Vivencias estudiantiles magisteriales
La celebración del Día del Maestro (15 de mayo) y del Día del Estudiante (23 de mayo), que no están lejanos del Día del Niño (30 de abril) y del Día de la Madre (10 de mayo), las cuales necesaria e implícita y explícitamente están ligadas directa e indirectamente como elementos esenciales al Sistema Educativo Nacional, a la ESCUELA, a la EDUCACIÓN PÚBLICA y PRIVADA, fundamentalmente al nivel básico; nos invita a recordar aquellas vivencias en que nos desenvolvimos como alumnos-estudiantes y como docentes.
La participación y adecuación de las maestras (os), de los educandos, de los padres de familia –llevando un papel preeminente, la MADRE– en la ESCUELA, en la información y formación de las nuevas generaciones, es innegable. Hecho que cotidiana y evidentemente, ciclo tras ciclo escolar, se vive, se realiza y experimenta en nuestra ciudad-capital, en toda nuestra extensa entidad federativa, en todos los EUM, y en el mundo entero, con o sin indeseables y fatales epidemias o PANDEMIAS.
Mayormente, si consideramos el concepto de educación entendido como un proceso social integral de conservación, transmisión, asimilación y transformación cultural, que lo mismo se presenta en la vida cotidiana de manera espontánea, que intencionada y constitucionalmente institucionalizado.
En tal sentido, la presente modesta colaboración la dedicaremos a recordar aquellos maestros y maestras que nos formaron y prepararon para ejercer la DOCENCIA. Es decir, el desempeño pedagógico-didáctico-educativo FRENTE AL GRUPO. Y algunas de las peripecias por las que tuvieron que pasar, un considerable número de respetables colegas (mujeres y hombres) para titularse, actualizar, mejorar y perfeccionar su noble y enorme compromiso frente a sus educandos, frente a la comunidad escolar y ante la sociedad toda.
Pero antes, permítasenos compartirles el siguiente mensaje que con motivo del Día del Maestro, gentilmente nos acaba de enviar un distinguido y buen amigo:
“ASÍ HIZO DIOS A LOS MAESTROS. Escuchen –les dijo el Señor con acento afable–: Tú elegirás ser médico, salvarás vidas, quitarás dolor, darás esperanzas a los enfermos.
“Tú serás un gran arquitecto, asombrarás con tus obras majestuosas a hombres y mujeres, embellecerás las calles y ciudades del mundo.
“Tú sabrás de leyes humanas. Darás orden y juicio al hombre y justicia en sus actos. Serás abogado.
“Tú transformarás con tus inventos la vida de las personas, serás un innovador. Dominarás la tecnología.
“Y entonces, me miró, y al notar mi desconcierto, me dijo con infinita bondad, pero a la vez con energía:
“Tú serás formador. De tus manos surgirán los médicos, los hombres de leyes, los inventores. Por tus palabras vertidas en la mente pura y limpia de un niño, harás surgir al líder, al sabio, al artista, al humanista que dará mejor rumbo a la humanidad.
“Pero, te advierto, no habrá gloria para tu labor, serás el cimiento que no se ve, y que sin embargo, sostiene la grandeza de las obras.
“Al final sólo quedará en la mente de aquellos que te escucharon, tal vez, el eco de tus enseñanzas. Pero en su corazón no podrán olvidar que fuiste el impulso para hacer de su destino lo que soñaron.
“Regresarás a mí, humilde, satisfecho, tranquilo y con tu alma alimentada por bellos recuerdos, y con eso sentirás que fuiste recompensado, que es suficiente. ¡¡¡TÚ SERÁS MAESTRO!!!”
Chihuahua, ciudad capital, septiembre de 1954 y años subsiguientes, Escuela Normal del Estado, anexa al Instituto Científico y Literario; ubicada entre las calles Vicente Guerrero, Allende y Once (actualmente, Venustiano Carranza). Allí, nos inscribimos varios condiscípulos que sentíamos y queríamos seguir la vocación de maestros y algunas compañeras de educadoras; y quienes únicamente querían hacer la Secundaria, para de ahí pasar a la “prepa” o alguna otra institución de aquí, o de la ciudad de México.
