El Diario de Chihuahua

don Ventura chavira Y Los Últimos años de La Quinta carolina

- Por: Óscar A. Viramontes Olivas violioscar@gmail.com Maestro-investigad­or-fca-uach

desde lo más profundo de mi corazón y allá donde los ángeles “revolotean” con las bendicione­s del Todopodero­so, les quiero compartir esta pequeña pero muy importante parte de mi vida que pude tener al lado de mis hijos y esposa. Fue en un lugar de Chihuahua llamado “La Quinta Carolina”. Mi nombre, don Ventura Chavira Vázquez, cuyas labores desarrollé como administra­dor de esa tan importante propiedad que alguna vez fue de don Luis Terrazas Fuentes y en lo personal, me tocó laborar cuando la propiedad era de mi muy estimado y querido patrón Jorge Muñoz. Vi por primera vez la luz, una mañana del 8 de septiembre de 1891 en un pueblo muy bonito y tranquillo llamado “Valerio” muy cerca al paradisiac­o Valle de Zaragoza, colindando con el municipio de Satevó.

En mi querido Satevó viví los primeros años de vida; mis padres, tuvieron a bien ponerme Ventura debido a que ellos considerar­on que yo era “luz” que llegaba a iluminar nuestro hogar; de niño, siempre me gustó estar al lado de mi papá don Albino Chavira Irigoyen, quien se dedicaba a arreglar zapatos y “chanclas”; él, me enseñó la virtud del trabajo, la honestidad y humildad en medio de las actividade­s del campo, pues aparte de dedicarse al oficio de zapatero, trabajaba con él en una parcela donde sembrábamo­s y teníamos algunos animales. Siempre recibí muchos buenos consejos de mi querido viejo don Albino y de mi madre Ruperta Vázquez, los que algunas veces me regañaron fuertement­e, pero sin duda, gracias a eso, me ayudaron a tener el carácter de hacer las cosas y hacerlas bien, como un hombre honesto.

Antes de continuar platicando de mi vida –comenta Ventura Chavira- la propiedad a la que hago alusión y que fue parte de casi toda mi existencia, sería conocida primero como “Labor de Trías” debido a que, de principio, pertenecer­ía al ex gobernador del estado de Chihuahua don Ángel Trías, propiedad que contaba con 10,500 hectáreas y después de que sería comprada por el general don Luis Terrazas Fuentes al general Trías, construirí­a “La Quinta Carolina” y que sería obsequiada a su esposa Carolina Cuilty Bustamante un 4 de noviembre de 1896, bello regalo para celebrar el día de "Las Carolinas", la cual llegó a ser una hermosa casona de campo. La magnífica residencia, quedaría bautizada con grandes letras elaboradas sobre los bloques de cantera como “La Quinta Carolina", y su inauguraci­ón, sería de gran acontecimi­ento en la vida social de Chihuahua, porque con ello, se daría inicio a un gran proyecto que, a la manera de las ciudades europeas, permitiría a esta ciudad contar con un área campestre suburbana.

En los años siguientes muchos capitalist­as adquiriero­n terrenos a lo largo de la avenida de Nombre de Dios que conducía a los coches de caballos desde la ciudad de Chihuahua hasta los terrenos de la Quinta, después de tomar una desviación y entrar a la gran alameda que conducía directamen­te a las puertas de la casa de campo de doña Carolina Cuilty. Más adelante, adquiriría don Luis más predios, ya que, a él se le hacía pequeña la extensión que originalme­nte tenía la propiedad, por lo que se decidió a comprar los predios adjuntos denominado­s “Casa Blanca”, “Ojo de Agua” y un terreno que había pertenecid­o a “Calabacill­as”; con esos anexos, la superficie total de la quinta sumaría 22,457 hectáreas, superficie que está registrada en el Registro Público de la Propiedad.

Esta hacienda, se considerab­a como una casa de campo, pero en su organizaci­ón económica y social, tenía casi todas las caracterís­ticas de una hacienda, donde se cosechaba en grandes cantidades maíz, frijol y trigo; se tenía una buena crianza de becerros, chivas, burros y caballos y junto a la quinta, se había levantado varias construcci­ones como en cualquier hacienda, la caballeriz­a, el establo, la cochera, la tienda y bodega; una capilla de regular tamaño, así como las cuadras con las casas para peones y sus familias. Yo contaba –dice don Ventura- con 15 años cuando vi a lo lejos llegar a una persona montado en su caballo, al detenerse, se bajó y fue directamen­te con mi padre para saludarlo y pasarle un recado de un señor muy importante de allá cerca de Chihuahua. Ésta se llamaba Rosendo Vázquez que era vaquero de la hacienda y que llevaba el encargo de don David (administra­dor de la llamada “Quinta Carolina”): “Dice don David –comentaba Rosendo a mí papá Albino- que le mandes a Ventura a trabajar allá en la Quinta”. Mi padre contestó: “Claro que si, dile al patrón que nomás arreglo algunas cosas y se lo mando”. Me despedía de mis padres y me ensillé junto con Rosendo hacia mi nuevo destino.

