La contagiosa indiferencia
Dejemos la rumorología a un lado: las autoridades de salud están advirtiendo que existen condiciones -aunque nos incomode- de un nuevo repunte de Covid que puede llevarnos a escenarios que ya habíamos puesto en el cajón de los recuerdos. Le empiezan a llamar la quinta ola.
No se trata de comentarios alarmistas ni futurismos de agonía: estamos frente a una posibilidad de volver a clausurar las puertas de la casa y encerrarnos otra temporada si no atendemos, como sociedad, las mínimas condiciones de seguridad que se nos exigieron desde hace más de dos años.
Pero parece que, de nuevo, perdimos las memoria. Con qué facilidad olvidamos el pasado reciente y hacemos discreto mutis a las advertencias de la historia, como bien lo dice Helena Varela (Seminario México en Tiempo/apuntes) “el recuerdo de un pasado doloroso, con presencia en nuestra memoria, debe servir para evitar repetir la historia. No es un ejercicio fácil, pero sí ineludible, como único modo de enfrentar el futuro de una nación sin dejar cuentas pendientes con el pasado. Ese es el papel que juega la memoria colectiva en los procesos de cambio político”.
Se refiere, por supuesto, a los movimientos político sociales, y no deja de lado los grandes hechos dolorosos como el aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, al que cita como ejemplo para advertir que la memoria debe servir para no cometer las atrocidades del pasado.
Déjeme acudir a una cita más de Helena Varela, porque me parece fundamental en el tema que busco compartir con usted: “Es el aprendizaje el que da valor y redimensiona ese pasado. Por este motivo es tan importante que una sociedad no reniegue de su propia historia, porque ello le privaría de la posibilidad de aprender de ella. Es cierto que en ocasiones, lo acaecido es tan doloroso que se vuelve imposible de asimilar, por lo que la sociedad opta por olvidarlo, evitando abrir heridas cuyos efectos pueden ser más perjudiciales”. Fin de la cita.
¿Por qué nos aferramos a “perder” la memoria en hechos como la reciente pandemia? ¿No aprendimos la lección o de plano queremos tan poco nuestra vida que nos vale un cacahuate lo que pase? Le pregunté el viernes pasado a una prestigiada doctora especialista en epidemiología, si estaremos frente a la quinta ola de la pandemia y su respuesta fue afirmativa, pero lo que agregó fue importantísimo en una reflexión que nos debe estrujar. “También es la ola de una indiferencia que no puedo explicar”.
Apenas el lunes pasado, justo hace una semana, la Secretaría de Salud anunció que regresará con su estrategia de informar diariamente el registro de nuevos casos de contagio y defunciones; esta medida se tomó debido a la tendencia al alza en los casos estimados en todo el país. Si bien ese factor no impactó hasta ahora en número de hospitalizados ni fallecimientos, hay un claro repunte por regiones.
La dependencia señaló que las variantes del Covid generaron una tendencia en Aguascalientes, Baja California, Campeche, Ciudad de México, Hidalgo, Jalisco, Nuevo León, Sinaloa y Yucatán. Pero indicaron que hay una tendencia “discreta”, así lo he llamado, a la alza, en Baja California Sur, Colima, Durango, Estado de México, Guanajuato, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo y Veracruz.
Aunque Chihuahua aún no figura en las entidades con más casos confirmados en las últimas semanas, no podemos darnos el lujo de incorporarnos a esa lista de entidades porque nos debemos muchas cosas que perdimos en dos años de confinamiento; apenas estamos intentado recuperar la economía familiar, como para regresar a casa y perder lo poco que se ha restaurado en unos cuantos meses.
Por eso esta llamada quinta ola, no puede, no debe ser la ola de la indiferencia o la ola de la pérdida de memoria. Y no estoy hablando solo de la sociedad civil: deben ir por delante las autoridades responsables de prevenir, porque a estas alturas, todavía en México no se ha aplicado la vacuna a niños de 5 a 12 años, cuando esa ha sido una política de salud en países de desarrollo.
Y ese es un sector de la población colocado en el filo del riesgo, pero quienes tienen la decisión de vacunarlos deciden que “aún no” y sólo se protegió, de alguna manera, a los adolescentes dejando en la última fila del cine a los niños y niñas mexicanos.
Podríamos entrar a una quinta ola con contagios a la alza, como ya reconocieron las autoridades, ojo, con una estructura humana de trabajadores de la salud hartos de estar desprotegidos de elementos para enfrentar el problema, con una infraestructura desgastada por los dos años de muertes y contagios pero, esencialmente, por una indiferencia generalizada que puede traer consecuencias graves.
Debemos cuidarnos, como sociedad, y atender las mínimas indicaciones que siempre nos han dicho; cubrebocas, gel antibacterial, lavado de manos permanente, sana distancia… porque no es posible que perdamos la memoria de lo que acaba de suceder hace apenas dos años, a no ser que, la indiferencia, sea ahora la nueva ola de contagios.