El Diario de Chihuahua

PRINCESA ROJA DE LA LITERATURA

Elena Poniatowsk­a cumplirá 90 años en unos días y el Palacio de Bellas Artes le rendirá un homenaje nacional

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Monterrey— Cumplirá 90 años el 19 de mayo y la agenda de la Premio Cervantes de Literatura 2013 se ha llenado de peticiones de entrevista­s que ha sido necesario dosificar en función de su salud.

“Me canso más que antes, antes era un dinamo”, dice Elena Poniatowsk­a desde un sillón amarillo en su casa de Chimalista­c mientras la ronda Váis, el gato llamado así en honor de su amigo Carlos Monsiváis.

“El ojo izquierdo me da problemas, el de mi ideología”, sonríe. En su sala, uno de los cojines lleva una figura caricaturi­zada de López Obrador, sonriente.

Recibe de pants, los mismos que llevaba por la mañana cuando salió a grabar un programa de televisión. No lleva aretes. Dice que se los robaron cuando se metieron a su casa en noviembre pasado, hecho al que no le dio mayor importanci­a. “Fue un robo y ya”, dijo entonces. Su casa es la única de su calle sin una gran barda.

En el Palacio de Bellas Artes el jueves 19, día de su cumpleaños, se le rendirá un homenaje nacional, también se prepara una comida de celebració­n con familia y amigos, pero no será en su casa porque, dice, “el comedor es muy chico”.

Bajita, rubia, Poniatowsk­a no es ni cándida ni ingenua con sus entrevista­dos. Decía cuando era más joven que las “entrevista­s son luchas morales en que hay que matar al entrevista­do”.

“Nunca maté a ningún entrevista­do”, afirma con sorna la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Periodismo en 1978. Y sin proponérse­lo, suelta una rápida lección de periodismo tras un largo camino de hacer entrevista­s: “Prepararse, tener un buen cuestionar­io y luego observar mucho”.

Aunque asegura que también tuvo suerte, en esa época eran pocas las mujeres periodista­s. Comenzó a escribir en la sección de Sociales de Excélsior con Ana Cecilia Treviño “Bambi”. Proviene de un medio social donde las mujeres eran educadas para casarse y tener hijos. En Filadelfia hizo estudios de high school en un convento con monjas, aunque le hubiera gustado ir a la universida­d y estudiar medicina.

Los entrevista­dos eran sus amigos, un círculo de pintores, escritores e intelectua­les.

Por querer ser útil a su país y abrazar las causas sociales, privilegió su narrativa y el quehacer periodísti­co sobre la poesía, que también escribe, pero que jamás ha publicado.

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La autora también se prepara una comida de celebració­n con familia y amigos, pero no será en su casa porque, dice, “el comedor es muy chico”

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