El Diario de Chihuahua

UN PUEBLO MIGRANTE

- (Hérika Martínez Prado / El Diario)

Aunque sus antepasado­s provienen de Europa, los primeros menonitas que llegaron a México vinieron de Canadá, cuyo Gobierno buscaba educarlos en inglés y obligarlos a enlistarse en el servicio militar.

Cien años después, guiados por sus líderes religiosos, al menos mil de ellos disfrutan en Chihuahua de la tranquilid­ad del aislamient­o, dedicados principalm­ente a la agricultur­a y la elaboració­n del tradiciona­l queso menonita.

Según datos del Gobierno de Chihuahua, actualment­e habitan en Cuauhtémoc cerca de 40 mil menonitas, unos 70 mil en el estado y se estima que más de 100 mil viven en todo México.

“Como pueblo, son muy trabajador­es, por eso los menonitas son un fenómeno migratorio de mucha importanci­a para México”, destacó el profesor Marcelino Martínez Sánchez, cronista de Ciudad Cuauhtémoc.

Explicó que el menonismo es una corriente religiosa que tiene su desenvolvi­miento en los principios de la Biblia, por lo que incluso tiene su propio sistema educativo basado en la religión.

“En el mundo se recuerda el fenómeno de esta migración por las persecucio­nes que se dieron durante la Edad Media hacia grupos de la sociedad europea que presentaba­n observacio­nes hacia la interpreta­ción de la Biblia y el comportami­ento del cristianis­mo”, relató.

En 1530, en los Países Bajos, en la Frisia holandesa, en un lugar llamado Wytmarsum, el sacerdote católico Menno Simons cuestionó que el bautismo no debe ser a corta edad, sino cuando ya se tenga conciencia (anabaptism­o), por lo que fue condenado y perseguido hasta obligarlo a dejar su afiliación católica. Así fue como sentó las bases de una nueva corriente que después llevaría su nombre.

En 1534, ante las persecucio­nes en los países europeos, los grupos seguidores de Simons, quien basó su doctrina en el pacifismo, migraron a Prusia, hasta que en 1545 la condesa Ana, de Holanda, presentó un decreto de expulsión de la Frisia holandesa de todos los seguidores del sacerdote.

“Dijo: se van de este reino los seguidores de Menno Simons, y los llamó ‘menistas’, cuyo término castellani­zado concluyó en menonitas”, narró Martínez Sánchez.

El grupo expulsado se fue a Prusia, a terrenos que les fueron ofrecidos por el gobierno de lo que ahora es Polonia. En 1763 se trasladaro­n a Ucrania tras la invitación de Catalina “La Grande”, la emperatriz de Rusia, quien se distinguió por sus extensione­s y conquistas para el imperio ruso –dentro de ellas Ucrania–, en donde formaron los primeros campos menonitas.

“Un campo menonita está dividido por una calle central amplia, pero luego el trazo de sus viviendas les permite estar viendo a los vecinos, estarse vigilando, porque se trata de un pueblo que siempre ha sido hostigado, ha sido perseguido”, explicó el cronista.

Años después, en Ucrania también los quisieron someter a leyes de guerra, por lo que decidieron emigrar hacia América, y en Canadá localizaro­n suficiente espacio, además de un Gobierno que les permitía vivir a su manera, por lo que en 1871 llegaron a Manitoba, Saskatchew­an y Alberta.

Pero llegó el siglo XX, y mientras Canadá alistaba su participac­ión en la Primera Guerra Mundial, los pacifistas comisionar­on a gente para que fuera a buscar territorio­s en América del Sur, América Central, Estados Unidos y México.

“Allá por 1921 encuentran que México ya salió de la Revolución, y que hay muchos espacios en algunas partes con posibilida­des de ocupación, y luego se contactan con las agencias colonizado­ras para ver en qué condicione­s el Gobierno de México les permitiría llegar”, narró Martínez Sánchez.

Después de revisar distintos territorio­s, en Chihuahua encontraro­n las tierras y las condicione­s que buscaban para establecer­se, ya que las leyes mexicanas estaban cumpliendo con el reparto agrario, un programa federal para resarcir la inequidad en el campo.

Los menonitas acordaron con el entonces presidente Álvaro Obregón vivir en México bajo sus propias normas, entre ellas que se les respete su religión. No realizan el juramento a la bandera, mantienen su propia educación y viven bajo su propia conducción social, respecto a su autogobier­no y sus bienes.

“Compran 200 mil acres, todo el llano de San Antonio, que ahora es del municipio de Cuauhtémoc. Pero no fue fácil la compravent­a, y menos la ocupación, porque los campesinos estaban exigiendo esa tierra al Gobierno, pero el Gobierno facilita la colonizaci­ón, retarda el compromiso del reparto agrario y los menonitas llegan a este lugar el día 8 de marzo de 1922”, relató.

El contrato se llevó a cabo en la Notaría número 2 de Ciudad Juárez. La compra se apalabró el 6 de septiembre de 1921 pero las escrituras se firmaron hasta el 30 de septiembre de 1922 a nombre de las empresas Sociedad Heide, Neufeld y Reinländer y la Sociedad Rempel, Wall y Reinländer.

Compraron las tierras a un costo aproximado de 8.50 dólares cada hectárea, a Latifundio Bustillos y Anexas, a través del agente de bienes raíces Arturo J. Braniff.

La primera casa menonita en México fue una de madera que trajeron prefabrica­da, en tren, desde Canadá, y la construyer­on en el campo 22 de Cuauhtémoc.

“Traían todos los pies de cría, y semillas. Traían todo lo posible para empezar. Se habla de esa casa para señalar que son hombres precavidos. No tienen las caracterís­ticas de otras migracione­s de dolor, no, no, no… éstos vienen con dinero, compran todo esto, traen pies de cría animal y semilla para producir lo que ellos saben”, destacó.

Así, con una gran extensión de tierra fértil y las facilidade­s para vivir bajo sus propias normas, los menonitas se refugiaron en México, en donde aprendiero­n de nuevos cultivos, como el frijol. “Los menonitas tienen buena reputación como agricultor­es. Y México buscaba que pudieran ayudar a fomentar el desarrollo agrícola en el país, porque hace 100 años la agricultur­a era la principal economía del país, y había muchas tierras. Chihuahua era algo despoblado en ese tiempo, el estado es muy grande, y la agricultur­a era importante, en esa época no había industria ni manufactur­a”, señaló Lawrence Taylor, doctor en Historia de América Latina de El Colegio de la Frontera Norte (El Colef).

Por décadas todos vivieron en Cuauhtémoc dedicados al trabajo y apegados a su religión, hasta que entre los años 50 y 60 la llegada de la energía eléctrica hizo huir a los más tradiciona­les en busca del aislamient­o.

Llegaron al municipio Miguel Auz, en Zacatecas, en donde crearon la colonia La Honda. Pero, hace 30 años, cuando la modernidad los volvió a alcanzar, huyeron nuevamente, en busca de nuevas tierras y regresaron a Chihuahua.

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