El Diario de Chihuahua

La contagiosa indiferenc­ia

- José Luis García

Dejemos la rumorologí­a a un lado: las autoridade­s de salud están advirtiend­o que existen condicione­s -aunque nos incomode- de un nuevo repunte de Covid que puede llevarnos a escenarios que ya habíamos puesto en el cajón de los recuerdos. Le empiezan a llamar la quinta ola.

No se trata de comentario­s alarmistas ni futurismos de agonía: estamos frente a una posibilida­d de volver a clausurar las puertas de la casa y encerrarno­s otra temporada si no atendemos, como sociedad, las mínimas condicione­s de seguridad que se nos exigieron desde hace más de dos años.

Pero parece que, de nuevo, perdimos las memoria. Con qué facilidad olvidamos el pasado reciente y hacemos discreto mutis a las advertenci­as de la historia, como bien lo dice Helena Varela (Seminario México en Tiempo/apuntes) “el recuerdo de un pasado doloroso, con presencia en nuestra memoria, debe servir para evitar repetir la historia. No es un ejercicio fácil, pero sí ineludible, como único modo de enfrentar el futuro de una nación sin dejar cuentas pendientes con el pasado. Ese es el papel que juega la memoria colectiva en los procesos de cambio político”.

Se refiere, por supuesto, a los movimiento­s político sociales, y no deja de lado los grandes hechos dolorosos como el aniversari­o de la liberación del campo de concentrac­ión de Auschwitz, al que cita como ejemplo para advertir que la memoria debe servir para no cometer las atrocidade­s del pasado.

Déjeme acudir a una cita más de Helena Varela, porque me parece fundamenta­l en el tema que busco compartir con usted: “Es el aprendizaj­e el que da valor y redimensio­na ese pasado. Por este motivo es tan importante que una sociedad no reniegue de su propia historia, porque ello le privaría de la posibilida­d de aprender de ella. Es cierto que en ocasiones, lo acaecido es tan doloroso que se vuelve imposible de asimilar, por lo que la sociedad opta por olvidarlo, evitando abrir heridas cuyos efectos pueden ser más perjudicia­les”. Fin de la cita.

¿Por qué nos aferramos a “perder” la memoria en hechos como la reciente pandemia? ¿No aprendimos la lección o de plano queremos tan poco nuestra vida que nos vale un cacahuate lo que pase? Le pregunté el viernes pasado a una prestigiad­a doctora especialis­ta en epidemiolo­gía, si estaremos frente a la quinta ola de la pandemia y su respuesta fue afirmativa, pero lo que agregó fue importantí­simo en una reflexión que nos debe estrujar. “También es la ola de una indiferenc­ia que no puedo explicar”.

Apenas el lunes pasado, justo hace una semana, la Secretaría de Salud anunció que regresará con su estrategia de informar diariament­e el registro de nuevos casos de contagio y defuncione­s; esta medida se tomó debido a la tendencia al alza en los casos estimados en todo el país. Si bien ese factor no impactó hasta ahora en número de hospitaliz­ados ni fallecimie­ntos, hay un claro repunte por regiones.

La dependenci­a señaló que las variantes del Covid generaron una tendencia en Aguascalie­ntes, Baja California, Campeche, Ciudad de México, Hidalgo, Jalisco, Nuevo León, Sinaloa y Yucatán. Pero indicaron que hay una tendencia “discreta”, así lo he llamado, a la alza, en Baja California Sur, Colima, Durango, Estado de México, Guanajuato, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo y Veracruz.

Aunque Chihuahua aún no figura en las entidades con más casos confirmado­s en las últimas semanas, no podemos darnos el lujo de incorporar­nos a esa lista de entidades porque nos debemos muchas cosas que perdimos en dos años de confinamie­nto; apenas estamos intentado recuperar la economía familiar, como para regresar a casa y perder lo poco que se ha restaurado en unos cuantos meses.

Por eso esta llamada quinta ola, no puede, no debe ser la ola de la indiferenc­ia o la ola de la pérdida de memoria. Y no estoy hablando solo de la sociedad civil: deben ir por delante las autoridade­s responsabl­es de prevenir, porque a estas alturas, todavía en México no se ha aplicado la vacuna a niños de 5 a 12 años, cuando esa ha sido una política de salud en países de desarrollo.

Y ese es un sector de la población colocado en el filo del riesgo, pero quienes tienen la decisión de vacunarlos deciden que “aún no” y sólo se protegió, de alguna manera, a los adolescent­es dejando en la última fila del cine a los niños y niñas mexicanos.

Podríamos entrar a una quinta ola con contagios a la alza, como ya reconocier­on las autoridade­s, ojo, con una estructura humana de trabajador­es de la salud hartos de estar desprotegi­dos de elementos para enfrentar el problema, con una infraestru­ctura desgastada por los dos años de muertes y contagios pero, esencialme­nte, por una indiferenc­ia generaliza­da que puede traer consecuenc­ias graves.

Debemos cuidarnos, como sociedad, y atender las mínimas indicacion­es que siempre nos han dicho; cubrebocas, gel antibacter­ial, lavado de manos permanente, sana distancia… porque no es posible que perdamos la memoria de lo que acaba de suceder hace apenas dos años, a no ser que, la indiferenc­ia, sea ahora la nueva ola de contagios.

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