Asesinatos igual que con Peña, peor que con Calderón
Hace dos semanas vimos cómo cuatro hombres y un niño perdieron la vida en Cuauhtémoc, durante una ejecución producto del enfrentamiento entre grupos del crimen organizado. Inocentes pagan con su vida, por estar en el momento y lugar equivocado, según la frase común.
Lo mismo pudimos observar en el video del crimen múltiple ocurrido en Juárez, en un restaurante netamente familiar, donde fueron masacradas cuatro personas y una más resultó con heridas.
Son muchos más los casos que se han presentado en lo que va del año, y en los años inmediatos que han terminado en baño de sangre, enviando un mensaje de zozobra e incertidumbre a la población.
Pese a ello, según está documentado, no eran los ciudadanos inocentes el objetivo de los sicarios; por el contrario, ha sido un ajuste de cuentas entre bandas, producto de sus rencillas de muy distinta índole, inclusive aquellas que nada tienen que ver realmente con el negocio ilícito.
Si así lo fuera, si tuviéramos como objetivo a la población en estos ataques, hubiéramos visto en el Denny’s muchos más muertos, porque había decenas de comensales disfrutando su desayuno en uno de los comederos más concurridos de la ciudad fronteriza, y que terminaron en el piso y bajo las mesas, en momentos de gran angustia.
En este contexto y a mitad del sexenio, resulta inevitable contrastar los hechos con la política oficial aplicada desde 2018 en que asumió el cargo la nueva administración federal morenista, e inclusive compararla con los números de los antecesores, Peña Nieto y Calderón.
Se dijo que iban a hacerse las cosas muy diferentes, pero no se observa en la terca estadística reflejo de la realidad.
AMLO sale perdiendo, y a lo menos, ha caído en un bache, donde los números son igualitos a la época del calderonismo, cuando el reo Genaro García Luna era el responsable de la seguridad, y hoy es juzgado por vinculación con el crimen en una corte norteamericana.
Es García Luna indudable caballito de batalla para efectos de política electoral, por lo que llegar al dato de que las cosas están igualitas con él que con Rosa Icela Rodríguez, es malísimo mensaje social y político.
Terrible balance para una oferta de campaña que prometió y se comprometió a ser distinta, planteando una solución de raíz del problema, entregando apoyos sociales por 500 mil millones al año, pero que en los hechos no ha dado el resultado esperado.
La ola violenta retratada con claridad en el Denny’s, Cuauhtémoc, Chihuahua, Parral, Guadalupe y Calvo, etcétera, pareciera ser el resultado de los abrazos y no balazos, la permisividad, el no pasa nada, que llevan a este tipo de situaciones donde los delincuentes pueden hacer lo que quieran a plena luz del día, en un tema donde cada quien debe asumir su responsabilidad y la parte que le corresponde.
Pareciera que hemos llegado a un nivel donde hay indicios de que se ha entregado el Ejército y la Guardia Nacional a la delincuencia, una especie de huelga de brazos caídos, que observamos en inacción indudable ante la impunidad que parece reinar.
Las redes sociales han sido el escenario de múltiples videos que hasta el cansancio muestran a los elementos militares como objetos de burla y desprecio por parte de los criminales armados, y del mismo “pueblo” que pertenece por dádivas y compromisos muy regionales, a la amplia base de simpatizantes de la delincuencia.
Se queda corto lo que describe el libro muy recomendable, “El G9 de las mafias del Mundo”, del francés Jean Francois Gayraud, y que habla precisamente de esa base social que va construyendo el crimen en el momento en que va sentando sus bases, en aquellas democracias débiles, en las cuales los criminales van interviniendo cada día más en la vida pública.
En el análisis de los números, no le va nada bien a la política de los abrazos. Si comparamos al mes de abril, que son los datos oficiales con que cuenta el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, tenemos que en el 2022 se han cometido a la fecha más homicidios que los ocurridos en el último año del calderonato, el 2012, a diez años de distancia.
Hay 1,502 homicidios más en el mismo periodo de tiempo, enero-abril de los años que se comparan, lo que significa casi un 13 por ciento más, un homicidio más por cada diez ocurridos con Felipe Calderón, el ridiculizado comandante Borolas.
Aún más, en la comparación enero-abril del 2022 contra 2018, que es cuando termina Peña Nieto, tenemos una reducción del dos por ciento. Siguen las cosas prácticamente igual. No hay avance alguno.
Es cierto que, si se hace el estudio mediante tasa de acuerdo a la población, hay reducción, pero no alcanza a llegar a los números de Calderón, ni aun así.
En lo que va del año se han cometido 13 mil 761 homicidios en el territorio nacional; en el mismo periodo de Calderón en el año 2012 -que es cuando entrega-, teníamos 12 mil 259; con Peña Nieto, se contabilizaron 14 mil 159.
Otro comparativo es el del último año del cual tenemos información completa, el 2021 en relación con el 2012 y el 2018. Nos muestra lo mismo que en el análisis enero-abril: en el año 2021 hay un 13 por ciento más homicidios que los acontecidos en el año 2012.
Vemos una reducción del 2021 en relación con el 2018, pero es ridícula, del .04 por ciento. Ni para atrás ni para adelante.
Por eso aquello de la percepción de una especie de entrega de la plaza por parte de nuestras fuerzas de seguridad federales, reflejo extendido de esos videos y memes de humor negro esparcidos por las redes sociales.
Cabe preguntarse en ese contexto ¿dónde está la autoridad federal en este asunto?, ¿qué está haciendo? Imposible no observar que hay un cansancio ciudadano de no poder vivir tranquilos porque el Presidente va y saluda a la mamá de El Chapo y pareciera no hacer nada para ponerles un hasta aquí.
El gobierno del Estado está haciendo lo suyo, igual que los ayuntamientos, donde Chihuahua y Juárez son ejemplo de coordinación, patrullaje, visibilización del estado de fuerza, presencia donde se debe.
En retrospectiva, por más discursos –que son horas y horas en las mañaneras- seguimos igual que en el gobierno de Peña Nieto y peor en números absolutos que con Calderón.
Los datos están ahí, no son invento ni creación ad hoc para perjudicar a la 4T en su poderío electoral rumbo al 2024, cuyo músculo vimos hace un domingo en Toluca, Estado de México, la joya de la corona después de la Ciudad de México.
Se aplaude la visita de Rosa Icela Rodríguez a Ciudad Juárez junto con el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, para atestiguar la instalación del Consejo Estatal de Seguridad, donde la Gobernadora, sus funcionarios y alcaldes, mostraron institucionalidad y disposición.
Pero se requiere mucho más.
Está pendiente el envío de recursos económicos para fortalecer las policías municipales y las estatales, como vía de auténtica coordinación en la prevención de los delitos, dineros que a nivel general en el presupuesto federal muestran un subejercicio y los que han sido liberados están siendo concentrados en los abrazos del Ejército y la Marina, en detrimento de las fuerzas policiales locales, que son el primer respondiente en esta crisis de seguridad que vivimos.