¿Qué significa vivir en comunidad?
Cuando escucho hablar respecto a que uno de los fines de la política es la conformación de una comunidad sólida, me pregunto ¿desde qué sentido se está entendiendo a la comunidad? En ocasiones pensamos que la comunidad es solamente un conjunto de personas habitando juntas, con costumbres y tradiciones similares y bajo un conjunto de normas mínimas para la convivencia pacífica. Pero ¿realmente esto es lo que significa ser una comunidad?
En el estado de Chihuahua somos actualmente 3,741,869 habitantes. Ciudad Juárez encabeza la lista con 1,512,450 ciudadanos, seguida de Chihuahua, con 937, 674. Mientras tanto, el municipio del estado de Chihuahua que tiene menor número de población es Huejotitán, que según cifras del 2020 apenas alcanzó los 824 habitantes. Sin embargo cuando he visitado una ciudad distinta a la mía, sea grande o pequeña, me doy cuenta que la comunidad va más allá del número de personas que viven en una ciudad; no importa sin son millones o apenas unos cientos, la comunidad se ve reflejada en las relaciones cotidianas entre las personas, en el sentido de unión y de pertenencia de cada uno de sus habitantes, pero sobre todo en la capacidad de las personas de estar atentas al cuidado y a las necesidades del prójimo.
Por un lado, bien es cierto que la cultura y las tradiciones son lazos sumamente fuertes entre los habitantes de una región. En el norte nos sentimos orgullosos de nuestras costumbres, de lo que somos y de lo que hacemos; la tradicional carne asada con los amigos y familiares, nuestros hermosos paisajes serranos, los productos locales de gran calidad, incluso nos sentimos orgullosos hasta del clima, pues muchos chihuahuenses, tal como lo hicieron nuestros antepasados, siguen sintiéndose con mucha razón los vencedores del desierto. Todo esto suena muy bien a la hora de hablar de una comunidad, sin embargo, no son los únicos rasgos que caracterizan a las comunidades sólidas.
La palabra comunidad viene del latín communitas y significa “cualidad de común, conjunto de personas que viven juntas, que tienen los mismos intereses o que viven bajo las mismas reglas”. Como lo mencionaba en un inicio, la comunidad en un sentido muy básico significa todos estos rasgos que he mencionado. Sin embargo, desde un punto de vista más ético y filosófico, la comunidad va más allá de una mera agrupación. La conformación de una verdadera comunidad implica también la apertura y el respeto por el prójimo, junto con el reconocimiento de que nuestros intereses no son los únicos que importan, pues vivimos rodeados de personas que también tienen sus intereses propios. No basta con vivir al lado de otros; hay que prestar atención a las necesidades de los demás.
Cada día solemos escuchar que las grandes ciudades se vuelven más individualistas. El individualismo representa todo lo opuesto a la comunidad. En una sociedad marcada por este rasgo, cada vez es más débil el sentido de fraternidad, de preocupación por la vida y los intereses del otro, y por lo tanto, los lazos humanos éticos se pueden tornar débiles. En una sociedad individualista es difícil construir una verdadera comunidad. Por otro lado, el extremo del individualismo es el colectivismo, que también es opuesto a la comunidad. El colectivismo implica la errónea idea de que todos somos exactamente iguales, y por lo tanto diluye las diferencias, los gustos, e incluso las habilidades personales. Tanto las sociedades individualistas como las colectivistas, son absorbidas y diluidas por las masas. Un ejemplo de ello es el consumo desmedido de cosas innecesarias, que llevan a un grave impacto ecológico, entre muchos otros. En ambas sociedades, la capacidad de ver por los intereses y las necesidades particulares del prójimo, se pierden fácilmente.
Es muy interesante recalcar que ambos, tanto individualismo como colectivismo, son vistos por estudiosos de las ciencias sociales como síndromes culturales dicotómicos, es decir que están en opuestos extremos y que al mismo tiempo definen en muchos aspectos las características de un país o de una ciudad, inclusive marcando agenda pública o toma de decisiones de los poderes gubernamentales. El punto medio a tales extremos es precisamente la comunidad. La conformación de una comunidad significa romper con las estructuras individualistas en donde cada quien ve por sí mismo, y también romper con las estructuras del colectivismo, en donde no se toma en consideración a cada persona en concreto.
En Chihuahua, tenemos todavía la capacidad para conformar una comunidad sólida. Esto no depende solamente del gobierno, sino de la participación de todas y de todos los que habitamos el estado del que tanto nos sentimos orgullosos. Debemos luchar día a día para seguir sintiéndonos orgullosos, pero no solamente de lo que tenemos o de lo que hacemos, sino de las personas que somos. Invito a todos los lectores a tomar en consideración que es responsabilidad de cada uno de nosotros construir una verdadera comunidad.