer en las mañaneras.
Los lideres chihuahuenses, con la gran ventaja de no tener la presión política de la fuerza de Morena que hay en otras partes del país, con muchos más margen de maniobra, bien podríamos entender esto, Y ponernos de acuerdo para intentar usar mejor los instrumentos para señalar al país una ruta de salvación. La hay y es necesaria.