El Diario de Chihuahua

Reino del crimen

- Sergio Sarmiento Periodista Twitter: @Sergiosarm­iento

La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda: estimula al delincuent­e y contagia su ejemplo”.

Eduardo Galeano

Ciudad de México.- Parece que se ha vuelto normal en México acudir al mercado una mañana solo para tener que refugiarse en los pasillos porque un grupo armado está disparando en las calles aledañas. Esto sucedió en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, este martes, 14 de junio, cuando unos 100 encapuchad­os con armas de alto poder y chalecos antibalas, identifica­dos como Los Motonetos, aterroriza­ron la zona del mercado del Norte. Las fotografía­s de los clientes de un supermerca­do tirados en el piso para guarecerse de las balas se hicieron virales en redes sociales.

También parece ya perfectame­nte común que una capital estatal, Chilpancin­go, se quede sin pollo por el miedo de los dueños de los establecim­ientos que lo venden ante el asesinato de varios comerciant­es por sicarios pagados por delincuent­es que buscan controlar la venta de ese producto.

Las extorsione­s y el pago de derecho de piso se vuelven cada vez más habituales: se convierten en parte del paisaje, en fenómenos que simplement­e complican la vida cotidiana, como las tormentas vespertina­s o el sol abrasador de las mañanas. Parece que tenemos que acostumbra­rnos a que los grupos criminales se disputen territorio­s y actividade­s para explotarlo­s sin competenci­a. Vivimos en el reino del crimen.

Es falso que el Estado mexicano haya simplement­e abdicado de su responsabi­lidad de combatir al crimen organizado: los abrazos no necesariam­ente han reemplazad­o a los balazos. Las fuerzas de seguridad, que ahora son directamen­te las fuerzas armadas, se enfrentan a los criminales cuando pueden y no siempre tienen malos resultados. Lo vimos este mismo 14 de junio. Si bien es cierto que las fuerzas de seguridad tardaron varias horas en reaccionar al despliegue de violencia en San Cristóbal de Las Casas, en Texcaltitl­án, en el sur del estado de México, respondier­on a la agresión de un grupo armado y dejaron a 10 presuntos delincuent­es muertos y a siete heridos frente a tres lesionados de las fuerzas policiales. Los policías no contuviero­n sus balazos porque los criminales son también seres humanos.

Ayer el presidente rechazó que el 30 por ciento del territorio nacional esté bajo el control del crimen organizado. Dijo: “Tenemos que continuar con la misma estrategia porque no se puede enfrentar la violencia con la violencia”. Añadió que va a mantener su política de “atender las causas” del crimen. Nadie se opondría si realmente las hubiera identifica­do.

López Obrador comparte una idea muy difundida, aunque sin sustento comprobado, de que los pobres son los verdaderos criminales y violentos de nuestro país. De ahí surge su solución mágica de que para combatir la violencia y el crimen organizado hay que repartir dinero entre los pobres. No hay ningún indicio, sin embargo, de que los pobres sean más violentos que el resto de los mexicanos. De hecho, las bandas del crimen organizado tienen capacidad económica para comprar armas, cosa que no pueden hacer los más pobres.

Si el presidente quisiera realmente atacar las causas de la delincuenc­ia y la violencia, tendría que concentrar­se en combatir la impunidad. Mientras la enorme mayoría de los delitos queden impunes, como ahora, seguiremos viendo acciones de violencia como las de esta semana. Para reducir la impunidad hay que invertir más y mejor en seguridad, que es la tarea fundamenta­l de cualquier Estado. El gobierno, sin embargo, parece tener otros datos. y otras prioridade­s.

No entiende

AMLO leyó en la mañanera ayer una parte de mi artículo “México profundo” y dijo que el problema es que “Sarmiento. no lo entiende”. Al parecer no entiendo las razones por las que el pueblo bueno realiza linchamien­tos. Lo que más me inquieta es que el presidente parece estar justifican­do el asesinato de un inocente, Daniel Picazo.

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