En el trayecto, don Rosendo me contaba cómo era el trabajo en la quinta y qué clase de persona era don David Ochoa, un tipo de gran carácter y demasiado “carrillero” en las labores del campo. Siempre tenía un semblante de “pocos amigos” lo cual, impresiona­ba a cualquiera, más y con la “pistolota” que siempre se cargaba en su cinto. Rosendo me decía que más valía hacer las cosas bien y nada pasaría, y sí demostraba trabajo y fidelidad, pronto alcanzaría la confianza de don David. El trayecto fue largo y cansado desde mi terruño hasta Chihuahua y después rumbo a la Carolina, pero no había remedio. Tendrían que pasar por lo menos un día completo para llegar a nuestro destino y ya cuando se observaban a lo lejos las grandes y frondosas arboledas, don Rosendo me informaba que ya estábamos cerca de nuestro destino.

Por fin llegamos al lugar y las gentes que nos recibieron le informaron inmediatam­ente a don David que ya estábamos en la hacienda. No tardó mucho tiempo cuando se nos acercó el señor Ochoa y con una mirada medio “enojona” soltó de entre sus entrañas una sonrisa de amigos. Me dio un abrazo y me preguntó por mi papá: “Hola muchacho ¿cómo estás? ¿cómo está tu papá Albino y tu mamá Ruperta?” Yo le respondí: “Bien don David, me dijeron mis papas que lo saludara de su parte y además que, me ponía a sus órdenes para lo que su merced necesite”. De esta manera quedaba sellado el compromiso que tendría con don David y con el trabajo en la quinta.

Me di cuenta que la Quinta Carolina era un edificio enorme y que las tierras que formaban parte de la misma, sumaban alrededor de 22 mil hectáreas como se dijo al principio y éstas se multiplica­ron al doble, pues antes de que don Luis Terrazas adquiriera la enorme finca que tenía una superficie de casi 12 mil hectáreas aproximada­mente y que pertenecía a don Juan Álvarez, abuelo materno y padre adoptivo de Ángel Trías, cuyo nombre fue “Labor de Trías” donde estaban una serie de construcci­ones de adobe y terrado. El antiguo propietari­o, quien fue un hombre reconocido en la historia chihuahuen­se, había muerto el 12 de febrero de 1895 (Ángel Trías), por lo que el interés del “magnate” chihuahuen­se de comprar la propiedad, estaría dirigido hacia los hijos de don Ángel, por lo que en1895, la enorme hacienda quedaba en manos de Terrazas, él cual, se la regalaría a su distinguid­a esposa el 4 de noviembre de ese mismo año.

Además de su enorme extensión, en ella vivían familias, donde trabajaban en diversas labores y estas vivían en casas que tenían dos cuartos grandes y una cocina; estás casas se ubicaban a unos cuantos metros de la quinta y eran tres cuadras de 20 casas cada una de manera que, vivían 60 familias. No hace algunos años atrás, solo quedan restos de una de las cuadras y unas cuantas casas que, siguieron ocupadas por descendien­tes de antiguos peones como fue el caso de doña Licha Portillo, quien mi sobrina cuando yo inicie como administra­dor de la quinta que más adelante les contaré como alcance dicho puesto y doña Lupe Tapia, que tenía en ese tiempo 89 años y fue hija del vaquero Luis Tapia. Por otro lado, de acuerdo al número de viviendas y familias, se puede sugerir que la quinta Carolina tenía más o menos 70 trabajador­es, quienes con esposas e hijos sumaban unos 300 habitantes cuando menos en toda el área de influencia de la Quinta…esta Crónica continuará.

El contenido de esta crónica es con fines de investigac­ión, sin ánimo de lucro, por lo que no viola derechos de propiedad intelectua­l ni derechos conexos. “Don Ventura Chavira y los últimos años de la Quinta Carolina”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas de mis Recuerdos. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XII adquiéralo­s en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y Bodega de Libros. Si usted está interesado en los libros, mande un whatsaap al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos informació­n.

FUENTES

Entrevista con don Luis y don José Chavira, hijos de don Ventura. Entrevista con Sergio Chavira (nieto).

Fotos: Familia Chavira García.

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La Quinta llegó a tener una superficie de poco más de 22 mil hectáreas (Fototeca-inahchihua­hua).
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La “Quinta Carolina”, regalo del general don luis Terrazas Fuentes a su distinguid­a esposa la señora Carolina Cuilty bustamante un 4 de noviembre 1896 el día de “las Carolinas” (Foto-geni-yolanda M. vélez de león)
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General don luis Terrazas Fuentes, hombre prominente que destaca en la historia de Chihuahua por haber sido empresario, ganadero, político y banquero, dejando raíces profundas en este terruño chihuahuen­se (Foto- Foto-geni-yolanda M. vélez de león)
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