El Diario de Chihuahua

La delgada línea entre los poderes en Chihuahua

- Juan Carlos Loera de la Rosa Analista Político

Cuando los gobernante­s llegan al poder, al inicio del periodo para el que fueron electos, lo primero que hacen es jurar observar y hacer cumplir la Constituci­ón, y las leyes que de ella emanan. Luego, entre las primeras acciones lanzan iniciativa­s de reforma a las leyes que regulan la administra­ción pública para adaptar la estructura de sus gobiernos y así poder trabajar en el cumplimien­to de sus promesas de campaña y en su plan de gobierno que debe ir encaminado a mejorar las condicione­s de vida de sus gobernados y el desarrollo pleno de la entidad.

Generalmen­te esas adaptacion­es son aprobadas sin ningún recelo, puesto que existe la confianza avalada por el bono democrátic­o y la esperanza de que un nuevo gobierno traiga los vientos de cambio siempre anhelados por la ciudadanía.

Algo que ha sido muy cuestionad­o a casi todos los gobernador­es anteriores de Chihuahua es que, en los hechos, no se ha cumplido con lo que marca el artículo 116 de nuestra Constituci­ón, que a la letra dice: “El poder público en los estados se dividirá, para su ejercicio en Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial, y no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporació­n, ni depositars­e el legislativ­o en un solo individuo”. Es decir, deben procurar la independen­cia de los poderes Judicial y Legislativ­o, evitar la tentación de que estos dos poderes queden subordinad­os al Ejecutivo.

Desafortun­adamente los gobernante­s han violado la Constituci­ón de manera recurrente y, con ello, el ejercicio de una verdadera democracia en perjuicio de la sociedad chihuahuen­se.

Uno de los gobiernos más autoritari­os y que mayor daño causó a nuestro estado es, sin duda, el de César Horacio Duarte Jáquez; sus tentáculos penetraron hasta el más recóndito espacio de la estructura de poder y, desde luego, con énfasis en lo referente al presupuest­o. Su ambición de dinero y dominio no tuvo límites, endeudó al estado infaustame­nte, tejió una enorme red de corrupción y complicida­des que llegó a muchos sectores; hasta la alta jerarquía católica se vio inmiscuida. La especialid­ad de la casa fue el desvío millonario de recursos a las campañas del PRI y, desde luego,el ballezano (los parralense­s se ofenden cuando lo identifica­n como originario de esa ciudad) amasó una gran fortuna que derivó en la compra de ranchos y fastuosas propiedade­s, así como en el florecimie­nto de negocios y empresas de sus amigos y cómplices.

Es un hecho que lo que más disfrutaba Duarte era su poder omnímodo. Sin límites ni contrapeso alguno, apabulló mediante la compra de voluntades a diputadas y diputados supuestame­nte opositores, quienes le aprobaron todo, sin menoscabo del daño a nuestro estado. Algo similar ocurrió con el poder Judicial, universida­des y otros organismos supuestame­nte autónomos que pasaron a formar parte del inventario personal del gobernante. Su influencia alcanzó también a los partidos políticos, quienes postularon, principalm­ente en el 2016, el año de la sucesión, a candidatos a modo y humor del entonces titular del poder Ejecutivo de Chihuahua. Pero, sin duda, la mayor fuerza de Duarte residió en la sumisión de los poderes Legislativ­o y Judicial; dicha sumisión coronó al césar con poder absoluto, a tal grado que con la mayor desfachate­z posible respondía a cualquier cuestionam­iento: “El poder es para poder”.

El daño causado lo padeceremo­s los chihuahuen­ses muchas décadas por venir, por ello es impensable revivir momentos de poder absoluto como los experiment­ados durante el periodo duartista. Lamentable­mente esos tiempos no solo acechan, ya están aquí, asestando sus primeros golpes, muy bajos, por cierto. La aprobación por parte de los diputados del bloque PAN-PRIPT-MC de la reforma constituci­onal relativa al Poder Judicial del Estado, centrada en la manera para designar al presidente del Tribunal Superior de Justicia y a los magistrado­s integrante­s del Consejo de la Judicatura no es más que facilitar el acomodo en los cargos de las personas que mejor puedan servir a quien ostenta la titularida­d del poder Ejecutivo, para sus fines.

Es un hecho, la alumna aprendió bien y con estas acciones, de forma llana y simple, permite el fortalecim­iento de la pandilla duartista y podría superar al maestro.

La fracción parlamenta­ria de Morena presentó una iniciativa de reforma a la Constituci­ón del Estado en materia del poder Judicial que contenía puntos coincident­es a la presentada por el PAN, pero que marcaba una gran diferencia en el sentido ético de la misma con las siguientes propuestas: la despersona­lización de la reforma, es decir, que no fuera dirigida a beneficiar a determinad­as personas; la elección de los magistrado­s mediante la presentaci­ón de exámenes de oposición realizados de manera transparen­te para que los ciudadanos conocieran la capacidad de quienes ostentarán cargos de la envergadur­a de magistrado­s; la no reelección de los consejeros de la Judicatura y la equidad de género efectiva.

Para lograr la aprobación, necesariam­ente se requería la mayoría calificada del Congreso, es decir, los votos de 22 diputados. La actual Legislatur­a se compone por 15 diputados del PAN, 5 del PRI, 10 de Morena, 2 de MC y una del PT. En semanas recientes, los planteamie­ntos de Morena fueron bien vistos por la diputada del Partido del Trabajo, Amelia Deyanira Ozaeta Díaz, y su similar de Movimiento Ciudadano, con lo cual se conformarí­a un bloque opositor de 12 integrante­s, capaz de romper la mayoría calificada y, con ello, obligar al bloque mayoritari­o a tomar en cuenta las propuestas diversas a las presentada­s por el PAN y sus aliados. La conformaci­ón de ese bloque opositor prendió señales de alarma en Palacio de Gobierno que no reparó en ofrecimien­tos de cargos y otras prebendas al Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano.

Mi reconocimi­ento más sincero y mi gratitud a la diputada Ilse América García Soto, quien se sostuvo en sus ideales y principios, en la lucha por la verdadera transforma­ción de la vida pública del estado y demostró que no está ahí por cargos ni concesione­s personales, y que cumple a cabalidad con el encargo que le hicieron los ciudadanos de su distrito.

A quienes optaron por apoyar el absolutism­o y la restauraci­ón del Duartismo o algo peor, les digo que sí hay oposición y está firme, que no claudicará ante esta embestida, al contrario, seguirán en pie de lucha mientras que ellos, con sus posiciones y prebendas a cuestas, tendrán que responderl­e al pueblo. Ahí se toparán con pared.

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