Algunos de nuestros muy respetados y respetuosos profesores y profesoras, impartían clases en nuestra querida e inolvidable Escuela Normal del Estado (ENE) y en el apreciado, reconocido, y nonagésimo Instituto Científico y Literario (ICYL). En su memoria y como un reconocimiento post mórtem (¿vivirán algunos?), citaremos varios de los que vienen a nuestra memoria: Antonio Quevedo (Toto Quevedo) que fue uno de los directores de la Normal e impartía Química; Carlos Urquidi, subdirector e impartía un curso de Historia.
Juanito Alanís, que impartía Geografía Física y Humana; Daniel Escalante (el “ticher”), obviamente impartió un curso de inglés; Gilberto Contreras, impartió Cosmografía; Jesús Barrón, civismo; Martín H. Barrios Álvarez, literatura; Julieta Morales, Civismo; María Elena (Nena) Campos, Literatura, atractiva, siempre muy bien vestida; María Urquidi, Matemáticas; Siria Caballero, Bibliotecaria; Señora Jaurrieta, Celadora (todavía no se les llamaba prefectas o prefectos); Antonio Maguregui, Música, solfeo y canto.
Hipólito Vela, impartía Educación o Cultura Física, en ocasiones, conjuntamente a alumnos de la ENE y del ICYL, principalmente “Básquet”, y natación en la entonces alberca Quevedo, que estaba entre ambas instituciones; Leopoldo Quiroz (Polito), que “daba” taller de carpintería; Rafael Panduro, pintura y recursos didácticos; Profesor Berumen, dibujo de sombra y lineal o constructivo.
Una vez que se cambió la ENE (1956) a su nuevo edificio en lo que posteriormente fue y sigue siendo la Facultad de Derecho, campus número uno de la UACH, se incrementó y enriqueció la plantilla de muy ilustres catedráticos: Luis Urías Belderrain, Psicología, Psicopedagogía y director de la institución; Salvador Martínez Prieto, Laboratorio de Química y también director de la Normal; Alfonso Luján, Biología, Higiene y Profilaxis Escolar y médico del alumnado; Cosme Rico Ruiz, Ética y Sociología; Víctor Piñón, Etimologías y Caligrafía; Bertha Pérez, Ingles; Dolores Montaño, Prefecta; Rubén Martínez Ciencias Naturales; Jesús López, Español; profesores Educación Física: Francisco Mena, Enrique Macías y Salomé Ledezma; Antonio Becerra Gaytán, Psicología… Perdón por si no mencioné a otros no menos distinguidos maestros, pero a mi edad, la memoria ya empieza a perder lucidez.
Por lo demás. Para aquellas personas que persisten en no justipreciar la labor del magisterio, cabe recordar que para lograr la titulación de un determinado número de docentes, su actualización, mejora y cuasi perfeccionamiento, para el óptimo logro de su seria responsabilidad como asesor o facilitador del Proceso de Enseñanza-aprendizaje (PEA), desde los años cincuenta del S. XX, la SEP creó el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM); y aquí, en nuestro estado, siendo gobernador del mismo, Teófilo Borunda (por sugerencia de los maestros Martín H. Barrios Álvarez, Amador Hernández…) se constituyó la Escuela Estatal de Capacitación Profesional del Magisterio (1957), cuya preparación, aun cuando era “por correspondencia” o “a distancia”, tuvo resultados muy positivos, que se reflejaron en la cotidianidad de la labor educativa, y en la evidente aceptación que tuvieron por parte de los padres de familia. Y la comunidad en general.
Como los sueldos de los trabajadores al servicio de la educación pública eran muy bajos, los maestros y maestras, sobre todo los matrimonios, que tenían que presentarse en Chihuahua a los cursos de verano, tenían que ahorrar o pedir prestada una cifra considerable de dinero para solventar los gastos para su estadía y/o asistencia. O bien, pernoctaban en determinadas escuelas primarias –durmiendo en las bancas o en el suelo– y preparando ahí, improvisadamente, sus alimentos.
Esas y más peripecias pasaron los precitados miembros del gremio magisterial, así como los mentores que también concurrían a los cursos de verano de la Escuela Normal Superior “José E, Medrano”.
Pero eso y más, fue lo de menos, pues con la formación e información que lograron, y el ejemplo que vieron en sus catedráticos, verdaderos NORMALISTAS que los estimularon para desempeñarse como auténticos SEMBRADORES EN EL SURCO DE LA IDEA, iban o seguían en las diversas comunidades de nuestra extensa entidad federativa en donde se necesitaran sus servicios.