El Diario de Chihuahua

En un parpadeo

- Armando Fuentes Escritor

Ciudad de México– "Yo tuve sexo con tu madre". Eso le dijo un tipo a otro en la cantina del pueblo. Lejos de levantarse y darle un golpe al lenguaraz sujeto, el otro se hundió en su silla, avergonzad­o, pues todos los parroquian­os volvieron la vista para verlo. El individuo regresó a la barra, pidió otra copa y la apuró de un trago. Luego volvió a la mesa donde estaba el otro y le repitió con tartajosa voz la frase: "Yo tuve sexo con tu madre". Nueva pena del ofendido y nueva curiosidad de la concurrenc­ia. Por tercera vez se repitió lo mismo: el ebrio pidió otra copa, la bebió de un golpe y regresó a donde estaba el tipo. De nueva cuenta le espetó: "Yo tuve sexo con tu madre". Entonces sí se levantó el otro de su mesa. Tomó al beodo por un brazo y le dijo: "Ya está usted muy borracho. Vámonos a la casa, papá". Un granjero le comentó a su vecino: "Segurament­e mi hijo no se casará nunca. Es demasiado feo. Tiene cara de cerdo". Preguntó el otro: "¿De qué clase de cerdo?". Respondió el granjero: "De cerdo corriente, de rancho". "Qué lástima -se condolió el vecino-. Si tuviera cara de Duroc-jersey a lo mejor tendría una mejor oportunida­d". La mamá de la recién casada quiso saber: "¿Le gusta a tu marido la comida que le haces?". "Sí, mami -respondió con orgullo la muchacha-. Cuando llega del trabajo siempre es la segunda cosa que me pide"... Motel Kamawa. Habitación número 210. En medio del deliquio pasional él le dijo a su pareja: "¡Qué buena eres en la cama, Susiflor!". También ella participab­a del deliquio mencionado, pero eso no obstó para que le preguntara al galán: "¿Te casarás conmigo?". Replicó él: "No me cambies la conversaci­ón". Uglina era una chica poco agraciada. Tenía un extraño apodo: "La dieta". Le decían así porque nadie la seguía. Pepito estaba llorando lastimeram­ente. Su papá, preocupado, le preguntó por qué. "¡Se murió mi tortuguita!" -respondió el niño, desolado. "Qué pena -le dijo el señor-. Pero mira: para que te consueles te llevaré al cine. Ahí te compraré unas palomitas, unos sabrosos dulces, un refresco y un hot dog, Luego iremos a la nevería y te invitaré un riquísimo helado de tres sabores; fresa, vainilla y chocolate". En eso ¡oh sorpresa! la tortuguita sacó la cabecita de su concha y echó a caminar. ¡No estaba muerta! Le dijo Pepito con rencoroso acento: "¡Pendeja!". Ya conocemos a Meñico Maldotado. Es un joven varón con quien natura se mostró avara en la parte correspond­iente a la entrepiern­a. Contrajo matrimonio. Al empezar la noche de bodas dejó caer la bata que lo cubría y le dijo a su desposada: "Prepárate, porque en cuestión de sexo soy una encicloped­ia". Lo vio ella y replicó: "A mí me parece que más bien eres el Pequeño Larousse". El doctor Duerf, psiquiatra, le preguntó a su paciente: "Y dígame, don Nihilio: eso de sentirse un insecto ¿se le ocurrió a usted solo o le vino con el matrimonio?". En la reunión familiar surgió un tema interesant­e: qué es lo más rápido del mundo. Opinó el papá: "Es la luz. Viaja a 300 mil kilómetros por segundo". Dijo la mamá: "Yo creo que lo más rápido que hay es el pensamient­o. Nos llega con una velocidad impresiona­nte". Consideró la hija: "Me parece que no hay nada tan rápido como el parpadeo. Por eso se dice eso de: 'En un abrir y cerrar de ojos'". Intervino el abuelo, señor de edad muy avanzada. Afirmó con tono de absoluta seguridad: "Lo más rápido que hay es la pipí". Todos se asombraron al oír esa declaració­n. Le preguntó la nieta: "¿Por qué dices eso, abuelo?". Respondió el veterano: "Hoy en la madrugada sentí ganas de hacer pipí. Y antes de que pudiera parpadear, pensar o encender la luz.". FIN.

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