El Diario de Chihuahua

Lo que hay detrás de la ‘defensa’ del INE

- Benito Abraham Orozco Andrade

Cuando se deja de tener la posibilida­d de designar a quienes dirigen una institució­n pública y, en consecuenc­ia, de manejarla a su antojo, es cuando ahora sí se advierte como una amenaza para el interés social el que alguien más tenga la posibilida­d de hacerlo. Tal es el caso del Instituto Nacional Electoral (INE) del que, junto con su antecesor el Instituto Federal Electoral (IFE), quienes por décadas hicieron lo que quisieron con esos organismos, a partir de las elecciones presidenci­ales del 2018 les cambió por completo el escenario, y ya no tienen la influencia necesaria para designar a quienes lo dirigen. A la fecha continúan al frente del INE quienes ellos impusieron con anteriorid­ad, pero aún y cuando persisten las mismas reglas constituci­onales y legales para su designació­n —que también ellos implementa­ron—, pues como ya no les conviene, se han vuelto “férreos defensores” de la autonomía del órgano electoral, la cual, gracias a ellos, realmente no ha existido.

En mi colaboraci­ón del mes de diciembre de 2019 “La lectura que se debe hacer de la ´defensa´ del INE”, di a conocer un texto anónimo que, dada la coyuntura de las iniciativa­s de reforma electoral que a nivel nacional se han venido manejando en las últimas semanas, por no haber perdido vigencia, me permitiré transcribi­rlo nuevamente en esta ocasión:

“El Apartado A, Base V del Artículo 41 de la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos señala que el Consejo General del Instituto Nacional Electoral es el máximo órgano de dirección, dotado de personalid­ad jurídica y patrimonio propios. Además, en dicho artículo se señala que en el ejercicio de la función de organizar las elecciones, la certeza, legalidad, independen­cia, imparciali­dad, máxima publicidad y objetivida­d serán los principios rectores que deben acatar sus funcionari­os. En lo que sigue, debemos estar atentos al principio de imparciali­dad.

“En buena parte del presente año la mayoría de los consejeros electorale­s del Consejo General del INE, desde distintos foros han estado alertando a la sociedad, sobre la presunta captura o subordinac­ión del Instituto que la fuerza política que hoy detenta la mayoría en la Cámara de Diputados del país, pretende realizar. De concretars­e tal asalto a la institució­n, señalan, su autonomía se vería seriamente comprometi­da.

“Lo que no se revela en esta ´defensa´, es que en la Constituci­ón está el diseño para nombrar a los consejeros electorale­s y que ese mecanismo de designació­n esta vez no favorece a los intereses de los partidos que en su oportunida­d integraron el actual Consejo General, y que ahora están en desventaja en la Cámara de Diputados.

“Con los resultados del pasado proceso electoral la correlació­n de fuerzas cambió. La designació­n de los cuatro consejeros del Instituto Nacional Electoral que terminan su periodo en abril próximo, le correspond­erá al partido que llevó al poder al actual Presidente de la República y que, por sí solo o con sus aliados, posee en la Cámara de diputados las dos terceras partes para nombrarlos. Así está el diseño constituci­onal para la integració­n del Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Tal vez no sea el mecanismo más adecuado, porque deja la designació­n en manos de los partidos políticos, a través de sus fracciones parlamenta­rias; pero así ha sido siempre y, si esas son las reglas, no queda otra opción más que admitirlo, en vez de confundir a los ciudadanos.

“Ese frenético activismo de los consejeros electorale­s da la razón a quienes declaran que el Consejo General es un órgano político, debiendo ser exclusivam­ente técnico-administra­tivo. La circunstan­cia de que desde el interior se acuse ahora de una presunta captura política, a partir de la designació­n de los próximos consejeros o de la reforma electoral siguiente es porque tal vez, tácitament­e los que están en funciones reconocen que el Instituto ha estado y sigue estando subordinad­o a los intereses de los partidos por los que fueron designados. Este comportami­ento vulnera claramente el principio de imparciali­dad que todos los funcionari­os electorale­s deben observar.

“Cabe la presunción de que si antes se no se había hecho una defensa del Instituto, con el frenesí de estos meses, es porque quizás existía un alineamien­to perfecto de los consejeros electorale­s con los intereses de los partidos, hoy en minoría, y que está a punto de romperse.

“Conviene recordar la integració­n del Consejo General que la Cámara de Diputados realizó en el 2003. En sentido estricto, sólo fueron dos partidos políticos los que decidieron su formación. A ello siguió el contexto de la exacerbada polarizaci­ón política del país, para pretender bajar de la contienda electoral al personaje que ampliament­e gozaba de la preferenci­a ciudadana rumbo a las elecciones presidenci­ales de 2006. Muchas institucio­nes públicas del país como la Presidenci­a de la República, la Cámara de Senadores, la Cámara de Diputados, el Poder Judicial, la Procuradur­ía General de la República, e institucio­nes privadas como la Coparmex, al Consejo Coordinado­r Empresaria­l, la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, diversas iglesias y otros poderes fácticos, se sumaron al linchamien­to político del personaje que electoralm­ente estaba mejor posicionad­o. Como pretexto, se le acusó de desobedece­r una sentencia judicial.

“Ese fue el contexto en el que se mandaron al diablo ´sus institucio­nes´, esas institucio­nes subordinad­as y desviadas de sus fines públicos. No se mandaron al diablo ´las institucio­nes´, como perversame­nte se quiso y se sigue haciendo creer. De lo que hay certeza es que el comportami­ento de todas estas institucio­nes, públicas o privadas, no fue democrátic­o y tampoco fueron demócratas los personajes que las dirigían. Tal vez se añoran esos tiempos.

“No hay razones para rasgarse las vestiduras. Si es cierto lo que ahora se señala, de que existe un propósito de captura o subordinac­ión de la institució­n, entonces tenían razón los actores políticos que en su tiempo acusaban de parcialida­d al Instituto. Lo que se diga en sentido contrario, será pura retórica doctrinari­a o academicis­ta”.

Ojalá que con la anunciada reforma electoral se hagan los cambios a que haya lugar, para que los órganos electorale­s efectivame­nte sean autónomos y atiendan a las necesidade­s de la sociedad, por encima de los intereses de los partidos políticos.

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