SI LE PLACE, BÉBALO
La conciencia de los ricos efectos biológicos, clínicos y psicosociales del café, el té y otras bebidas que contienen metilxantinas se remonta a la antigüedad. A día de hoy, la cafeína es el agente psicoactivo más consumido. Se le ha apodado “la droga más popular del mundo”
En junio de 2016, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) anunció que había bajado el nivel de riesgo de cáncer que conlleva para nosotros beber café. Era una muy buena noticia.
Pero la ciencia se corrige y después tras un examen exhaustivo de más de mil estudios realizados en seres humanos y animales, la misma agencia concluyó que no había suficiente evidencia –conocimientos científicos o pruebas basadas en conocimientos científicos– sobre la carcinogenicidad del café. Y, por lo tanto, su consumo quedó clasificado en el grupo 3. Sólo hay un grupo más abajo, el grupo 4, para una exposición que «probablemente no causa cáncer».
Cómo interpretar las evaluaciones
Antes de llevarnos a los labios una evaluación de la IARC o de otra institución científica conviene dejarla enfriar un minuto. Si delante tenemos un informe sobre la posible carcinogenicidad del café, de la carne roja o de cualquier otra exposición, se entiende que convenga calma.
Pues bien, tras el minuto de reposo podemos sorber la evaluación poco a poco, apreciando sus matices. Esta vez, el primer sorbo es agradable, pues la agencia nos tranquiliza: ha bajado el nivel de riesgo de cáncer que conlleva beber café.
Lo mejor de todo es que tranquiliza con fundamento científico.
El saber sabe bien
Sigamos sorbiendo ese café. También podemos apreciar que es bueno –que sabe bien– que los conocimientos científicos cambien. El saber sabe bien. Saber sabe bien.
En las últimas décadas hemos aprendido un montón de cosas. Por ejemplo, cómo hacer mejores investigaciones y estudios con mayor validez (con menos sesgos). A menudo superando errores, como aquellos en los que se incurrió asociando el café al cáncer de páncreas o al cáncer de vejiga urinaria. Errores cometidos hace años por excelentes investigadores. También hemos aprendido a integrar mejor conocimientos biológicos, clínicos y epidemiológicos.
Mientras tanto han mejorado muchos cultivos, tuestes y, por ende, los cafés que compramos, cómo los preparamos y consumimos. Podemos disfrutar de muchos cambios positivos.
Aunque casi nada es perfecto. Y nuestras actitudes ante los cambios sociales vienen influidas poderosamente por nuestra economía, cultura, historia y elecciones presentes.
No todo lo que nos gusta da cáncer: ¡bien!
La conciencia de los ricos efectos biológicos, clínicos y psicosociales del café, el té y otras bebidas que contienen metilxantinas se remonta a la antigüedad. A día de hoy, la cafeína es el agente psicoactivo más consumido. Se le ha apodado “la droga más popular del mundo”. Muchas plantas la contienen, pero también se sintetiza y añade a alimentos y bebidas. Prudencia ahí. Tiene diversos usos clínicos, por ejemplo como tratamiento de la apnea (falta o suspensión de la respiración) en neonatos prematuros, o junto con sustancias analgésicas en medicamentos para el dolor. Beber café no afecta prácticamente nunca la salud física de la gran mayoría de las personas sanas.
Luego está el sinfín de sustancias que contienen los centenares de cafés distintos que bebemos en la tierra. Sus incontables aromas, en atmósferas tan dispares, tan semejantes. Las no menos fascinantes seculares culturas del café en el mundo, y esos gestos comunes que al beberlo nos hermanan: dedos, tazas, aromas, labios, gargantas, sabores, terrazas… cafés del mundo. Cafés, y conversaciones, y afectos.
Saboreemos pues la buena noticia de la IARC, sorbo a sorbo, sin obsesionarnos, con perspectiva. En calma. Pensando también en los muchos trastornos cuyo riesgo tampoco aumentan con café. Aunque hay algunos que sí, pues a partir de cierta dosis puede potenciar el nerviosismo o la ansiedad; y, en algunas personas, provocar trastornos del sueño.
Podemos conocer cuánto café es razonable tomar sin sufrir efectos secundarios. Si le place, bébalo con moderación. Ya es mayor para saber cuántas tazas y a qué horas.
Disfrute del oficio de vivir y de ese arte o rito –tomar café–, a su manera.