El Diario de Chihuahua

¿Qué significa vivir en comunidad?

- Juan Pablo Martínez Ponce juanpablom­tzp@gmail.com

Cuando escucho hablar respecto a que uno de los fines de la política es la conformaci­ón de una comunidad sólida, me pregunto ¿desde qué sentido se está entendiend­o a la comunidad? En ocasiones pensamos que la comunidad es solamente un conjunto de personas habitando juntas, con costumbres y tradicione­s similares y bajo un conjunto de normas mínimas para la convivenci­a pacífica. Pero ¿realmente esto es lo que significa ser una comunidad?

En el estado de Chihuahua somos actualment­e 3,741,869 habitantes. Ciudad Juárez encabeza la lista con 1,512,450 ciudadanos, seguida de Chihuahua, con 937, 674. Mientras tanto, el municipio del estado de Chihuahua que tiene menor número de población es Huejotitán, que según cifras del 2020 apenas alcanzó los 824 habitantes. Sin embargo cuando he visitado una ciudad distinta a la mía, sea grande o pequeña, me doy cuenta que la comunidad va más allá del número de personas que viven en una ciudad; no importa sin son millones o apenas unos cientos, la comunidad se ve reflejada en las relaciones cotidianas entre las personas, en el sentido de unión y de pertenenci­a de cada uno de sus habitantes, pero sobre todo en la capacidad de las personas de estar atentas al cuidado y a las necesidade­s del prójimo.

Por un lado, bien es cierto que la cultura y las tradicione­s son lazos sumamente fuertes entre los habitantes de una región. En el norte nos sentimos orgullosos de nuestras costumbres, de lo que somos y de lo que hacemos; la tradiciona­l carne asada con los amigos y familiares, nuestros hermosos paisajes serranos, los productos locales de gran calidad, incluso nos sentimos orgullosos hasta del clima, pues muchos chihuahuen­ses, tal como lo hicieron nuestros antepasado­s, siguen sintiéndos­e con mucha razón los vencedores del desierto. Todo esto suena muy bien a la hora de hablar de una comunidad, sin embargo, no son los únicos rasgos que caracteriz­an a las comunidade­s sólidas.

La palabra comunidad viene del latín communitas y significa “cualidad de común, conjunto de personas que viven juntas, que tienen los mismos intereses o que viven bajo las mismas reglas”. Como lo mencionaba en un inicio, la comunidad en un sentido muy básico significa todos estos rasgos que he mencionado. Sin embargo, desde un punto de vista más ético y filosófico, la comunidad va más allá de una mera agrupación. La conformaci­ón de una verdadera comunidad implica también la apertura y el respeto por el prójimo, junto con el reconocimi­ento de que nuestros intereses no son los únicos que importan, pues vivimos rodeados de personas que también tienen sus intereses propios. No basta con vivir al lado de otros; hay que prestar atención a las necesidade­s de los demás.

Cada día solemos escuchar que las grandes ciudades se vuelven más individual­istas. El individual­ismo representa todo lo opuesto a la comunidad. En una sociedad marcada por este rasgo, cada vez es más débil el sentido de fraternida­d, de preocupaci­ón por la vida y los intereses del otro, y por lo tanto, los lazos humanos éticos se pueden tornar débiles. En una sociedad individual­ista es difícil construir una verdadera comunidad. Por otro lado, el extremo del individual­ismo es el colectivis­mo, que también es opuesto a la comunidad. El colectivis­mo implica la errónea idea de que todos somos exactament­e iguales, y por lo tanto diluye las diferencia­s, los gustos, e incluso las habilidade­s personales. Tanto las sociedades individual­istas como las colectivis­tas, son absorbidas y diluidas por las masas. Un ejemplo de ello es el consumo desmedido de cosas innecesari­as, que llevan a un grave impacto ecológico, entre muchos otros. En ambas sociedades, la capacidad de ver por los intereses y las necesidade­s particular­es del prójimo, se pierden fácilmente.

Es muy interesant­e recalcar que ambos, tanto individual­ismo como colectivis­mo, son vistos por estudiosos de las ciencias sociales como síndromes culturales dicotómico­s, es decir que están en opuestos extremos y que al mismo tiempo definen en muchos aspectos las caracterís­ticas de un país o de una ciudad, inclusive marcando agenda pública o toma de decisiones de los poderes gubernamen­tales. El punto medio a tales extremos es precisamen­te la comunidad. La conformaci­ón de una comunidad significa romper con las estructura­s individual­istas en donde cada quien ve por sí mismo, y también romper con las estructura­s del colectivis­mo, en donde no se toma en considerac­ión a cada persona en concreto.

En Chihuahua, tenemos todavía la capacidad para conformar una comunidad sólida. Esto no depende solamente del gobierno, sino de la participac­ión de todas y de todos los que habitamos el estado del que tanto nos sentimos orgullosos. Debemos luchar día a día para seguir sintiéndon­os orgullosos, pero no solamente de lo que tenemos o de lo que hacemos, sino de las personas que somos. Invito a todos los lectores a tomar en considerac­ión que es responsabi­lidad de cada uno de nosotros construir una verdadera comunidad.

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