Hambre de justicia
En uno de sus mejores discursos y encarándose en cierto modo con la autocracia porfirista don Justo Sierra, el ilustre educador dejó escapar una frase, eco del dolor popular y luminosa síntesis de nuestra historia. ‘‘El pueblo mexicano ----dijo---- tiene hambre y sed de justicia a eso se reduce bien vista, la historia de México.
En esos dos renglones quedan descritos, aclarados y explicados los siglos que pasaron, la época presente y la etapa de reparación que reclama de modo imperioso el porvenir.’’ Hambre de justicia en el pasado, sed de justicia en el presente, anhelo y exigencia apremiante de justicia en el inmediato porvenir.
Hace dos o tres semanas estuvo en México un turista norteamericano, que al recorrer diversas zonas indígenas y enterarse del aspecto de miseria, de desolación y de abandono que ellas ofrecen, exclamó: ‘‘¡qué gobiernos los de México!, ¡qué gobiernos que en 400 años nada han podido hacer para levantar de su postración al indio!’’. Los hechos y las situaciones históricas están a la vista.
Trescientos años corrieron de gobierno colonial, inspirado, según ciertos historiadores insinúan, por las máximas del cristianismo, cuando en realidad era y fue siempre la codicia lo que impulsaba a los dominadores; siguieron cien años de gobierno de criollos y mestizos, y el ciclo fatídico dentro del cual todo se ha conjurado contra el indio, se ha prolongado por otros treinta y seis años de gobiernos que, titulándose revolucionarios, se han mostrado incapaces o impotentes para dar cima a la empresa regeneradora, y aun, a veces, no han hecho otra cosa que agravar con infames prevaricaciones, y hacer más doloroso el calvario del indio. Continúa la noble raza esperando justicia.
Hoy como ayer sufre callada su dolor; recibe, si acaso, promesas; se embriaga y aturde con palabras; pero la redención esperada, y tantas veces ofrecida, no llega jamás. 41687 El Universal, 12 de febrero de 1947. Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx https://biblio. juridicas.unam.mx/bjv DR © 1997. Instituto de Investigaciones Jurídicas - Universidad Nacional Autónoma de México Libro completo en: https://goo.gl/vvhaaz Revoluciones van y revoluciones vienen ----exclamaba un constituyente ilustre----, los códigos y las constituciones se abultan; los gobiernos se suceden los unos a los otros, y ello no obstante, la gran masa de la población, la que trabaja y da de comer, ni alcanza bienestar, no obtiene justicia, ni conoce otra cosa que las cargas y las obligaciones, jamás los derechos, ni la justicia, ni menos la libertad.
El nombre de los explotadores es lo único que cambia: ayer se le llamaba jefe político, mayordomo, capataz, hacendado, despojador de tierras; hoy se denominan diputado local, agente del gobernador, presidente o secretario municipal, representante del banco, delegado de organización ejidal, cacique pueblerino, ¡que sé yo cuántas otras aterradoras denominaciones más! En las ciudades sucede lo propio. Ayer eran los malos tratamientos y los salarios de hambre. Hoy son los precios exorbitantes de la carne, del azúcar, de la tortilla, y del pan. Hoy privan la dictadura de los monopolios y la iniquidad de los hambreadores más funestos y más odiosos que los jefes de industria o los magnates del porfirismo. Los derechos y los hermosos postulados están escritos en las leyes, pero ¡la realidad vivida cuánto dista de las ofertas constitucionales, de las plataformas de los partidos, de la bellas promesas de los discursos!
Se erigen edificios monumentales, se hermosean las grandes urbes, se construyen con formidables costo presas y canales, carreteras magníficas y locales, más o menos adecuados, más o menos y suficientes para escuelas; pero ----cabe preguntar---- ¿esto calma el hambre física del pueblo, satisface la sed espiritual de justicia del ciudadano, redime al postergado, alivia la situación del paria? No. El pueblo no se conforma, no queda satisfecho con solo las obras materiales. Esa es la cantinela y el programa de las dictaduras.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados" (Mateo 5:6)